
Cuando la guerra entró al territorio, las mujeres emberas ya no pudieron usar tranquilamente los ríos que circundaban el resguardo para pescar por temor a ser víctimas de violencia sexual por parte de actores armados. Fotos: César Romero, cortesía CNMH.
“Yo me acuerdo bien del desplazamiento, del paso donde mataron a mi hermano. Me acuerdo de esa situación tan terrible. Eso fue el año 2012, el año que fracasó todo. De ahí en adelante no vivimos tranquilidad. Ya no tenemos territorio ancestral. Y como todo está minado, no podemos cazar; da miedo que uno explote. Antes, cazábamos animales de monte: tatabro, guagua, venado, gurre y con tres animales comíamos un mes. Hoy los niños pasan hambre o enferman por la comida de afuera”.
Álvaro Valencia tiene 34 años, habla rápido y un poco atropellado...

Por Natalia Herrera Durán
Periodista de Investigación. Trabajó en El Espectador desde el año 2010 y durante 15 años. Le interesan los temas sociales y de denuncia.@Natal1aHnataliaherrera06@gmail.com
Conoce más