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La primera víctima de El Espectador

Roberto Camacho Prada fue la primera víctima del periódico El Espectador en su lucha contra el narcotráfico y la organización criminal liderada por Pablo Escobar Gaviria.

Redacción Ipad
19 de julio de 2012 - 05:44 p. m.

Lo asesinaron hacia las siete de la noche del 16 de julio de 1986. La investigación judicial por el asesinato no arrojó resultados convincentes y en cambio el departamento del Amazonas y su capital Leticia perdieron a un importante líder que intentó prevenir a la sociedad sobre el avance del negocio de las drogas en el sur de Colombia.

Natural del municipio de Mogotes (Santander), desde niño tuvo que sufrir los rigores de la violencia partidista. Su familia era de filiación liberal, y por esta razón su padre murió asesinado. Junto a su madre y sus hermanos, Camacho Prada abandonó la región de sus ancestros y se reasentó en el municipio de Villavicencio (Meta). En dicha ciudad, poco a poco empezó a demostrar sus capacidades como hábil empresario, y escogió como su actividad principal el sector avícola, a través de una bien organizada finca.

No obstante, cuando crecía su proyecto económico, se vio afectado por el llamado síndrome de Guillain-Barré, que le causó una larga convalecencia. En este momento, como lo destacó su hija Ángela Camacho, también periodista, demostró su capacidad de sobreponerse ante la adversidad con un inusitado afán por recuperarse y restablecer sus actividades. Cuando superó la enfermedad, ya tenía claro cuál iba a ser su proyecto de vida: reanudar sus labores pero en la lejana Amazonas.

Junto a su esposa y cuatro hijos se asentó en Leticia y, repitiendo su experiencia de Villavicencio, organizó su finca avícola a cinco kilómetros del puerto que bautizó con un peculiar nombre: “Pior es nada”. De igual manera, creó un negocio agropecuario en la ciudad, en el cual habilitó un espacio para consolidar su vocación como periodista. En pocos días, su oficina empezó a funcionar como consignataria del periódico El Espectador de Bogotá, y él mismo como corresponsal del diario capitalino.

En desarrollo de ésta última actividad, rápidamente Camacho Prada advirtió que una creciente amenaza se cernía sobre el puerto: la presencia del narcotráfico. Por eso, no dudó en señalar a quienes estaban incursionando en ese negocio ilegal, en especial a un personaje que pronto daría de qué hablar a nivel nacional: Evaristo Porras Ardila. Pero Camacho Prada no se limitó a denunciarlo en El Espectador, también lo hizo en el periódico Ecos del Amazonas que él mismo creó junto a su familia.

Cuando el entonces ministro Rodrigo Lara Bonilla empezó en 1983 a señalar con nombres propios a los narcotraficantes, rápidamente salió a relucir Evaristo Porras Ardila. Fue el personaje que utilizó el narcotráfico para tratar de desprestigiar y acallar a Lara Bonilla a través de un cheque filtrado a la campaña política del dirigente del Nuevo Liberalismo. Cuando se descubrió la trampa contra el ministro Lara y Porras Ardila ya era un sujeto conocido en el país, el periodista Roberto Camacho lo cogió por su cuenta.
No solamente en el periódico Ecos del Amazonas, o al interior de la Cámara de Comercio de Leticia, donde Roberto Camacho alcanzó a ser director ejecutivo, comenzó a denunciar a Porras Ardila, sus compinches y sus contactos con las organizaciones mafiosas. No demoraron las represalias. Le quemaron el almacén agropecuario y tuvo que refugiarse durante un tiempo en Tabatinga (Brasil). Cuando regresó a Leticia optó por dejar su finca “Pior es nada” y compró una casa en la ciudad para sus otras actividades.

Desde entonces, en las páginas de El Espectador siempre hubo espacio generoso para sus denuncias contra quienes se estaban convirtiendo en amos del comercio, propietarios del transporte o administradores de los créditos. Pero no satisfecho con estos informes, acudió personalmente a la justicia para denunciar a un excomisario que supuestamente había recibido dinero para devolver unas avionetas que el Ejército había incautado a los mafiosos. No hubo testigos que lo acompañaran en su denuncia.

A pesar de las advertencias y los consejos para que se cuidara, Roberto Camacho Prada hizo caso omiso a los comentarios. El 16 de julio de 1986, un sujeto que se encontraba oculto a escasa distancia de su casa, lo abordó cuando regresaba con su esposa de visitar uno de sus negocios, y lo acribilló sin opción de defensa.

Tenía 47 años de vida y en su multitudinario sepelio se hicieron muchas promesas de que el crimen no quedaría en la impunidad. Su familia tuvo que abandonar Leticia y el expediente terminó en el olvido.

En cuanto a Porras Ardila, fue capturado en enero de 1987, y en un momento en que al país le urgía que las autoridades aportaran resultados en la lucha contra el narcotráfico, fue presentado ante los medios de comunicación como un gran capo de capos. Con el paso de los días, se vio involucrado en otras investigaciones. Sin embargo, frente al caso Camacho Prada, no fue responsabilizado. Tampoco la justicia pudo aportar conclusiones claras de quiénes fueron los autores materiales intelectuales del crimen del periodista.
 

Por Redacción Ipad

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