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“No le extrañe que icemos la bandera con la Constitución”

Antanas Mockus, referente ético del país, habla de la creación del partido de los trillizos ex alcaldes de Bogotá.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
06 de septiembre de 2009 - 02:00 a. m.

Asegura que esta es una época en que gente que normalmente ‘caminaría aparte’, debe unirse. Y revela que ya zonificaron el país en 170 territorios de confianza, de donde saldrán sus candidatos.

Cecilia Orozco Tascón.- Usted, Peñalosa y Garzón, siendo los alcaldes más respetados de Bogotá, intentan crear una propuesta política diferente. ¿Cómo la convertirán en realidad y cómo garantizarán que sea superior a sus —con perdón— egos tan grandes?

Ex alcalde Antanas Mockus.- Estamos en un contexto excepcional que exige estar a la altura. La violencia sigue ahí, aunque con algo de desmovilización. La amenaza de interferencia armada en la votación, sigue ahí; también la compra de votos y los incentivos para que la ilegalidad se introduzca en el gobierno y en los cuerpos colegiados. Si soy zanahorio, participar en la vida política arroja ciertas consecuencias positivas para mi vida y para la gente parecida a mí. Si en cambio estoy en la ilegalidad, los beneficios que se derivan de poder influir en la gestión pública son mucho más altos. Lo que quiero decir es que, por razones obvias, los mafiosos se interesan más en la política que la gente común. Nosotros podemos llamar al sector zanahorio de la dirigencia política colombiana aunque Lucho, Peñalosa y yo seamos diversos en varios aspectos. La periodista María Teresa Ronderos me preguntó un día cuán graves estarían las cosas para que nosotros nos hubiéramos unido.

C.O.T.- ¿Siente que es así? ¿Las cosas están muy graves en Colombia?

A.M.-  Sí. Ésta no es cualquier época y por lo tanto, gente que normalmente caminaría aparte, tiene la necesidad de unirse y de cumplir un deber. La otra formulación que nos mueve es que queremos ganar elecciones, por supuesto, pero sobre todo, que queremos influir. Y creemos que sin una organización y sin un esfuerzo colectivo, la influencia de cada uno por separado va a ser pequeña. La influencia conjunta, en cambio, puede ser grande. Depende de nosotros si nos dejamos atrapar por los matices y las diferencias.

C.O.T.- El plano de las expectativas de ustedes es, en todo caso, muy distinto del de los políticos tradicionales.

A.M.- Es un solo plano que se puede describir de manera muy simple: nadie se imagina a ninguno de los tres mandando a matar a alguien para resolver un conflicto político, o comprando votos para ganar unas elecciones.

C.O.T.- Unidos, ustedes tienen una responsabilidad mayor con sus grupos de seguidores. ¿Están conscientes de eso?

A.M.- Tenemos claro eso y el sentido de las políticas públicas. Lo bonito de la Constitución del 91 fue la posibilidad de que individuos como yo incursionáramos en la política con facilidad. Sin embargo, esa puerta tan abierta traía ciertos riesgos. Ahora se está cerrando y cada vez es más difícil que un independiente participe en las elecciones. De algún modo, llegamos a la idea de que la democracia requiere competencia entre partidos más que competencia entre individuos. Y para que esa política pública se desarrolle bien, se necesitan jugadores zanahorios. Cuando una sociedad cambia las reglas y no logra que lleguen jugadores que jueguen el nuevo juego, los del viejo juego se meten debajo del ropaje del nuevo y se apoderan también de ese espacio. Eso es parte de lo que nos ha pasado.

C.O.T.- En la práctica, ustedes van a encontrar muchas dificultades. ¿No terminarán estrellados contra la realidad?

A.M.- No se puede garantizar que no pasará eso. Pero hay signos positivos. Por ejemplo, los equipos llevan más de tres meses reuniéndose y han avanzado en una agenda programática. Tal vez entre ellos, no todos estén de acuerdo. Pero es curioso que una vez que se ha adelantado el trabajo, a nosotros nos ha resultado relativamente fácil conversar. Para trabajar juntos nos ha ayudado mucho mirar hacia atrás y encontrar que aplicamos el precepto de construir sobre lo construido.

C.O.T.- ¿Han podido detectar qué espera la gente de ustedes?

A.M.- Sí, claro. La gente adivina que aquí se está incubando un partido-partido con todas las sorpresas que eso conlleva, como la de que es una asociación entre iguales; que hay unas reglas que se están construyendo y una voluntad explícita de que ésta sea una relación de largo plazo, lo cual hace que cualquier oportunismo, pequeño o grande, sea desechado. Evidentemente, cuando hay avivatadas, aunque sean pequeñas, destruyen la confianza. Algo positivo que está pasando ahora, es que ninguno de los tres se las da de vivo. Eso es clave y a veces decimos: ¿Será verdad tanta belleza?

