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“Mi nombre es Ana. Soy esposa, madre de diez hijos y una orgullosa mujer Embera Katío. Mi vida está arraigada en una pequeña comunidad Embera en Pueblo Rico, Risaralda. Crecí aquí, rodeada de nuestras tradiciones, pero mi camino no ha sido sencillo. Ha estado marcado por desafíos y decisiones que me han llevado hasta este punto, en el que me siento lo suficientemente fuerte como para alzar la voz contra prácticas que lastiman a nuestras mujeres y niñas.
En nuestra comunidad, a las mujeres se nos ha dicho durante mucho tiempo que debemos guardar silencio, obedecer y aceptar la vida tal como es. Las decisiones suelen estar en manos de nuestros esposos, y durante mucho tiempo pensé que esto era simplemente así. Mi esposo, a diferencia de muchos hombres, me ha apoyado para que trabaje y estudie. Es un buen hombre, distinto de aquellos que dominan o maltratan a sus esposas. Me considero afortunada por ello, pero aun así siento que la voz de las mujeres sigue sin ser valorada. A medida que fui creciendo, comencé a cuestionar por qué las cosas son como son, especialmente cuando se trata de nuestras hijas.
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Uno de los secretos guardados por las mujeres de nuestra comunidad es algo que solo puedo describir como una herida oculta, una práctica que llamamos ‘la curación’. Esta práctica, que otros llaman Mutilación Genital Femenina (MGF), se realiza a las niñas recién nacidas, muchas veces sin el conocimiento o permiso de la madre. Mi primer encuentro con ella ocurrió cuando nació mi primera hija. Después del parto, mi suegra, que era partera, se la llevó diciendo que la cuidaría mientras yo descansaba. Cuando me la devolvieron, la vi lastimada y llorando sin consuelo. Mis preguntas fueron recibidas con silencio o con respuestas que descartaban mis inquietudes, diciéndome que era algo que ‘no entendería’.
Con el tiempo, llegué a comprender lo que realmente significaba ‘la ablación’. La idea detrás de esto es que las niñas que no son ‘curadas’ crecerán siendo promiscuas o no deseadas para el matrimonio. En nuestra comunidad, una niña que es diferente, que no ha pasado por este ritual, es juzgada y puede incluso enfrentar violencia. El miedo a esta violencia lleva a muchas familias a continuar con la práctica, aunque sientan incomodidad con ella. Pero yo no puedo ignorar el dolor que causa, el daño que dura toda la vida. Esto no es parte de nuestra verdadera cultura Embera; nuestra cultura está en nuestras danzas, en nuestro idioma, en nuestro tejido. Esta práctica es otra cosa, una herencia de la época colonial.
Soy una sobreviviente de la MGF, conocida también en Colombia como ablación, aunque no lo supe hasta que fui mayor. Mi cuerpo lleva la evidencia de ello, pero no lo entendí completamente hasta que empecé a aprender más. Soy una de las afortunadas. En 2007, el tema recibió atención nacional después de que varias niñas recién nacidas murieran en el hospital tras haber sido sometidas a ‘la curación’. Representantes del gobierno visitaron nuestras comunidades para hablar sobre ello, y fue entonces cuando me di cuenta de lo extendido y peligroso que era. Comencé a hablar, primero con mi familia y luego con mi comunidad.
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Fue con mi cuarta hija cuando finalmente pude tomar una decisión. Le dije a la partera: ‘No. No vas a hacer esto.’ Ese momento marcó un punto de inflexión, y desde entonces he trabajado incansablemente para proteger a mis hijas y nietas del mismo destino. No ha sido fácil. En mi comunidad, ‘la ablación’ está envuelta en secreto. Las parteras no hablan abiertamente sobre ello y los hombres a menudo dicen que no saben nada al respecto. Incluso mencionar el tema fue recibido con resistencia. Me advirtieron que podría ser castigada y amenazada con ser puesta en el cepo por atreverme a cuestionar nuestras costumbres. Pero no podía quedarme callada, no cuando sabía el dolor que esta práctica causaba.
Mis hijas ahora entienden los peligros de ‘la ablación’. He hablado con ellas, con mis nueras e incluso con mis sobrinos y sus esposas. Les digo que esta tradición no nos pertenece y que nadie tiene derecho a dañar el cuerpo de una niña. He encontrado apoyo entre otras mujeres que, inspiradas por mis acciones, han comenzado a decir: ‘Si Ana puede hacerlo, nosotras también.’ Juntas, estamos construyendo una resistencia silenciosa, una conversación a la vez.
Como maestra, tengo una plataforma para llegar a más personas. Pero quiero hacer más que solo hablar. Me estoy formando para ser partera para evitar que esto siga ocurriendo a otras niñas. Asisto a reuniones organizadas por el Congreso de Colombia, donde hay un proyecto de ley pendiente para abordar la MGF. Creo que el cambio es posible. Nuestra comunidad necesita educación sobre los derechos de las mujeres, la autonomía del cuerpo y las consecuencias de la MGF. Necesitamos espacios seguros para hablar abiertamente, con fuego y comida, donde tanto los ancianos como los jóvenes puedan compartir sus perspectivas.
El camino no es fácil. Nuestra gente enfrenta muchos desafíos: desplazamiento, desnutrición, matrimonios forzados de niñas de tan solo doce años y falta de educación. Todos estos problemas crean un ciclo de pobreza y violencia que mantiene vivas prácticas como ‘la ablación’. Si podemos abordar estas causas de raíz, creo que podemos crear un futuro en el que las niñas estén seguras y crezcan íntegras, sin cicatrices.
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Por ahora, sigo siendo una voz en la oscuridad, hablando en contra de una práctica dañina que otros desearían mantener oculta. No tengo miedo de lo que puedan decir o hacer, porque creo que si los hombres tienen razón, las mujeres también. Y tenemos todo el derecho de ser escuchadas, de proteger a nuestras hijas y de mantenerlas a salvo del daño. Esta es mi misión, mi promesa para la próxima generación, y no me rendiré."
*El nombre de la mujer en esta historia ha sido cambiado para proteger su privacidad e identidad.
**Este testimonio hace parte del informe “El momento es ahora: Poner fin a la mutilación genital femenina, una necesidad urgente de una respuesta global – Actualización de cinco años”, elaborado por Equality Now, End FGM European Network y The U.S. End FGM/C Network.