Publicidad

ATALAYA

LLAMA LA ATENCIÓN LA VELOCIDAD con la que las nuevas generaciones se aburren. Debido a la caducidad furiosa que todo tiene hoy, no hay cosa que pueda perdurar para hacer que sus seguidores la admiren con la fuerza con la que se incrustaban en el alma individual y colectiva las pasiones en el pasado.

ENRIQUE SERRANO*
16 de septiembre de 2009 - 09:47 p. m.

La sed de novedad, al parecer jamás saciada, no da tiempo para detenerse en el deleite de saborear todo aquello que ofrecía una vida provinciana, predecible y relativamente lenta. Había poca música, poco cine, pocos libros, pocos bailes, pocos espectáculos, pocas marcas. La televisión se producía a escala local en pequeñas cantidades. Los ídolos eran los mismos para todos y atraían a varias generaciones al mismo tiempo con lo cual resultaban conectadas de manera inconsciente y gratuita. Las “fiebres” se convertían en verdaderas pasiones que podían durar años.

Hoy, en cambio, gracias a la internet se pueden descargar en un solo día tantos videos, canciones, películas, libros y hasta imágenes del pasado que creíamos perdidas para siempre. Y, sin embargo, se oye decir a los adolescentes que están aburridos porque “no tienen nada que hacer”. Varias causas pueden aducirse para explicar el desarrollo frenético de este fenómeno; el spleen de nuestros días está en todo y lo es todo al tiempo. Llena cualquier espacio, cubre cualquier superficie con su manto igualador, nada es suficientemente particular o destacable a su lado.

Para los adolescentes de hoy todo es “normal”. Cada cosa que parecía tener múltiples cualidades individuales las ha perdido sin remedio o se han reducido a una sola. Lo normal en la mente de los jóvenes es lo indiferenciado, lo entendible y hasta lo natural, pero ciertamente no coincide con lo que se solía concebir como normal, es decir, lo predecible.

Es apenas obvio que el ritmo en que se vive no es el mismo de antes. El cambio tecnológico ha tenido todo que ver con la aparición de este eterno desasosiego, testimonio de una ansiedad jamás curada y expresión de una tendencia que lleva al desánimo a aquello que, en otras condiciones, llevaría a producir el efecto contrario. Para sacar partido de esa invasión de imágenes y ruidos, se requiere entusiasmo y paciencia inagotables, de las que esta época de la historia parece carecer.

No obstante, el hecho de andar buscando en cada cosa algo interesante y novedoso ha logrado que estas generaciones sean más audaces y decididas que cualquiera de las anteriores. La cantidad de información a la que pueden acceder es significativamente mayor, y quienes saben cómo utilizarla alcanzan cotas geniales en la apropiación del mundo. Entre tanto, y sin descanso, el tedio reina entre los jóvenes como bendita maldición, y se enorgullecen de ello, de modo que no hay qué pueda ni quién pueda divertirlos o conmoverlos, y menos cautivarlos hasta la emoción, sin que caiga ese mismo día en la caducidad rampante. Más fuerte que esto ha sido la superabundancia de información.

Pero, en realidad no hay de qué preocuparse: todo esto es “normal”.

* Escritor y docente de la Universidad del Rosario.

Por ENRIQUE SERRANO*

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar