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Fiestas de divorcio: “Me separé y así decidí celebrarlo”

Festejar una ruptura amorosa es un ritual que puede ayudar a cerrar ciclos. Aquí les contamos cinco historias que lo aseguran. En Colombia, aún no hay empresas dedicadas a organizar este tipo de eventos, por cuestiones comerciales y estigmas sociales.

Pilar Cuartas Rodríguez
03 de abril de 2024 - 07:00 p. m.
Cada vez más son las personas que deciden celebrar sus rupturas amorosas como una forma de darle la bienvenida a un nuevo ciclo. Estas son algunas fotos de quienes nos compartieron sus historias de festejo.
Cada vez más son las personas que deciden celebrar sus rupturas amorosas como una forma de darle la bienvenida a un nuevo ciclo. Estas son algunas fotos de quienes nos compartieron sus historias de festejo.
Foto: Archivo particular

Hace casi un año, Camila logró salir de una relación abusiva que duró una década. Necesitó cuatro años, dos psiquiatras y tres psicólogas, hasta que su mente aprendió a identificar las formas de maltrato que sufría en su relación y se zafó del ciclo de manipulación con el que, una y otra vez, su novio prometía no volver a devaluarla, a serle infiel o a ignorarla para castigarla. Al final, ella fue capaz de acabar con la intermitencia. Ese día fue una victoria, su psicoterapeuta la felicitó y le dijo que celebrara. ¿Celebrar? Nunca lo imaginó antes. Prendió la chimenea de su casa, compró vino, armó una tabla de madurados, hizo un picnic en la sala e invitó a sus dos mejores amigas. Esa fue su fiesta, atravesada por una charla catártica.

Celebrar un divorcio, una ruptura amorosa, una separación o el “ya no va más” de una relación es una tendencia que se popularizó en Estados Unidos hace aproximadamente 15 años; se trasladó a Europa; y, de forma más reciente, aterrizó en América Latina y Colombia, donde cada cuatro horas hay un divorcio, según la Superintendencia de Notariado. En otras zonas de África, como Mauritania, festejar una separación es una práctica generalizada y común entre las mujeres. Allí, la gente se divorcia hasta 20 veces, según un reportaje de The New York Times.

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No hay una forma “correcta” de festejar. Depende de la personalidad de cada persona, las condiciones en las que terminó la relación y las necesidades emocionales. En lo que sí concuerdan quienes han celebrado las rupturas es que es una forma simbólica de cerrar un ciclo y darle la bienvenida a uno nuevo. Es también un acto de alegría, aunque socialmente solo se etiquete con el dolor y la vergüenza.

Nirvana prolongó seis años su noviazgo por la pena y el miedo que le suponía no casarse antes de los 30 años. Cuando se liberó de ese estigma, a los 27 años, terminó la relación y le dieron ganas de convocar una fiesta. Ya no quería casarse con ese hombre que la había engañado más de una vez, que se burlaba de su ropa y maquillaje y que menospreciaba su trabajo como profesora de primaria. Había elegido su bienestar y le bastaba ese motivo para celebrar. “Mi fiesta fue como un grito para decirme: ‘Tengo que vivir, no quiero estar más aislada, quiero volverme a enamorar’”, recuerda en diálogo con El Espectador.

Ella misma se encargó de la decoración, incluyó un pastel que decía “Felicitaciones por tu ruptura”, instaló un rincón de memes sobre tusas, llenó de alcohol los globos, buscó un DJ, preparó una piñata, invitó a sus amigos y amigas, alquiló micrófonos y luces y, por una noche, convirtió su casa en discoteca y karaoke. Después, fundió su anillo de compromiso y lo transformó en un dije que ahora carga en su cuello con una cadena. “Celebrar me permitió liberarme de esa idea de que el amor todo lo puede, sufre y aguanta. Qué dicha reconectar conmigo y renacer”, añade Nirvana.

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Con frecuencia, personas como Nirvana intentan encontrar ideas para celebrar sus divorcios en Internet. Solo en 2022, la plataforma Pinterest aseguró que las búsquedas de los términos “juegos para fiestas de divorcio” aumentaron un 80%, las de “pasteles de divorcio” un 50%, las de “ideas de decoración para fiestas de divorcio” un 35%, y “los regalos que dar a la persona que quiere celebrar su divorcio” el 30%.

Aunque se desconoce el origen preciso de las fiestas de divorcio, el gremio de los organizadores de eventos apunta a Estados Unidos. En ese país, es bien conocido el libro “The divorce Party Handbook” (El manual de las fiestas de divorcio), de la terapeuta Christine Gallagher. La autora las define como un ritual necesario, así como un bautizo o un funeral y da ideas creativas para menús, juegos, invitaciones y regalos.

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En una entrevista con The Guardian, Gallagher cuenta que se convirtió en planificadora de fiestas de divorcio en 2003, cuando una de sus amigas fue abandonada por su prometido, que regresó con su exesposa. Gallagher quería hacerle saber a su amiga que tenía gente a su alrededor que la amaba y apoyaba, y que había más oportunidades en la vida para divertirse.

