Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En 32 veredas de cuatro municipios de la estratégica región del Sumapaz, donde hasta hace algunos años el conflicto armado entre las Fuerzas Militares y la guerrilla de las Farc era la preocupación mayor de sus habitantes, ha surgido en los últimos meses un nuevo dilema que ahora divide a sus pobladores: la expectativa de construcción de un proyecto hidroeléctrico a lo largo de 50 kilómetros del río Sumapaz, a través de cual la compañía generadora y comercializadora de energía Emgesa pretende crear ocho minicentrales con capacidad total de 156 megavatios.
Inicialmente, en 2008, el proyecto pretendía construir 14 minicentrales y un embalse, y se incluía en la iniciativa al municipio de Arbeláez. La particularidad del embalse planeado en la zona de La Unión, del municipio de Cabrera, creó alarma entre la gente. Sin embargo, a partir de un replanteamiento en los estudios técnicos, se dispuso que sean tres cadenas de generación de energía sin embalse. Es decir, sin la necesidad de inundar un metro de tierra. Aun así, el escepticismo se mantiene.
En concreto, la propuesta de la firma Emgesa, que ya conoce el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y que ha sido socializada con las comunidades del área elegida, es que el proyecto hidroeléctrico se desarrolle a lo largo de 50 kilómetros del río Sumapaz, entre la desembocadura del río San Juan y la quebrada Las Lajas, en una región donde hoy están asentados los municipios de Cabrera, Venecia y Pandi, del departamento de Cundinamarca, y el municipio de Icononzo, en Tolima.
Obviamente, la mayor inquietud es el componente ambiental, pues a pesar de que no se trata de un proyecto de las proporciones de El Quimbo, en el Huila, que tanta polémica ha desatado en el país, en el proceso de investigación científica al que está obligado la empresa de energía se reconoce que, de todos modos, “ocasionará alteraciones en los hábitats terrestres y acuáticos en diferentes tramos del río Sumapaz”. Por eso ve necesario realizar un diagnóstico de impactos en el ecosistema, incluyendo muestreos de flora, peces y otras especies.
Este último diagnóstico ya está en marcha, lo mismo que el de factibilidad, ambos a cargo de la firma Ingetec S. A. Lo presupuestado es que el documento esté listo antes de terminar el año. Sólo así la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) podría dar vía libre a la iniciativa. No obstante, al margen de los trámites legales, como ocurrió en otras regiones del país, organizaciones sociales de los cuatro municipios ya están promoviendo foros o planeando fórmulas de protección, para que las comunidades no terminen afectadas.
De hecho, hace algunas semanas, en el municipio de Cabrera, se reunieron más de 600 personas de distintas veredas para debatir lo que llamaron ‘Foro en defensa del agua, la vida y la supervivencia en el territorio’ y de qué manera deben preservar la vocación agrícola de la región. No sólo para socializar el debate, sino también para garantizar que si se ejecuta el proyecto hidroeléctrico, éste no vaya a perjudicar la producción alimentaria, pues debe recordarse que esta es una zona de reserva campesina, por tanto, protegida legalmente.
Debido a la trascendencia del proyecto y su cercanía al páramo de Sumapaz, considerado el más grande del mundo, además de un importante depósito de agua en el centro del país, El Espectador decidió conocer qué piensan los líderes sociales y políticos de los municipios incluidos en la iniciativa. La primera conclusión es que las opiniones están divididas. Así como hay quienes estiman que las ocho minicentrales van a crear empleo y promocionar desarrollo, hay quienes sostienen que el impacto ambiental en el río Sumapaz será enorme.
El concejal del municipio de Icononzo Víctor Manuel Márquez observó que lo más importante es partir de reconocer que el río Sumapaz constituye la principal riqueza de la región, no sólo por su aporte de biodiversidad, sino por su potencial minero. “Se dice que se va a generar energía, pero después de que se apropien del río va a ser muy difícil para nosotros”, recalcó el concejal Márquez, quien insistió en que debe medirse qué va a pasar por ejemplo en los días de verano y quién va a responder si se afecta el ecosistema existente.
A su vez, el personero de la misma localidad, Juan Carlos García, se declaró atento al resultado de los estudios en marcha, porque en su opinión debe hacerse énfasis en la posible reducción de los caudales del río. Esa es finalmente la mayor inquietud y lo admite el biólogo Pedro Martín Piñero, también oriundo de Icononzo, quien manifestó que la preocupación de la gente es el río que, con ocho microcentrales, sólo va a dejar la sensación de aguas entubadas, sin que sea claro si realmente es necesario el proyecto para producción de energía.
