En América Latina y el Caribe, miles de mujeres y personas con capacidad de gestar enfrentan barreras legales, sociales y médicas para acceder a un aborto seguro. Mientras algunos países reconocen este derecho, otros lo castigan con penas de hasta 50 años de cárcel. En medio de esta desigualdad, una herramienta digital gratuita y que permite acceder de forma anónima, se ha convertido en una aliada clave para quienes necesitan información clara y segura: el chatbot Sofía.
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Los debates sociales, políticos y legislativos en torno a la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) muestran una realidad profundamente heterogénea. Países como Argentina, México y Colombia han avanzado en la regulación legal de este derecho. En cambio, en El Salvador, Honduras, Nicaragua o Guatemala, se imponen prohibiciones totales o restrictivas que penalizan incluso a quienes acompañan este procedimiento. Esta disparidad legislativa tiene grandes consecuencias en la vida de las personas que deciden abortar, pues se estima que estas restricciones generan aproximadamente 39.000 muertes anuales a nivel mundial por abortos inseguros y promueve un ambiente de persecución que afecta desproporcionadamente a las poblaciones más vulnerables de la región.
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Ante esta situación, Ipas Latinoamérica y el Caribe (Ipas LAC), organización sin fines de lucro, lanzó en 2022 el Chatbot de preguntas sobre aborto Sofía, que ofrece información científica y actualizada sobre interrupción voluntaria del embarazo, el uso seguro de métodos anticonceptivos y la prevención de embarazos no deseados. Esta herramienta, disponible las 24 horas y de acceso anónimo, puede utilizarse en cualquier dispositivo con conexión a internet, brindando orientación clara y confiable a quienes buscan ejercer su derecho a decidir, incluso en contextos de criminalización.
La herramienta incluye múltiples opciones de consulta predeterminadas sobre temas clave: desde métodos anticonceptivos y detección temprana del embarazo hasta cómo acceder a un aborto seguro, el uso de medicamentos para abortar y la detección de señales de alarma.
Además, este chatbot gratuito, incluye enlaces a otros recursos digitales, tanto de Ipas como de otras organizaciones, que completan la búsqueda de las personas usuarias cómo: la guía de aborto seguro en casa, el mapa interactivo de aborto en Latinoamérica y El Caribe, el chatbot de aborto para personas migrantes, el directorio de puntos de venta de Misoprostol y la calculadora de embarazo, entre otros. En caso de que la razón de consulta no figure entre las opciones predeterminadas, el chatbot redirige automáticamente a redes de acompañamiento locales o a profesionales especializados, para brindarle una asesoría personalizada.
Desde su lanzamiento, “Sofía” ha registrado más de 300.000 visitas de alrededor de 200.000 usuarias y usuarios, con más de 45.000 conversaciones activas. Los países con mayor volumen de consultas son Chile (30.668 usuarios), Argentina (30.226), México (30.221), Colombia (26.409) y Ecuador (15.091). Estos datos revelan que, en contextos donde el aborto está despenalizado o en debate activo, existe una mayor búsqueda de información. En contraste, la baja interacción en países con leyes más restrictivas sugiere un silenciamiento o falta de acceso a recursos confiables.
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“En nuestra región existen tres países con leyes muy restrictivas que no permiten el aborto ni siquiera para salvar la vida de la mujer o la persona gestante (El Salvador, Nicaragua y Honduras). Esto no significa que las mujeres no busquen interrupciones del embarazo, sino que lo hacen en condiciones de mayor riesgo”, afirma Karen Padilla, directora adjunta de Programas en Ipas LAC, en entrevista con El Espectador. Según ella, herramientas como Sofía permiten tomar decisiones informadas, seguras y libres de estigma, aún en contextos de clandestinidad.
Criminalización del aborto: ¿una amenaza para la vida?
En El Salvador, cualquier aborto puede acarrear entre dos y ocho años de cárcel y, en algunos casos, puede ser considerado como homicidio agravado, alcanzando penas de hasta 50 años. Según la Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto, entre 2001 y 2019, 181 mujeres fueron procesadas penalmente por esta razón; 97 de ellas enfrentaron emergencias obstétricas y aún así fueron criminalizadas.
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Paralelamente, en Guatemala, la interrupción voluntaria del embarazo sólo está permitida si la vida de la persona gestante está en riesgo, fuera de esta causal, esta práctica puede ser sancionada hasta con 25 años de prisión.
Esta realidad pone en evidencia no solo las profundas desigualdades legislativas en la región, sino también las enormes brechas en el acceso a servicios seguros de salud reproductiva. En países donde la penalización es absoluta —como El Salvador, Honduras, Nicaragua, Jamaica, Haití, República Dominicana y Surinam— las personas con capacidad de gestar se ven obligadas a recurrir a procedimientos clandestinos, que ponen en grave riesgo su integridad y su vida.
De hecho, la interrupción del embarazo insegura sigue siendo una de las principales causas de mortalidad materna de la región. Como enfatiza Padilla: “Ya está más que documentado que penalizar no evita que ocurran abortos; lo que ocasiona es un aumento de los abortos inseguros, con mayor morbilidad y mortalidad, y secuelas permanentes para quienes se someten a un procedimiento en condiciones no reguladas”.
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Particularmente, en estos contextos de clandestinidad, las herramientas digitales como el chatbot Sofía pueden ser una alternativa útil para encontrar información de manera libre, anónima y gratuita sobre el aborto seguro. La plataforma ofrece guías paso a paso para autogestionar este proceso, materiales de acompañamiento emocional, y asesoría a distancia con personal capacitado, reduciendo los riesgos que implica recurrir a fuentes poco confiables.
A pesar de los avances, persisten importantes desafíos para la difusión de información sobre el aborto en Latinoamérica, como la brecha digital que limita el alcance en zonas rurales y poblaciones con menor conectividad; la falta de conocimiento de estas herramientas en territorios donde hay mayor criminalización; e —incluso en países donde está legalizado— la falta de financiamiento, de insumos médicos y de capacitación del personal de salud impide que la ley se traduzca en la protección de este derecho.
Superar estos retos exige un compromiso institucional y cultural. Como concluye Padilla: “La posibilidad de tener la información y la educación que me permita decidir sobre mi reproducción, el acceso a anticonceptivos y la disminución de la violencia de género son condiciones esenciales para ejercer nuestro derecho sobre el cuerpo”.
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