Este jueves hace diez años, un operativo de 30 oficiales federales de los Estados Unidos, tras varias semanas de tensiones y debates, entró a empellones a la casa de la familia de Elián González y lo descubrió escondido y asustado dentro de un armario. El pequeño balserito, de 8 años había perdido a su madre durante su travesía para escapar de Cuba, y la custodia de su padre, en La Habana, lo había convertido en el centro de una disputa diplomática de conmovedoras proporciones entre Estados Unidos y Cuba.
Ese día, tras el operativo que dio con su recuperación, comenzó el trámite para su deportación a la isla, pese a los reclamos de sus familiares en la Florida y de miles de cubanos americanos, muchos incluso hacían guardia en la casa de los González, y que consideraban que la madre del niño había dado la vida para que su hijo llegara a suelo estadounidense.
Pero pudo más el reclamo del padre, respaldado por todo el Estado cubano, que convirtió a Elián en un símbolo de la dignidad cubana. Desde entonces, poco se sabe de él. Y todavía es incierto qué tipo de eventos realizará La Habana para conmemorar los 10 años de llegada del niño, con su padre, el 28 de junio de 2000.
Ocasionalmente, el mundo se entera de Elián. Hace un año, en una ceremonia en La Habana, se hizo miembro oficial de la Juventud Comunista, y entonces fueron públicas las imágenes del niño hecho adolescente, portando con seriedad y orgullo los símbolos de la revolución. A comienzos de abril, se le vio a Elián de nuevo, esta vez como invitado especial al Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, en La Habana.