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‘Lucas’, infiltrado en el M-19

El testigo que afecta al general (r) Iván Ramírez confesó el secuestro de José Cuesta. Hoy, este dirigente del Polo recuerda esa historia.

El Espectador
31 de mayo de 2008 - 06:36 a. m.

En agosto de 1984, tras los acuerdos de cese al fuego con el gobierno de Belisario Betancur, y luego de un año en la cárcel, el guerrillero del M-19 José Cuesta Novoa recobró su libertad. La organización dispuso que se sumara a las acciones del coordinador en Bogotá, Jaime Bermeo, alias Simón, y como eran tiempos de paz, recibió como encargo crear un campamento de distensión en el centro y suroriente de la capital.

En desarrollo de esta tarea, Cuesta empezó a ejecutar labores de pedagogía política y gestión comunitaria, vinculando a simpatizantes. Entre esos recién llegados apareció un personaje que se identificó como Lucas, quien desde el primer momento fue un activo colaborador en acciones tan disímiles como pegar afiches, organizar manifestaciones o promover encuentros públicos hasta altas horas de la noche.

Pero el M-19 siempre tuvo claro que en ese momento el proceso de paz no iba para ninguna parte. De hecho, después de mutuos provocamientos con el Ejército, la organización dispuso que un anunciado paro cívico para el 21 de junio de 1985 se convirtiera en acción insurreccional. Entonces Cuesta vinculó en su equipo a Lucas. Al término de la jornada, el guerrillero Álvaro Fayad anunció la ruptura de la tregua.

El M-19 ordenó que las milicias en Bogotá quedaran al mando de Bermeo, y Cuesta, conocido como Mario, fue designado comandante de las milicias del suroriente de la ciudad. Entre los voluntarios para volver a la clandestinidad escogió a Lucas y en uno de los primeros encuentros para enseñar el uso de las armas, él demostró una sapiencia inesperada. Cuesta le preguntó por qué sabía tanto y Lucas reconoció que había prestado servicio militar.

Hoy, José Cuesta reconoce que no sospechar de él fue un acto de ingenuidad. Lo cierto es que empezaron a realizar operativos militares y Bermeo le pidió a Cuesta el apoyo de un conductor especializado. Cuesta no dudó en recomendarle a Lucas, pero después de dos meses de operativos fallidos, Bermeo llamó a Cuesta y le dijo: “Su hombre está en cuaresma, vamos a hacerle inteligencia, creemos que es infiltrado”.

A los 15 días quedó confirmado y Bermeo le expresó a Cuesta: “Trabaja con inteligencia del Ejército”. Pero Lucas ya se había esfumado. Pasó el Palacio de Justicia, la muerte de Fayad y, ante la cercanía de la visita del Papa Juan Pablo II a Colombia, desde la clandestinidad el M-19 empezó a organizar un encuentro distrital de cristianos por la paz. Para ese efecto, los líderes de Bogotá se reunían en la sede la Juventud de Trabajadores, ubicada en el centro de Bogotá.

El 8 de abril de 1986, llegando a la sede, Cuesta vio a Lucas. Alarmado llegó al sitio y alertó a su compañero Guillermo Marín de la presencia del agente de inteligencia.

La reunión terminó rápido, pero luego de despedirse, dos de los asistentes no regresaron a casa. Al día siguiente, el periodista Antonio Hernández fue encontrado muerto de dos balazos, en la Autopista Norte, y Guillermo Marín, malherido, en un parque al occidente de la ciudad.

Antes de salir al exilio, Marín se reunió con Cuesta y le dijo: “Fue Lucas”. Entonces Cuesta se refugió en el Cauca. Regresó a Bogotá a finales de 1987, por la misma época en que fue desaparecido el jefe de la organización en Bogotá, Jaime Bermeo. El sábado 18 de junio de 1988, cuando volvía a su casa en el barrio Villa Luz, de un Renault 4 salió un sujeto apuntándole al rostro y le dijo: “Mario, no se mueva o lo mato”. Era Lucas. Entonces vinieron 20 días de secuestro, hasta que fue liberado frente a la casa de sus padres.

Todo el tiempo estuvo intimidado por Lucas, quien no se cansó de ofrecerle beneficios a cambio de que confesara dónde estaba secuestrado Álvaro Gómez Hurtado. El día que lo liberaron, Lucas fue quien lo condujo hasta la casa y, antes de regresar a la libertad, insistió: “Somos del MAS. Tiene que decir que tuvo tratamiento de hotel cinco estrellas”. Cuesta se salvó porque el M-19 condicionó la libertad de Gómez Hurtado a la de él.

Tres años después de su liberación, Lucas fue el personaje que se presentó a la Procuraduría con su verdadero nombre, Bernardo Garzón, y confesó los actos ilegales perpetrados por inteligencia militar. De su puño y letra (ver facsímil) admitió que tanto en el caso Cuesta como en el de Guillermo Marín, “la orden fue emitida por el coronel Iván Ramírez”. Pero en ese momento el oficial hacía tránsito hacia la Dirección Nacional de Inteligencia.

Después de la confesión de Garzón o Lucas —como lo ratificó una agente de inteligencia en el caso de Amparo Tordecillas—, Cuesta escribió un libro titulado ¿A dónde van los desaparecidos?, detalló el caso y luego pidió a la Fiscalía que ahondara en sus denuncias. El 31 de mayo de 2007, un fiscal especializado ante el Gaula resolvió que el caso Cuesta se tipifica como secuestro simple y que está prescrito. Cuesta, hoy dirigente del Polo Democrático Alternativo, apeló la decisión.

Por El Espectador

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