En el municipio de Pandi al menos el alcalde Néstor Parrado no le ve mucho lío. “Se pensaba que se iba a hacer compra de predios para inundación, pero si no va a ser así, no le veo ningún problema al proyecto. En el fondo nos traería recursos y obras de infraestructura. Si hay un buen manejo ambiental, no podemos satanizar la idea”. Con cierta prevención, la presidenta del Concejo Municipal, Martina Méndez, sostuvo que lo mejor es entender bien de qué se trata el asunto antes de opinar.
En cambio el personero de Pandi, Arnold Pardo, sí es de la línea del no rotundo a la iniciativa. “No queremos que se construya la hidroeléctrica. Hoy del río Sumapaz nos beneficiamos para los riegos de los cultivos, para el ganado, para el consumo en las mismas fincas. No podemos perder la potestad sobre el río. Esa sería una forma de privatizar el Sumapaz”.
En Cabrera también son más las dudas que las certezas. Marcela Castiblanco, líder del proceso de reactivación de la zona de reserva campesina, resaltó que la región escogida es una zona de amortización del páramo de Sumapaz y que además es un ecosistema muy sensible que ante una intervención de ingeniería podría generar cambios biológicos. Una postura que en general cuenta con el respaldo de la mayoría de los integrantes del Concejo Municipal y de voceros de organizaciones sociales asentados en la región de Cabrera.
Por ejemplo, el concejal Miguel López manifestó que en el municipio no existe siquiera la posibilidad de recibir un número elevado de obreros. “Nuestra economía se mueve alrededor de los núcleos campesinos. Además se dice que habría mano de obra calificada, lo que significa que sería gente de afuera. El otro punto es que se habla de un efecto ambiental mínimo, pero ocho microcentrales no son poca cosa. Van a necesitar enormes túneles y quién garantiza que no se van a secar fuentes de agua”.
En cuanto a la empresa Emgesa, promotora del proyecto, una y otra vez les ha venido diciendo a las comunidades que las tuberías no van a superar los 20 kilómetros. Según sus expertos, por ejemplo la cabecera de Cabrera no va a tener afectación alguna e incluso, el agua terminaría más oxigenada. Podría existir disminución del caudal en algunos trayectos, pero se regularía dentro de las metodologías establecidas por el Ministerio de Ambiente, sin afectar el uso que hoy se le da al agua.
Estudios preliminares de Emgesa concluyen que el río Sumapaz no es usado para la navegación y los niveles de pesca no son mayores. El principal uso es para el riego y esa opción seguirá vigente. Además, han insistido los expertos de la firma ante las comunidades que el páramo está a 20 kilómetros de la zona elegida y el parque natural no se toca para nada. Es un proyecto en 32 veredas donde hay 7 mil personas, pero que en el fondo van a recibir beneficios legales y la garantía de que los estudios de impacto ambiental serán obligatorios.
Emgesa ha insistido en que más allá de 10 familias no será necesario mover a nadie, pero se requiere superar los malentendidos actuales, porque los impactos serían alguna reducción de caudales o presión migratoria, pero los beneficios llegarían al ingreso de transferencias, el cuidado de las microcuencas, empleo y oxigenación del río. En su criterio, es tecnología limpia con respecto a las áreas protegidas. Tampoco habrá uso de químicos, como se está rumorando. En pocas palabras, se trata de manipular el agua, pero no cambiarla.
El tema está cobrando audiencia. El reciente foro del agua, organizado entre otros por el líder de Cabrera Ferney Bautista, demuestra un interés en ascenso. Por ahora lo que se espera es que antes de concluir el año queden los estudios listos. En ese momento empezaría el trámite de la licencia ambiental, que puede tardar un año. En total, la obra no quedaría lista antes de seis años, eso si se cumplen todos los requisitos de ley. Sin embargo, por tratarse del Sumapaz, un tesoro natural de Colombia, ya el debate se comienza a proyectar al ámbito nacional.
La posición de los expertos
El experto en energía Germán Corredor, de la Universidad Nacional, sostiene que en el modelo de microcentrales se toma agua de un río en un sitio para depositarla más adelante, a poca distancia. En ese sentido, el impacto ambiental es mucho menor que el de una central grande, básicamente porque no se inundan tierras.
En total, se busca generar 156 megavatios de energía, con un promedio de 20 megavatios por central. A manera de comparación, la hidroeléctrica del Guavio genera hoy 1.250 megavatios y la de El Quimbo generaría 400 megavatios. La de Sogamoso está prevista para 800 megavatios.
De todos modos, un reciente estudio del Ministerio de Ambiente encontró que el río Sumapaz es hoy una fuente hídrica determinante en el ecosistema de la región. Hay zonas de bosque, cauces de otros ríos, quebradas y humedales, y un relieve de colinas, montañas y valles: un emporio natural sujeto a la modernidad.