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Desde 1986, por ley es obligatorio que en un sitio visible de sus etiquetas las botellas o cajas de licor incluyan una clara advertencia: “El exceso de alcohol es perjudicial para la salud”. Esta norma, de carácter preventivo, aunque no ha cambiado verticalmente la tendencia de los colombianos hacia el consumo de bebidas alcohólicas, sí ha modificado las preferencias por uno u otro producto. La prueba es lo que sucede con el aguardiente, que sigue siendo el trago representativo de los colombianos, pero de ser el rey del mercado hasta hace dos décadas, hoy pelea en las mesas con los vinos, los rones o los whiskies.
Por precio, el aguardiente sigue siendo más cómodo para el bolsillo, pero los estudios de mercado de la propia industria licorera reconocen que su acogida ha venido decreciendo, especialmente entre los jóvenes, quienes prefieren el trago largo o las bebidas mezcladas. Además, el aguardiente, por su condición de trago corto (fuerte), lo ha puesto en desventaja frente a sus competidores. Por eso, en su brega por conservar su condición de líder, en la última década aparecieron los aguardientes ‘Sin azúcar’, ‘Ice’ o ‘Light’, así llamados inicialmente, que como atractivo adicional prometen no engordar o atenuar los efectos del guayabo.
La primera en ponerse a tono con la moda light fue la Industrial Licorera de Cundinamarca, que desde 2003 lanzó al mercado sus productos Néctar Club y Néctar sin azúcar, con notorio éxito nacional e internacional. Un ejemplo que rápidamente fue imitado por la Industria Licorera de Caldas con su producto Cristal sin azúcar, lo mismo que hicieron en el departamento del Valle con el aguardiente Blanco sin azúcar, y hace menos de un lustro en Antioquia con el aguardiente Antioqueño sin azúcar. En otras palabras, atenuaron la crisis de la desconfianza y reinventaron parte del negocio con la tendencia light.
La evidencia de que el aguardiente sin azúcar resultó ser parte de la solución para proveedores del producto está representado en las tendencias de consumo registradas por la multinacional de investigación de mercados Nielsen. Según un reporte de ventas de aguardientes y rones entre abril de 2009 y marzo de 2010, se advierte, por ejemplo, que mientras la Fábrica de Licores de Antioquia tuvo un crecimiento del 20% en ventas de productos tradicionales, sus versiones sin azúcar crecieron en un 258%. En el Valle es más diciente la situación: los tradicionales cayeron en un 65% y los light subieron un 18%.
La fiesta light tiene de plácemes a la Asociación Colombiana de Industrias Licoreras (Acil), que reconoció que a pesar del bajón en el consumo en los últimos diez años, el aguardiente ha venido resurgiendo y en los últimos 24 meses ha tenido un significativo incremento. De acuerdo con el organismo gremial, en 2009 las licoreras comercializaron 85,3 millones de unidades de 750 centímetros cúbicos de este licor, frente a 74,3 millones vendidas en 2008. La Asociación lo expresa tácitamente y los reportes de mercado señalan que estas cifras tienen una explicación: los aguardientes sin azúcar.
¿Dónde está el secreto del repunte? ¿Qué tan light es lo light? En términos claros, la diferencia entre los productos tradicionales y los dietéticos o light radica en el menor aporte de calorías. Es decir, cuando la sociedad recibe el mensaje de que el producto que puede consumir es light, quiere decir que es más bajo en calorías, lo cual permite conservar la silueta u ocasionar menor daño a la salud. Lo mismo sucede cuando se habla de aguardiente sin azúcar. En el fondo lo que se vende es que el producto, cuya principal materia prima es la caña de azúcar, tiene menos contenido de su insumo. ¿Es eso cierto?
Con el propósito de conocer cuál es la verdad de los aguardientes light, El Espectador conoció un análisis químico especializado de la firma Lepton S. A., experta en diagnósticos físico-químicos para la industria farmacéutica de alimentos y afines, donde se concluye que en términos de lo que representa una bebida sin azúcar, el porcentaje de reducción de calorías frente a los productos tradicionales realmente es mínimo. En esencia, el proceso productivo del aguardiente es una sumatoria de agua, anís, glicerina y azúcar. Es decir, este último es la base sustancial del producto final.
De acuerdo con los expertos, en la elaboración del aguardiente, por cada litro de agua se agregan cuatro gramos de azúcar, es decir, aproximadamente una cucharada. Se supone que en el caso del aguardiente libre de azúcar esta proporción o se rebaja sustancialmente o sencillamente no se le adiciona. Sin embargo, las certificaciones de la firma Lepton S. A. demuestran que el contenido calórico de los aguardientes tradicionales y los light es casi idéntico, o de muy poca variación. La pregunta obvia es: ¿qué están comprando los consumidores? Las autoridades de salud y los organismos de control no han dicho nada.
No obstante, el reporte de Lepton S. A. dice que, por ejemplo, la reducción de calorías entre un aguardiente Cristal tradicional y uno sin azúcar es apenas del 0,9%. En el caso del aguardiente Antioqueño es aún menor, apenas del 0,5%. En el caso del aguardiente Blanco del Valle la reducción calórica es del 6,5%. Los casos más atípicos están representados en el aguardiente Tapa Roja, donde la proporción calórica es prácticamente la misma frente a su versión light, mientras que en el caso del aguardiente Néctar, de la Industria Licorera de Cundinamarca, la reducción de calorías entre su aguardiente tradicional y el sin azúcar es del 22,2% (ver facsímil).
De conformidad con estos diagnósticos surgen varias inquietudes: ¿qué dicen al respecto organismos como el Instituto de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), que, en el pasado reciente, ha tenido que atender divergencias de la misma índole por registro de productos naturales que también han alterado las condiciones del mercado? Lo cierto es que, hoy por hoy, no existe una obligación para que los productores de bebidas alcohólicas reporten los valores energéticos de sus contenidos y tampoco que incluyan en sus etiquetas cuáles son las variaciones específicas en términos de calorías de sus productos sin azúcar.
Según las normas sobre el tema, un producto light, cualquiera sea su naturaleza, debe tener un valor energético aproximado del 30% inferior respecto al producto de referencia o tradicional. Si este registro científicamente no se está cumpliendo en el caso de los aguardientes sin azúcar, ¿existen causales de publicidad engañosa? Lo único cierto hasta el momento es que sin una regulación clara frente a la disposición del contenido calórico en las etiquetas, la sociedad está creyendo en los aguardientes y rones sin azúcar, y los consume tranquilamente por el aviso, y, obviamente, por la facilidad del precio respecto a otros tragos cortos.
Por lo pronto, las empresas productoras de aguardiente sin azúcar están literalmente reinventándose el negocio, con un escenario muy halagüeño: acercarlo a los jóvenes y exportarlo con éxito, como ya se hace a través de costosas inversiones en publicidad. El aguardiente que hasta hace dos décadas era la bebida por excelencia en los establecimientos públicos y hogares colombianos, después de una caída en el consumo por argumentos de salud, está volviendo a repicar en las mesas y fiestas nacionales. Todos brindan porque consumen menos azúcar, pero se toman las mismas calorías. ¿Cuál es la diferencia?