Publicidad

“Tenemos sangre en los ojos”

En contra de su voluntad, el pueblo americano se mira al espejo con la perturbadora obra, inspirada en las torturas de Abu Ghraib, que Fernando Botero llevó al corazón de Estados Unidos. Reacciones después de dos semanas de la exposición.

Álvaro Corzo / Washington
20 de noviembre de 2007 - 11:53 a. m.

"Esto es un encuentro de frente y sin anestesia con el sadismo y la perversidad humana. Nos obliga a reflexionar sobre nosotros mismos y sobre la guerra que se pelea en nuestro nombre. Deberíamos sentir vergüenza colectiva por estos hechos", comenta con lágrimas en los ojos Carol Lynden, madre de un soldado caído en combate en Irak, a la salida del Museo Katzen de Washington, donde se exhiben las polémicas piezas de Fernando Botero.

Caras pálidas y angustiadas, ante los enormes óleos que no dejan nada menos que desolación, transforman la sala en una escena de un crimen donde una extraña atmósfera de indefensión arropa a quienes la recorren. "Y no es para menos", comenta Jack Rasmussen, curador del museo: "Esta exposición es un golpe en el estómago a la moral de un pueblo puritano o que de algún modo profesa serlo". Y es allí donde Botero acierta, al ofrecer al perpetuador como víctima para que sea devorado por sí mismo, "¿a quien le va a gustar eso?", se pregunta Rasmussen.

Una larga espera

Fue por esta razón que las 75 piezas, entre óleos, sanguinas y dibujos en lápiz, tuvieron que esperar casi dos años para llegar a una galería en los Estados Unidos. Hasta la fecha sólo habían tenido un paso fugaz y discreto por Nueva York y por la Universidad de Berkeley en California, pues como lo admite el propio Rasmussen, "la autocensura se dejó ver. Había mucho miedo en el círculo del arte por la reacción que la gente pudiera tener".

Sin embargo, tomando el riesgo y desdeñando todo instinto de preservación, la prestigiosa American University decidió dar un paso adelante y recibir la colección de Abu Ghraib. "Al igual que Botero, coincidimos en lo trascendental de que el público americano viera este trabajo, pues ya que fueron americanos los que cometieron estas atrocidades, no mostrarlas nos haría cómplices de algo que se hizo en nombre de todos", concluye el curador Rasmussen.

Con su estética particular y colorida, la serie de pinturas enseña hombres desnudos, amordazados de pies y manos; prisioneros golpeados, orinados y sodomizados de las formas más crueles e inhumanas posibles. Es, en definitiva, una escandalosa escena de sangre y barbarie difícil de olvidar.

Las piezas, que le tomaron 14 meses de incesante trabajo al antioqueño, son consideradas como un ataque claro y directo a los cimientos de una moral colectiva basada en un patriotismo enceguecedor y alcahueta. Así lo explica monseñor John B. Brady, de la arquidiócesis de Maryland: "Se ha engañado a gran parte del pueblo diciéndole que todo es válido por defender la soberanía y la seguridad de la nación americana. Con ese lenguaje, los políticos tratan de adormecer la moralidad colectiva desproveyéndola de toda razón", comenta.

Y es que es difícil reconocer los excesos, el dolor y la barbarie, sólo hasta cuando se tienen en frente. Así lo reconoce Dan Patterson, un veterano de la guerra de Corea, quien vivió la tortura en carne propia: "El miedo nos obliga a retroceder y tratar de negar lo que pasa". Y añade: "No somos inocentes. De alguna forma todos tenemos sangre en los ojos. Es hora de reflexionar y cambiar nuestro destino, porque el rencor es un arma de doble filo", dice mientras enseña las cicatrices que le dejaron los angustiosos tres meses como prisionero de guerra en una mazmorra al sur de la península coreana.

En el ojo del huracán

Unos días después de la llegada de la exposición a la capital del país, el Congreso ratificó por una votación de 53 contra 40 a Michael Mukasey como nuevo fiscal general de la Nación. Esta decisión ha causado malestar en distintas organizaciones defensoras de derechos humanos así como en sectores de la población civil.

Mukasey, juez federal de 67 años, se ha caracterizado por su mano dura. Como juez del distrito de Manhattan en Nueva York, llevó los célebres procesos contra los sindicados de planear los ataques a las Torres Gemelas y las Naciones Unidas en 1993. Lo que levanta ampolla es que no reconoce como tortura la técnica de interrogación conocida como "ahogamiento simulado", procedimiento prohibido por el Congreso en los años 90 pero reintroducido por la ley patriota a raíz de los ataques del 11 de septiembre, y de aplicación en la prisión de Abu Ghraib.

Para Matt Chandler, analista del Cristian Peacemaker Team, con sede en Washington, es desconcertante la doble moral que maneja la administración actual. "Por un lado nos proclamamos como los defensores de la democracia y la justicia y por el otro permitimos que este tipo de torturas sean consideradas como plausibles para alcanzar objetivos militares. Lo más grave es que sea la misma administración de justicia la que las permita". Como él hay muchos que consideran que si el país defensor de la democracia y la ley tortura, es como dar vía libre para que todos lo hagan.

Así, la decisión del Congreso llegó como un baldado de agua fría para todos aquellos que quieren superar, aún después de tres años, las imágenes que le dieron la vuelta al mundo.

Las fotos sobre la tortura de prisioneros iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib llevaron al artista de 78 años a una obsesión artística: "necesitaba sacarme la rabia, es una conducta inaceptable del gobierno de Estados Unidos", dijo Botero. Para el colombiano fue como una catarsis, afirmó ante un centenar de invitados a la gala de inauguración.

Al igual que Goya, Manet, Beckmann y Picasso, quienes hicieron frente a las atrocidades de la época, Botero se pone el overol en contra de la guerra. "Esto no es sólo una muestra del estado de inconciencia que el poder puede alcanzar sobre nosotros. Botero nos da el mensaje de valentía a toda la comunidad artística e intelectual del planeta, para que hable fuerte contra la guerra", comenta, envalentonado, el artista vasco José María Cundín, quien viajó expresamente de la costa oeste para ver la muestra del colombiano.

Hasta el día de hoy ninguno de los congresistas demócratas o republicanos han aceptado la invitación para ver las obras que estarán hasta el próximo 31 de diciembre en la capital estadounidense, antes de seguir su camino hacia México.

Mientras tanto, organizaciones de derechos humanos siguen afirmando que este tipo de atrocidades se siguen practicando en Irak, una guerra que le ha costado a Estados Unidos un total de 3.865 soldados caídos y 1,6 trillones de dólares, según un informe del Comité Conjunto del Congreso revelado este martes en Washington.

acorzo@elespectador.com

Por Álvaro Corzo / Washington

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar