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En el municipio de Caucasia, epicentro de la región del Bajo Cauca y el Alto San Jorge, entre los departamentos de Antioquia y Córdoba, funciona uno de los centros de negocios más grandes del país para la compra, venta y distribución de ganado. Se trata de la sociedad Subasta Ganadera de Caucasia S.A., Subagauca, que, según recientes reportes, comercializa el 25% de los bovinos de la región y desarrolla una bolsa de negocios que ha multiplicado la actividad, incluso a través de internet.
Su centro de operaciones está ubicado en el coliseo de ferias de Caucasia, en el kilómetro 1 de la vía a Montería (Córdoba). La empresa se constituyó en diciembre de 1998 y fue inscrita en la Cámara de Comercio de Caucasia un mes después. Según sus registros mercantiles, en la actualidad la sociedad posee un capital de $4.397 millones dividido en 60 mil acciones. En diez años de actividad, Subagauca transformó el concepto de la subasta tradicional y hoy es líder en la comercialización de ganado.
Sus logros económicos están debidamente acreditados, pero lo que hasta ahora se conoce es que al sector financiero, en cumplimiento de sus obligaciones legales, le ha venido preocupando el exagerado crecimiento económico de Subagauca en los últimos años, razón por la cual las autoridades ya tienen conocimiento de algunas peculiaridades en el manejo de sus fondos bancarios, y examinan con lupa si tales transacciones y movimientos de dinero pueden estar relacionados con actividades ilegales.
Los reportes son contundentes. Entre 2003 y 2009, la empresa registra 19.255 consignaciones en efectivo por valor superior a los $180.000 millones y 16.249 operaciones de retiros en efectivo por valor superior a los $191.000 millones. A estas cifras se suma un dato aún más extraño. En el mismo período analizado, la empresa Subagauca realizó 2.732 operaciones con montos muy cercanos al umbral de reporte financiero. En otras palabras, múltiples transacciones menores a $10 millones.
Esta práctica, entre los entendidos en la materia, se le suele denominar “pitufeo”, y esta calificación obedece a que las instituciones financieras, legalmente están obligadas a reportar a las autoridades toda transacción superior a los $10 millones. En el caso de Subagauca, entre 2003 y 2009 presenta 2.732 operaciones por valor total de $26.224 millones, todas por montos entre $9 millones y $9,9 millones. Un comportamiento que resulta dudoso y que para las autoridades financieras es tan importante como los reportes que se hacen por más de $10 millones.
Pero hay más, los incrementos en el patrimonio bruto de Subagauca S.A. durante los últimos años, según se deduce de las declaraciones de renta aportadas ante las autoridades tributarias, revelan un asombroso crecimiento. Entre 2001 y 2007 la empresa pasó de poseer un patrimonio bruto de $1.210 millones a uno de $44.313 millones, es decir, una variación porcentual de 3.562%. En otras palabras, en los últimos tres años analizados, el patrimonio bruto de Subagauca se duplicó año tras año.
En particular hay un año en el que se rompieron los registros de utilidades. Se trata del consolidado financiero del año 2006-2007. Los ingresos brutos pasaron de $3.173 millones a $6.993, es decir, un incremento del 118%. No existe un negocio paralelo con tan alta rentabilidad, y según los análisis de la Federación Nacional de Ganaderos (Fedegán), aunque los productos pecuarios han tenido una tendencia creciente entre 1995 y 2008, sólo a partir de 2004 el sector de venta de animales para sacrificio de ganado se ha venido recuperando.
Sin embargo, lo más interesante de los reportes financieros respecto a la firma Subagauca es que, sin figuración en su junta directiva, representación legal o revisoría fiscal, aparecen dos socios conocidos de tiempo atrás: los hermanos Jorge Luis y Juan David Ochoa Vásquez, antiguos integrantes del denominado cartel de Medellín, quienes saldaron sus cuentas judiciales gracias a la política de sometimiento a la justicia del gobierno de César Gaviria en 1990, al igual que su hermano Fabio, extraditado a Estados Unidos en 2001.
Jorge Luis Ochoa Vásquez, nacido el 3 de agosto de 1949 en Medellín, es socio de la empresa Subagauca, pero Carlos Mario Vélez Betancourt actúa en su nombre y representación. Según conoció El Espectador, además la identidad de Jorge Luis Ochoa fue relacionada en un reporte financiero conocido como Liapos, entregado a la Fiscalía General de la Nación en agosto de 2008. En dicho informe también se registran las crecientes utilidades económicas de María Lía Posada Echeverri, la madre de sus dos hijas.
Según información financiera, Jorge Luis Ochoa Vásquez de tiempo atrás se define como “comisionista en venta de ganado”. Posee una cuenta corriente, nueve tarjetas de crédito y varios productos financieros. Tiene cinco predios en el departamento de Antioquia, en los municipios de Jericó, San Pedro y San Juan de Urabá. Entre 2001 y 2002 sus ingresos mostraron un crecimiento del 318 y 305%, respectivamente. En contraste, entre los años 2002 y 2003, sus ingresos cayeron en más del 80%.
En cuanto a Juan David Ochoa Vásquez, nacido el 20 de mayo de 1948 y también socio de la empresa, aunque en su nombre actúa Óscar Cadavid, está registrado como un hombre dedicado a “la actividad pecuaria no especializada”. Es titular de una cuenta de ahorros, posee tres tarjetas de crédito y registros de varios productos financieros. En cuanto a sus ingresos a partir de 2001, presenta un crecimiento del 256% entre 2002 y 2003 y el 189% entre el 2005 y el 2006.
