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El niño que mató a su salvador

No se confiesa dos semanas seguidas en la misma parroquia ni deja que el mismo peluquero arregle su peinado más de una vez.

El Espectador
28 de julio de 2009 - 10:58 p. m.

La cuestión es no dejar pistas a los asesinos, que ven en la rutina diaria de sus víctimas la oportunidad del cazador. Su marido no olió la amenaza etarra. Ella, María del Pilar Elías, la siente en la nuca desde que decidiera meterse al mundo político como concejala del Partido Popular (tachado de “fascista” por Eta) en Azkoitia, su pueblo y cuna a su vez del nacionalismo vasco, hace ya más de una década. Eligió ser la voz de las víctimas y renunciar a su libertad.

12 de mayo de 1980. La víctima no había recibido ningún tipo de amenaza y desconocía que ya hubiesen puesto precio a su cabeza. Ramón Baglietto, militante del partido de la UCD y marido de Pilar, fue asesinado.

Le tendieron una emboscada, varias balas directas a las ruedas, y el carro en el que viajaba se empotró contra un árbol. El encargado de rematarlo con el tiro de gracia fue un verdugo de apenas 18 años. Un niño que no dudó en apretar el gatillo ante quien años atrás le había salvado la vida. “Me ordenaron matarle y es lo que debía hacer”, justificó el asesinó en una entrevista sin ápice de arrepentimiento. Cuando era tan sólo un bebé, Ramón evitó que éste muriese  aplastado bajo un camión en la carretera. La obligada gratitud del salvado se desvaneció en manos del etarra que, frío y calculador, años después no dudó en atravesar la sien de Baglietto.

Durante 24 años Pilar no tuvo que ver la cara del asesino de su marido. Hace cinco, él decidió abrir una cristalería al lado del portal de su casa y raro es el día en que Pilar no lo ve en la escalera, provocativo. Suspira entre la ira, la impotencia y ante la pregunta de si lo odia, responde esquiva pero desafiante: “Yo no perdono”.

Ironiza sobre el paquete bomba que en 1995 Eta hizo llegar a su casa. “Resultó ser una bomba, no me hubieran matado, pero  no  hubiera quedado  bonita  de explotar la carga en mis manos”. ¿Está cansada de esta vida sin libertad? Decide responder por la tangente. “¡No! Si yo viajo muchísimo. Trato de acudir a todas las conferencias y charlas que la Asociación de Víctimas del Terrorismo ofrece por España. ”. A esos viajes de los que habla acude acompañada de dos escoltas a los que considera ya parte de su “equipo”.

Hay que salir a la calle y no tener miedo. Las víctimas buscamos memoria, dignidad y justicia”.

Buena suerte Pilar.

Por El Espectador

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