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Santos debe tomar decisiones claves

Gustavo Petro, ex candidato presidencial, analiza los 100 días del nuevo gobierno.

Gustavo Petro
13 de noviembre de 2010 - 08:58 p. m.

Vamos hacia una reconfiguración de la política colombiana, delineada precisamente en estos cien días. El mundo de la industria y de las finanzas cierra filas alrededor de Santos y lo ubica como el dirigente capaz, a diferencia de Uribe, de abrirles los mercados de Venezuela, EE.UU. y Ecuador.

Con ellos el liberalismo, Cambio Radical y parte de la U podrían reconstituir el viejo Partido Liberal con un programa que articula muy difícilmente neoliberalismo, hoy en crisis mundial, con reformas relativamente avanzadas en la tierra y la reparación de las víctimas de la violencia, sin las cuales no es posible la articulación plena de Colombia a los mercados del mundo; como bien lo entendió la sociedad colombiana cuando observó que Chávez cerraba mercados pero que Bush no podía abrir el suyo al empresariado.

El uribismo duro se queda con Uribe y comienza a sabotear las reformas en materia de reparación de víctimas del Gobierno. Este uribismo termina por representar, de facto, los intereses de los grandes latifundistas y los usurpadores de tierras, que hoy mantienen poder económico, político y militar, tanto legal como ilegal. El mundo de los usurpadores de la tierra se balcaniza en la violencia y ha hecho ascender la espiral de homicidios en Medellín; Antioquia, Córdoba y el Pacífico: Los líderes de víctimas caen asesinados en sus regiones. Estos sectores intentarán acumular el máximo de poder local en las próximas elecciones para desde allí detener el Gobierno.

Las alternativas al Gobierno también se reconfiguran, un sector de la izquierda democrática comienza a percibir que Santos no es Uribe III y que la oposición a ultranza sólo le daría fuerza al uribismo duro para detener las reformas en materia de tierras; vieja reivindicación de toda la izquierda, y que a partir de la tímida reforma del Gobierno podría desencadenar un verdadero proceso de reconciliación nacional.

El Partido Verde aclara más su destino en el ambientalismo y se aleja del neoliberalismo; Peñalosa navega entre éste y Uribe. La propuesta del Encuentro Progresista como espacio de aglutinación de las alternativas democráticas y como interlocutor fuerte con el Gobierno podría aislar tanto el uribismo duro como la izquierda no democrática del escenario de la política, y propiciar que las reformas planteadas no retrocedan en medio de la violencia.

Santos debe tomar ahora decisiones claves: deslindarse de Uribe en forma explícita antes de que éste le ahogue su proyecto. Encaminar la política de restitución de tierras hacia la reconciliación, lo que le implica variar la política antinarcóticos y el modelo de desarrollo para impulsar la producción e industrialización de alimentos, y por tanto construir un nuevo diálogo con los EE.UU. y Latinoamérica basado en la salida del conflicto.

Por Gustavo Petro

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