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El milagro de Barcelona 1992

A los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 llegó Colombia con 53 atletas y decenas de periodistas, muchos de ellos de fútbol, que extrañamente se interesaban por los Juegos Olímpicos.

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El Espectador
13 de mayo de 2012 - 08:23 p. m.
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El motivo era claro: la selección, bajo la dirección de Hernán Darío Gómez, había clasificado, con una constelación encabezada por talentos como Faustino Asprilla, Miguel Calero, Víctor Hugo Aristizábal e Iván René Valenciano, y luego de una impactante campaña en el Preolímpico de Suramérica. El equipo, que prometía llegar lejos y, tal vez, obtener una medalla, fue el centro de la atención de la mayoría de comunicadores que nos acompañaron.

Entretanto, el resto de atletas nacionales llegaron a Barcelona, en el silencio de la discreción mediática de otras disciplinas diferentes al fútbol. El fracaso del equipo de Gómez fue estruendoso. Fue tal la vergüenza que provocó, que su propio técnico expresó que sus jugadores “parecían unos gordos trasnochados”.

Se había desplomado la razón del viaje de muchos periodistas, que quedaron virtualmente ‘cesantes’, con cupos comerciales vendidos para esos efectos y frente a unos juegos que no prometían mucho, según su real saber y entender. Entonces se unieron a los demás comunicadores que habían ido por ‘todos’ los juegos y no sólo por una disciplina.

De pronto llegó el gran milagro de Barcelona 1992, que justificó la presencia de todos, un milagro llamado Ximena Restrepo.

Nunca antes en la historia del certamen, algún deportista había llegado a una final en atletismo. Ximena lo hizo en los 400 metros, hazaña de por sí meritoria, así hubiese sido la última en esa instancia, debido al altísimo grado de dificultad por la universalidad de nuestro deporte base.

Automáticamente, los periodistas de fútbol y, desde luego, los demás, se congregaron en grandes cantidades alrededor de la corredora paisa, a quien acompañaron con un especial fervor patriótico, que demostraron en sus narraciones.

El 4 de agosto, Colombia presenció una de las más grandes —para mí, la máxima— hazañas de su historia, por obra del bronce alcanzado por esta consagrada, disciplinada y vehemente paisa, que nos hizo vibrar durante menos de 50 segundos, que fueron la antesala de una eterna felicidad para el deporte colombiano.

Esos segundos fueron los mismos que reunieron a su alrededor a varios apreciados periodistas expertos en fútbol, que debieron cambiar su historia en Barcelona 1992, para acompañar y narrar esos indescriptibles momentos de gloria protagonizados por Ximena.

Por El Espectador

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