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Para quienes viven cerca de la Ciénaga Grande de Santa Marta, el mangle es su mayor símbolo de resistencia. Allá no preguntan si todo está bien, sino dicen: “Ey, ¿cómo está la cosa?, ¿como el mangle?”. “El mangle”, dice John, un habitante de la región, “es nuestro mejor ejemplo de resiliencia. Germina solo, sobrevive durante meses navegando hasta que encuentra dónde instalarse y resiste lo que sea”. La construcción de la vía que comunica Ciénaga (Magdalena) con Barranquilla (Atlántico), en la década de los 50, fue la única capaz de diezmarlo. (Le recomendamos: “Pese a inversiones millonarias, Ciénaga Grande de Santa Marta está en UCI”)
El proyecto, ejecutado como una vía-dique, desconectó el flujo de agua entre la ciénaga y el mar. Años después la construcción de otra vía-dique entre Palermo y Salamina, conocida como la “Vía de la Prosperidad”, terminó de separar la Ciénaga Grande (llamada así por ser el complejo lagunar de mayor extensión de Colombia) del río Magdalena, causando un deterioro ambiental sin precedentes. Entre 1950 y 1995, la ciénaga perdió más del 60 % de su cobertura de manglar, pasando de 51.100 a 17.800 hectáreas. “El agua quedó atrapada y los suelos alcanzaron unos niveles de salinidad tan altos, que las plantas no eran capaces de resistir”, explicó Luisa Espinosa, coordinadora del programa de Calidad Ambiental Marina del Invemar.