“Hicimos que todo el evento girase en torno al calor: queríamos que ella se sintiera sexy otra vez. Comimos comida picante, trajimos a un profesor de salsa y encendimos una fogata. Ahí quemó el trofeo de caza más preciado de su ex: la cabeza de ciervo que colgaba sobre su cama. Fue catártico y la primera vez que se rió en mucho tiempo”, narró Gallagher a The Guardian.

Ese gesto de amistad se volvió después un negocio. Gallagher ha organizado cientos de fiestas de rupturas. Una de sus favoritas tuvo como tema central el golf, porque su clienta había descubierto que su marido le era infiel y él lo había tratado de ocultar con la mentira de que estaba jugando golf. Los invitados fueron vestidos como si practicaran golf, contrataron un instructor y lanzaron pelotas con el nombre del marido. “Ella había sido humillada, pero tomar el control y permitirse reír de nuevo la ayudó a recuperar el respeto por sí misma”, explicó a The Guardian.

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En Colombia, aún no hay empresas o personas como Christine Gallagher dedicadas exclusivamente a organizar fiestas de divorcio. Las historias de celebraciones que decenas de mujeres nos contaron a El Espectador, a través de las redes sociales de Las Igualadas, fueron lideradas por ellas mismas o sus amigas.

Sandra, Jessica y Angy, por ejemplo, viajaron un fin de semana a Santa Marta para aplaudir el hecho de que Sandra se separara a los 37 años de un matrimonio que duró 10. Un matrimonio que desde afuera se veía perfecto, pero que por dentro opacaba la esencia de ella, la irrespetaba y repetía patrones dañinos de la relación de sus padres. “Quería celebrar que acepté que no estaba bien, no vivía bien, no era feliz y que ahora puedo estar feliz sola. Soy libre y empecé una nueva vida más acorde a mí”, afirma Sandra a este diario.

Las tres amigas crearon un grupo de WhatsApp al que nombraron “fiesta de divorcio”, bucearon en las aguas samarias, cenaron, rumbearon, comieron una torta con el letrero “Legalmente soltera”, vieron el atardecer en un velero en medio del mar y ahí, simbólicamente, Sandra soltó sus dolores y le dio la bienvenida a la tranquilidad. Un ritual que tiene la convicción de que “el agua se lleva las malas épocas”. “Divorciarse no es un fracaso, aun cuando la sociedad lo ve así. Queríamos que ella supiera que nos tenía a nosotras para continuar y que la vida no depende de una pareja”, cuenta Angy.

A diferencia de ellas, Catalina decidió celebrar sola su divorcio. Era 2022, tenía 29 años, llevaba un año casada civilmente y, cinco días antes de la boda religiosa, su esposo se arrepintió de hacerlo. Las invitaciones estaban enviadas y ella había renunciado a su trabajo por la promesa de irse a vivir al extranjero con él. “Fueron meses difíciles, mi salud mental quedó en el piso, me medicaron por ansiedad, tenía mucha vergüenza de ser una mujer divorciada antes de los 30 años”, dice Catalina.

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Un año después, y con el corazón reparado, celebró el primer aniversario del desplante viajando a Argentina y Chile. Era la primera vez que lo hacía sola. Lloró de emoción apenas se sentó en la silla del avión, por fin le estaba cumpliendo una promesa a la Catalina que olvidó cuando empezó su relación. En ese viaje de diez días descubrió que le agradaba su propia compañía, que era graciosa y aprendió que, si hay un próximo matrimonio, le gustaría firmar capitulaciones. “Quería celebrar y decir: ‘Sí, soy la primera mujer divorciada de mi familia. ¿Y qué?’”.

Claudia, por su parte, corrió una maratón en San Andrés para celebrar el haberse divorciado de su esposo, su novio en la universidad, con el que se sentía sola aun viviendo en la misma casa, el que le criticaba su carácter. Ella cree en el matrimonio, pero también en el divorcio. Ahora, está a punto de volver a casarse y mira con orgullo la lista de cosas que armó años atrás cuando se separó: “Donar y construir con amigos una vivienda en Techo, escalar montañas, hacer triatlón, aprender a nadar y montar bici, entrar a un equipo de triatlón, vivir sola y crear mi emprendimiento”. Ya tachó todo, lo hizo realidad.

Las historias de celebraciones de divorcios o rupturas en Colombia parecen ser muchas, aunque no haya un registro oficial de ellas. Satori Sochandamandou, presidenta y fundadora de la Asociación Colombiana de Profesionales en Eventos (Asocolwep), asegura a este diario que ninguna de las más de 300 empresas que integran su agremiación se dedica a organizar fiestas de divorcio. Están concentradas en la “industria del romance”, es decir, la logística de bodas, lunas de miel o propuestas de matrimonio.

