En junio de 1971, el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, declaró la guerra contra las drogas y, con ello, contra la producción de Latinoamérica, principal exportador del mundo. Desde entonces, Colombia ha adoptado políticas prohibicionistas frente a la marihuana. Cada vez más, parece ser una batalla perdida. (Le recomendamos: El pesebre de marihuana que crece en el norte del Cauca, Colombia)
Por las realidades del conflicto y de las políticas públicas, todavía se penaliza a los cultivadores de marihuana de uso recreativo. Aunque la ley admite la siembra y comercialización de cannabis con fines medicinales, sigue en la línea de la restricción el uso adulto. Sin embargo, en los resguardos indígenas, incluso con regulación de precios como cualquier economía de oferta y demanda, el negocio se expande en la clandestinidad y bajo el control de grupos armados.
Desde el pasado primero de abril, el congreso de Estados Unidos respaldó un decreto federal que despenalizó la marihuana en todo el país. Entre tanto en Colombia, el dilema representa una de las mayores fuentes de enfrentamientos entre los jóvenes y la Fuerza Pública. En Toribío, Caloto, Corinto y Miranda, en el norte del Cauca, las evidencias muestran la urgencia de cambiar los paradigmas.
