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“Hablar de ‘feministas de derecha’ deslegitima el movimiento de mujeres”: Vargas

El término “feminismo de derecha” ha sido cuestionado por expertas, quienes advierten que su uso en la agenda pública puede estigmatizar al movimiento feminista y restar legitimidad a sus críticas.

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Luisa Lara
25 de septiembre de 2025 - 07:10 p. m.
Experta advierte que el "feminismo de derecha" en contextos políticos  puede representar un riesgo para los propios movimientos sociales de mujeres.
Experta advierte que el "feminismo de derecha" en contextos políticos puede representar un riesgo para los propios movimientos sociales de mujeres.
Foto: EFE - Ángel Medina G.
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El presidente Gustavo Petro volvió a generar controversia durante un consejo de ministros, cuando, al responder a cuestionamientos por un comentario machista, utilizó la expresión “feministas de derecha”, alegando que estaban en contra de él. Sus palabras no solo levantaron críticas por la manera en que se defendió, sino que también pusieron sobre la mesa un debate más amplio sobre la politización de los movimientos sociales de mujeres.

El pasado 15 de septiembre, durante un consejo de ministros transmitido en vivo, el presidente Gustavo Petro respondió a las críticas que recibió días antes. En un acto público, abrazó a la directora del Programa de Sustitución de Cultivos, Gloria Miranda, mientras hacía comentarios sobre su apariencia física y su estado civil, aludiendo a que “se perdió” por haberse casado. Esta conducta fue ampliamente cuestionada por sectores feministas, por reproducir actitudes sexistas desde el poder político.

En su defensa, señaló que esas críticas se trataban de presuntas campañas elaboradas por las “feministas de derecha”, desacreditando, y politizando los movimientos de mujeres en Colombia, según explica Viviana Vargas.

“Esas son las campañas que nos arman, feministas de la derecha, que ser feminista de derecha no es ser feminista, porque la feminista de derecha se está peleando, es porque como aspira a los altos cargos públicos, sea la mitad para ellas, pelea que yo he acompañado, pero no que la mujer sea igual. Entonces le importa un bledo a las mujeres trabajadoras, las mujeres de los tintos, las mujeres que salen en minifalda a las calles de noche, les importa un comino el hombre que se siente mujer, se dicen que es de mentiras”, dijo durante el consejo de ministros.

Viviana Vargas Vives, abogada defensora de derechos humanos, activista feminista interseccional y analista política, fue una de las personas que criticó lo ocurrido y las declaraciones de Petro. En entrevista con El Espectador, señala que el llamado “feminismo de derecha” no existe y afirma que la irresponsabilidad de instalar este adjetivo desde la narrativa pública, como lo hizo el presidente, no solo desestima las críticas de los distintos feminismos frente a prácticas machistas en el poder, sino que también implica “un gran acto de irresponsabilidad ética y política con el movimiento social de mujeres y feminista, que ha sido desde siempre objeto de persecución, estigmatización y violencia política”.

¿Qué plantean quienes hablan de “feminismo de derecha”?

Según la abogada, la intervención de Petro hablando de las “feministas de derecha” no solo es una forma de deslegitimar las críticas sobre sus apreciaciones machistas, sino que también es una expresión que tergiversa las luchas de todo un sector social, y hace necesario explicar qué se entiende por “feminismo de derecha” y de dónde surge.

El concepto ha sido estudiado en Argentina por las investigadoras Melina Vázquez y Carolina Spataro, autoras del libro ‘Sin padre, sin marido y sin Estado. Feministas de las nuevas derechas (Siglo XXI)”. Ellas señalan que, más que hablar de una forma de feminismo, se trata de grupos de mujeres que se organizan en espacios ubicados a la derecha del espectro político, con una agenda propia que incluye temas como el rechazo al aborto, la defensa del libre mercado, la seguridad y la centralidad de la familia y el hogar.

Frente a escenarios similares, distintas corrientes feministas han advertido que resulta problemático enunciarse como feminista mientras se promueven discursos que niegan la autonomía de los cuerpos y de las vidas de las mujeres. Por ejemplo, Vargas destaca que discursos como estos representan una contradicción ideológica dentro del movimiento, pero además aporta narrativas que se han ido instalando a nivel mundial y que, según ella, ha hecho retroceder “décadas en apreciaciones políticas e ideológicas que ya desde el feminismo habíamos superado”.