C.O.T.- ¿Pero les han dicho cómo los ven? Ustedes son raros en el panorama nacional.

A.M.- La gente está acostumbrada a que el político se promueva como una reina de belleza: soy la mejor y la más linda. De pronto dice “oiga, estos dejaron de ser reinas de belleza y están en algo distinto”. Y no se trata de cumplidos entre nosotros, sino reconociendo que en los tres gobiernos hubo un claro progreso social.

C.O.T.- Esa línea social que los une a ustedes, no parece ser la que predomina en la Colombia donde gustan las posiciones de fuerza. ¿No los verán débiles?

A.M.- Guantánamo es la respuesta del presidente Bush a los atentados del 11 de septiembre. Esas conductas influyen tremendamente y la era Bush coincidió con las circunstancias nacionales de la radicalización de la guerra contra las Farc. Nosotros éramos de la línea Obama antes de que Obama fuera visible.

C.O.T.- El fenómeno Obama y el de los “trillizos” compaginan después de una era muy dura en materia de seguridad. ¿Cree que viene una época de “humanismo”?

A.M.- Sí. De fe en el Estado de Derecho y de respeto a la Constitución. No le extrañe que algún día icemos una bandera blanca donde escribiremos la Constitución en letra pequeña.

C.O.T.- (Risas) ¿Lo han pensado o se le acaba de ocurrir?

A.M.- Lo hemos pensado, pero se hará en un momento hito.

C.O.T.- Este proyecto, que es políticamente válido, ¿cómo se concreta? ¿Cómo llegan los votos?

A.M.- En Bogotá la gente no sabía lo que íbamos a hacer. Pero lo entendió cuando continuamos las tareas y los esfuerzos. Aun existiendo énfasis distintos entre nosotros, se preservaron los avances y ninguno se dedicó a desmontar lo anterior sólo porque era del otro. Casos como este deberían calmar la angustia asociada a la personalización del poder en el presidente Uribe, por ejemplo. Bogotá aumentó la confianza en los alcaldes, es cierto. Pero también aumentó la confianza en las instituciones, en los servicios que presta el Distrito e incluso en la imagen del funcionario mismo. Ése es un buen ejemplo. Por el contrario, los costos de la desconfianza son enormes.

C.O.T.- Ustedes están buscando un partido y lo necesitan para poder actuar en el marco que se requiere hoy. Si encuentran una organización política disponible pero con objeciones éticas (como se dice que las tiene el Partido Verde), ¿qué harían?

A.M.- La respuesta corta es iniciar procesos de purificación. Es posible que inscribamos candidaturas o listas con firmas, pero tal decisión implicaría un esfuerzo enorme. Ahora, creemos que si hay que hacerlo, la ciudadanía lo entendería porque representamos un tipo de gobernante que se siente técnicamente calificado, que es innovador y que es capaz de convocar el ánimo de los demás. Confío en que la gente nos apoyaría logrando que se salgan las personas involucradas o pidiéndoles a éstas que hagan una reflexión de autocrítica.

C.O.T.- Se ha dado por cierto que ustedes tres entraron en una especie de división de trabajo: la aspiración a la alcaldía, sería de Peñalosa; la aspiración a la Presidencia, de Garzón, y usted estaría aspirando al Senado. ¿Eso es cierto?

A.M.- No. En las entrevistas más bien cada uno de los tres ha descartado algo. Hay una especie de causa colectiva y estamos abiertos a la optimización de esa causa.

C.O.T.- ¿Importa más esa causa que la ubicación de ustedes?

A.M.- Sí. Garzón ha sido generoso diciendo que se ha presentado como pre-pre-precandidato, pero subrayando que puede ser utilero. Ni Peñalosa ni yo nos vemos fácilmente en el Congreso.


C.O.T.- ¿Es muy pesado el ambiente para ustedes?

A.M.- El lío es que cuando uno está en el Ejecutivo, tiene un control de las reglas del juego y de los jugadores, y si usted toma la decisión de que la ley es la ley, y de que no va a haber concesiones culturalmente aceptadas ni atajos, se tiene un control relativamente alto sobre la ética del proceso. Imagínese tratando de argumentar en un escenario donde la gente no está pensando en los argumentos, sino en qué le van a dar a cambio del voto.

C.O.T.- Entonces, ¿dónde se ven? Es indudable que ustedes pueden influir, pero si tienen cargos de elección popular lo harán sobre bases concretas.