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El Espectador contactó a por lo menos siete empresas de eventos en el país. Todas negaron haber organizado por lo menos una fiesta de divorcio y la mayoría expresó su rechazo frente a la idea con frases como “en 27 años de experiencia, siempre hemos realizado fiestas celebrando el amor” y “soy planeadora de eventos para diseñar momentos felices. Bodas, cumpleaños quinces…”.

Satori Sochandamandou sostiene que el nicho de mercado está en las bodas, cuyo costo ronda en promedio los $120 millones. Entonces, promocionar la celebración de fiestas de divorcio iría en contra de los principios del modelo de negocio y su know how. La empresaria y socióloga reconoce, sin embargo, que también tiene que ver con que, en sociedades como la colombiana, el divorcio sigue asociado con la derrota y la religión instaura la idea de que una persona no se casa para luego separarse.

Sochandamandou lleva 17 años organizando matrimonios y concluye que por lo menos el 40% de sus clientes se ha divorciado. Por eso, creó un grupo de mujeres separadas para tener conversaciones sobre la visión espiritual del concepto “soltar”, porque son ellas, a diferencia de los hombres, las que más se abren a estos espacios.

En España, el panorama no es tan distinto al de Colombia. En diálogo con este diario, Mireia Baró, directora de la agencia EventosBCN, cuenta que lo habitual en su empresa es celebrar bodas. Pero sí ha organizado por lo menos dos festejos de divorcios, aunque sus clientes no las anunciaron como tal cuando contrataron sus servicios. “No te llaman para decir que es una fiesta de divorcio, sino que es un evento con amigas, por ejemplo. Luego, estando en el sitio, es que tal vez alguna de las chicas nos cuenta que es una fiesta para una amiga que ‘no está pasando un buen momento’ y ahí es que sabemos que se trata de un divorcio”, relata Baró.

Más allá de la arista comercial, celebrar un divorcio también tiene efectos psicológicos. Terminar una relación se asimila con atravesar un duelo, porque mueren las expectativas o los planes que se tenían junto a la pareja. Alejandra Penagos Villa, psicoterapeuta de la Universidad Konrad Lorenz y especialista en psicología clínica, considera que estos festejos son rituales que protegen, sirven para cerrar ciclos y derribar la creencia social de que el duelo conlleva solo tristeza y debe doler para que los demás vean que sí importó.

¿Cómo celebrar, entonces? Varía según las creencias de cada persona. Para algunas, puede ser mejor bailar y cantar junto a amigos y, para otras, escribir una carta y quemarla o conectar con la naturaleza. Lo importante, de acuerdo con Penagos, es no darle paso a conductas autodestructivas, como lesiones, consumos excesivos de drogas o gastos de dinero exorbitantes.

La psicóloga recomienda hacerse las siguientes preguntas: ¿Hacer este ritual te ayudará o te generará más dolor a largo plazo? ¿Te vas a sentir bien después de la fiesta o vas a tener un bajón? ¿Qué ritual te gusta? ¿Quieres hacerlo sola o acompañada? ¿Te sientes lista para lo que venga o mejor te esperas otro poquito porque aún no estás lista? ¿Es necesario que lo hagas con alcohol?

Margy Andrea Rincón, psicóloga con maestría en sexología clínica y miembro del Colegio Colombiano de Psicólogos, sugiere que, si la relación terminó de mutuo acuerdo y de forma sana, el ritual se haga en pareja. Esto es inusual en el consultorio de Rincón, lo recurrente es que la relación acabe mal y se den malos tratos, a través de infidelidades, por ejemplo, que en ciertas circunstancias son una forma de violencia psicológica. En este escenario, la experta dice que es preferible hacer la celebración por separado.

Rincón también aconseja que se celebre en la fase final del duelo, la aceptación, cuando ya se han atravesado la negación, la ira y la negociación. “No hay que subestimar el duelo por una ruptura, necesitas experimentar las etapas para poder cerrar bien, tener acompañamiento psicológico y que sepas que no hay una única forma ni un orden para vivir el proceso y para festejar el punto final”. ¿Y tú? ¿Te animarías a celebrar tu ruptura?

Si estás en una relación de pareja violenta, puedes pedir ayuda aquí:

  • Línea única de atención de emergencias 123, al comunicarse solicitar especialista en temas de género.
  • Línea Nacional 155 para recibir orientación si estás siendo víctima de alguna violencia basada en género.
  • Red Solidaria de Mujeres: WhatsApp 3223328655.
  • Línea de Protección a Niños, Niñas y Adolescentes: 141. WhatsApp: 3202391685 – 3208655450 – 3202391320.
  • Línea Fiscalía General de la Nación: 122, para presentación de denuncias de violencia intrafamiliar, violencias basadas en género y violencia sexual.
  • Línea Púrpura en Bogotá: 018000112137, número gratuito desde teléfono fijo o celular. WhatsApp 3007551846
Pilar Cuartas Rodríguez

Por Pilar Cuartas Rodríguez

Periodista y abogada. Coordina la primera sección de “género y diversidad” de El Espectador, que produce Las Igualadas y La Disidencia. También ha sido redactora de Investigación. @pilar4aspcuartas@elespectador.com

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