Estos grupos se autodefinen como herederos de la primera ola feminista, vinculada a la Revolución Francesa y a la conquista de derechos civiles como el voto, el trabajo, la educación y los derecho patrimoniales. Afirman que “el feminismo nació liberal” y que, con el tiempo, “la izquierda se apropió de esas banderas”.

Frente a esto, Dora Barrancos, investigadora, historiadora, y feminista argentina, plantea en sus investigaciones que los cuestionamientos al feminismo liberal surgieron desde una corriente del feminismo “radical”, que empezó a definir conceptos como el patriarcado, la violencia contra las mujeres, e incorporó aportes del marxismo para cuestionar la demanda de igualdad entre varones y mujeres sin considerar las relaciones de clase.

Según las investigadoras, en esto se basan las llamadas “feministas de derecha” para criticar el movimiento, afirmando que “tergiversaron las ideas originales” de las luchas sociales. Así mismo, explican que estos grupos tampoco son completamente aceptados en sectores más conservadores, ya que promueven la agenda de mujeres en espacios que rechazan explícitamente el feminismo.

Son grupos “abiertamente antifeministas”, señala Vargas

Viviana Vargas reitera que, para ella, el llamado “feminismo de derecha” no existe, puesto que el feminismo, entendido como teoría, filosofía y movimiento social, surge precisamente en confrontación con las ideas que históricamente han defendido los sectores de conservadores: desde la protección del patriarcado y los roles de género tradicionales, hasta la defensa del capitalismo, la familia heteronormativa y la negación de la autonomía de las mujeres.

“La tarea es diferenciar al feminismo como pensamiento crítico, teoría política y perspectiva filosófica que evoluciona, cuestiona y amplía las conversaciones sobre las desigualdades de género, de la praxis política de mujeres que ocupan lugares de incidencia, beneficiándose de los derechos conquistados por el feminismo, pero que no necesariamente encarnan sus valores e incluso pueden proclamarse como abiertamente antifeministas”, dice.

Vargas advirtió que el uso del feminismo en contextos políticos puede representar un riesgo para los propios movimientos sociales de mujeres. Explicó que la práctica política y el ejercicio del poder, incluso cuando se enuncian con premisas feministas, suelen estar atravesados por intereses y cálculos electorales que terminan alejándose de los propósitos de los movimientos y utilizando sus agendas a conveniencia.

“Estos pueden representar un riesgo para la coherencia y los principios del feminismo, porque tiende a instrumentalizar las luchas cuando le son útiles y a desestimarlas o deslegitimarlas cuando representan un problema o una crítica”, señala.

A partir de estos planteamientos, advierte que lo ocurrido con Gustavo Petro refuerza su preocupación. Explica que cuando las luchas sociales al debate político, existe el riesgo de que se distorsionen, se generen tensiones dentro de los propios movimientos y aumenta la estigmatización, lo que termina debilitando sus causas y su impacto.

“Que nunca se nos olvide que los movimientos sociales deben mantener autonomía y distancia de los gobiernos, precisamente por el riesgo a ser instrumentalizados y por el riesgo de atomización de sus procesos y agendas debido la institucionalización de activismos y la politización de las causas. Es inviable que los movimientos sociales le sean serviles al poder, sea cual sea el gobierno de turno”, agrega la abogada.

Para Vargas, el tema no se limita a cuestionar el uso de la etiqueta “feminismos de derecha”, sino también a reconocer las diferencias y tensiones que ya existen dentro del propio movimiento. Según ella, buena parte de esos debates se han dado en torno a la interseccionalidad, un concepto que amplió la mirada hacia las múltiples desigualdades que atraviesan a las mujeres más allá del género, como la clase, la raza o la orientación sexual. Este enfoque, que también reconoce la opresión patriarcal que viven las mujeres trans, ha sido cuestionado por algunos sectores que apelan a visiones biologicistas y esencialistas, lo que genera divisiones y discrimina a las personas con identidades de género diversas.

“Es una contradicción estructural que termina incentivando antagonismos entre sectores y experiencias de exclusión. Al final, estos discursos pueden reforzar estereotipos, profundizar prejuicios y representar un riesgo material para la vida e integridad de las mujeres trans”, concluye.

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Luisa Lara

Por Luisa Lara

Comunicadora social con énfasis en periodismo. Tiene estudios de género y diversidad en el Knight Center for Journalism. Interesada en contar historias con una perspectiva interseccional y feminista.
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