A.M.- Hay algo de tiempo para tomar decisiones y para vincular a la ciudadanía a nuestras decisiones. No descarto que hagamos una encuesta y lo que la ciudadanía diga o prefiera será acatado por nosotros tres.

C.O.T.- Si van a tener listas al Congreso y a los concejos en las ciudades, ¿a través de cuáles mecanismos escogerán a sus candidatos?

A.M.- Está en construcción la que vamos a llamar “red de confianza electoral”. Es un reto enorme en relación con la elección de la Cámara de Representantes. Nos hemos atrevido a zonificar el país en 170 ‘territorios de confianza’ y tratamos de que en cada uno de ellos surja por lo menos un buen candidato, o sea una persona que despierte confianza. La ventaja es que hay peñalosistas, luchistas y visionarios en muchos sitios de Colombia. Siempre hay algo de posibilidad de que engañen a uno, pero que engañen a los tres es más difícil. Queremos que la propia gente se haga la pregunta en la localidad, en el municipio, en el grupo de municipios. ¿Quién es confiable? ¿A quién le dejarían sus hijos? La meta es conseguir a diez personas promedio por zona de influencia, que sean visiblemente confiables.

C.O.T.- Entonces no están tan despistados en materia de organización política…

A.M.- Hemos avanzado sobre la relación confianza-territorio. Hoy por hoy los elegidos responden a una clientela que no tiene territorio. Y creemos que a las Farc también se les gana políticamente compitiéndoles ‘zanahoriamente’. No se trata de sacarlas a bala, sino de decirle a la gente que hay un canal zanahorio de representación. Evidentemente habrá unos de los 170 territorios donde todavía la acción militar es prioritaria, pero así como se habla de que la guerrilla aprovecha la ausencia de Estado, uno podría decir que los grupos armados también se han alimentado de la ausencia de política, o por el contrario, de la presencia de una política perversa.

C.O.T.- ¿Qué respuesta han tenido?

A.M.- No hemos comenzado todavía. Hemos pretendido ser cautos por el momento con el lanzamiento de la red. Está en pruebas. La dirección es confianzaelectoral.com.

“El destape del cinismo”

Cecilia Orozco T.- Fue aprobada la realización del referendo, ¿qué opina de esa aprobación?

Antanas Mockus.- Hoy existe la hegemonía de un bloque grande de sectores conservadores de la sociedad que antes se expresaba políticamente de manera un poco tímida y que por eso adoptaba, de dientes para fuera, un discurso progresista. Ese sector, que era vergonzante, se escondía porque se sentía débil en público. Parte de lo que pasó en los últimos siete años es que su pensamiento salió a flote ahora, en una especie de alianza explícita y no vergonzante, con una clase política que se reproduce vía puestos y contratos. Por esto dirigentes pro reeleccionistas protestan en voz alta porque no les dan suficientes puestos, incluso aduciendo problemas de equidad. Llamo a ese fenómeno el destape del cinismo.

C.O.T.- ¿Ellos están orgullosos de su comportamiento?

A.M. - Así es, aunque en ese bloque hay gente correcta. Lo terrible es que tolera que otros que no son tan presentables, hagan a su nombre reclamos como los que le he mencionado. Es decir, hay personas bien intencionadas, pero atrapadas por el éxito del uribismo. Tal vez como los resultados son relativamente buenos, se tragan el sapo de los métodos.

El colmo del camaleón

C.O.T.- A su juicio, ¿han tenido éxito quienes han querido desprestigiar la función judicial de las cortes?

A.M.- Sí, esa campaña ha tenido su efecto. Pero también hay otro positivo: el de la autoridad. La Corte Suprema se atrevió a investigar a los congresistas ligados a la parapolítica y hay gente que se aferra a esa esperanza. Lo que le da carácter de Estado de Derecho a Colombia es la independencia de las cortes, y eso le sirve incluso al propio Gobierno. En el caso de este último, es interesante su dramática persistencia en no dejar ningún cabo suelto. Hasta en el tema de los hipopótamos cuadraron la visita de dos expertos que concluyeron que hay que castrar o matar a los animales. Hay una capacidad enorme de luchar, palmo a palmo, por legitimar las acciones gubernamentales.

C.O.T.- ¿Qué pasa entonces con las leyes? ¿Se subordinan al éxito?

A.M.- Eso es lo que está pasando. La gente supone que el Gobierno tiene explicaciones para todo o que va a manejar las consecuencias de lo que haga. Además, como la causa última, que es derrotar a las Farc, es tan deseable, termina por creer que el fin justifica los medios y premia a quien utiliza los medios indebidos. La gran pregunta es ¿hasta dónde puede llevarnos eso? Un cuento soviético dice que el colmo del camaleón es cerrar los ojos mientras el otro camaleón cambia de color.

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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