De alguna manera, los hermanos Jorge Luis y Juan David Ochoa están relacionados con María Lía Posada, también vinculada en el reporte financiero Liapos. Hoy esta mujer, que registra como oficio la actividad pecuaria especializada, posee 11 cuentas corrientes, 12 tarjetas de crédito, 10 obligaciones financieras y un leasing. Posee seis predios en Medellín y Rionegro, significativos incrementos patrimoniales en los últimos ocho años, y hasta la compra de una camioneta Porsche modelo 2008 por valor superior a los $260 millones.
Entre otros miembros de la empresa aparecen José Bayron Piedrahíta Ceballos y Jesús Antonio Restrepo Aristizábal. El primero, natural de Bello (Antioquia), además de sus múltiples productos financieros y millonarias consignaciones en efectivo, se destacan cinco transacciones notariales entre 2002 y 2009 por valor superior a los $2.400 millones. En cuanto a Restrepo Aristizábal, nacido en noviembre de 1927, también registra numerosas transacciones en efectivo y productos financieros. Ambos aparecen en un reporte de operaciones sospechosas en 2002, conocido como Conexión Cinco.
Asimismo, como revisor fiscal de la empresa figura Miguel Ángel Ospina Ospina, nacido en 1970 y contador de Medellín. El año pasado registró dos transacciones notariales en Medellín por valor de $1.200 millones. Según informes de las autoridades, Ospina Ospina fue incluido en un informe de operaciones sospechosas, clasificado como Potasio, en junio de 2005. Junto a él aparece Carlos Mario Vélez Betancourt, representante legal y accionista de Subagauca S.A., nacido en diciembre de 1964 y poseedor de un apreciable capital.
Carlos Mario Vélez Betancourt es dueño de un almacén de productos veterinarios en Caucasia, es titular de 15 cuentas de ahorro y siete tarjetas de crédito, posee 33 obligaciones financieras y cuatro de leasing. Entre 2003 y 2009 realizó 116 consignaciones en efectivo por valor de $2.088 millones y 368 operaciones de retiro por $3.442 millones. Sus incrementos patrimoniales son altos así como sus transacciones notariales y cambiarias.
La empresa Subagauca S.A. está asociada a otras firmas asentadas en la región: Insugan Ltda., domiciliada en Caucasia con millonarios dividendos en su actividad de fabricación o importación de maquinaria agrícola; Agrogan Caucasia Ltda., igualmente asentada en el mismo municipio y dedicada al comercio de productos farmacéuticos, y la empresa Frigorífico del Cauca, constituida en el vecino municipio de Cáceres, con cuantiosas utilidades derivadas del sacrificio de ganado y venta de carne.
Las enormes cifras de esta cadena empresarial, en una región donde hoy se libra una verdadera batalla campal entre distintas bandas del narcotráfico, hoy tienen escarbando a las autoridades. Incluso, El Espectador se enteró de que la justicia estadounidense también está revisando el tema. ¿Han vuelto a reincidir en sus viejos negocios ilegales los hermanos Jorge Luis y Juan David Ochoa Vásquez? ¿Cómo pueden explicar sus millonarios ingresos? La justicia tiene la palabra.
La guerra del narcotráfico en el Bajo Cauca antioqueño
Desde hace décadas la región del Bajo Cauca, en Antioquia, soporta el rigor de la violencia. Después del acoso guerrillero en los años 70, de la mano del narcotráfico, el paramilitarismo se hizo amo y señor en la zona.
Fue así como en la región de El Bagre, Caucasia, Zaragoza, Tarazá, Cáceres o Nechí, primero se formó el imperio de Carlos Mario Jiménez, alias ‘Macaco’ y luego el de Ramiro Vanoy, alias ‘Cuco Vanoy’.
Con el paso de los años, no sólo desplazaron a los campesinos y se quedaron con sus tierras, sino que constituyeron el bloque Mineros de las autodefensas, que se desmovilizó en enero de 2006. Tras ellos quedaron vastas zonas sembradas de coca.
La guerra sigue, pero los enemigos son las bandas de Urabá y ‘Los Paisas’. El detonante era Daniel Rendón, o ‘Don Mario’, pero tras su captura la violencia sigue. Hoy, el Bajo Cauca es la tercera región en producción de coca en el país.
Las imputaciones de ‘Popeye’
El pasado mes de agosto, al cumplirse 20 años del asesinato de Luis Carlos Galán, uno de los principales lugartenientes de Pablo Escobar Gaviria, el confeso narcoterrorista John Jairo Vásquez Velásquez, alias ‘Popeye’, entre múltiples señalamientos, acusó a Jorge Luis Ochoa Vásquez de haber aportado dinero para el plan criminal que acabó con la vida del candidato presidencial. ‘Popeye’ dejó entrever que Jorge Luis Ochoa, muy cercano a Pablo Escobar, pasó de agache. La vinculación de los hermanos Ochoa Vásquez al narcotráfico se vino a saber a raíz del secuestro del que fue objeto una de sus hermanas. Este plagio dio lugar a que a finales de 1981 los principales jefes del narcotráfico decidieron la creación del grupo Muerte a Secuestradores (MAS), primera conexión entre las mafias de la droga y los grupos de autodefensa. De este experimento surgió el paramilitarismo que empezó a sembrar el terror desde los años 80.