En septiembre de 2008, oficiales de inteligencia militar empezaron a escuchar conversaciones que suscitaron su atención. Estaban seguros de que oían la voz de Guillermo León Sáenz Vargas, alias Alfonso Cano, máximo jefe de las Farc. Pero lo más inquietante de sus comentarios en lenguaje cifrado fue entender que Cano estaba ordenando a los suyos la retoma de Cundinamarca. La noticia era alarmante, aunque después de la Operación Libertad, en 2003, en la región se había logrado arrinconar a los frentes 51, 53, 54 y 55 de ese grupo ilegal.
Según las Fuerzas Militares, pasaron de 500 guerrilleros a unos 50. Hace apenas una década, esos frentes habían sido los promotores de las llamadas “pescas milagrosas”, al mando de Henry Castellanos Garzón, alias Romaña, y prácticamente convirtieron en vías fantasmas varias carreteras del departamento. De hecho, la vía Bogotá-Villavicencio era un absoluto azar. Componentes del llamado Bloque Oriental, dirigido por Jorge Briceño Suárez, alias Mono Jojoy, con su cadena de secuestros y asesinatos amenazaban con llegar hasta la capital de la República.
Por eso, cuando los oficiales de inteligencia oyeron la voz de Cano dando la orden de reconquistar Cundinamarca, de inmediato se acuartelaron. Y el primero en hacerlo fue el general Jairo Herazo Marzola, comandante de la Quinta División del Ejército, quien ordenó reforzar los entrenamientos de los soldados profesionales de la Brigada 13, el Batallón Timanco, el Batallón de Alta Montaña del Sumapaz, las Fuerzas Especiales del Batallón Número 4 y la Fuerza de Tarea Omega. Un selecto grupo fue llevado al Centro de Instrucciones y Reentrenamiento en Usme, conocido como la CIR Australia.
Durante tres meses, los soldados profesionales asumieron una disciplina: ejercicios por debajo de tres grados de temperatura, combates simulados en altas horas de la noche y adversas circunstancias de lluvia intensa, neblina extendida y baja visibilidad. Esta condición obedecía a que una vez concluyeran las prácticas, los soldados debían desplazarse al Páramo de Sumapaz, en donde casi siempre, como lo relató uno de ellos, el clima no ayuda y son los guerrilleros quienes mejor conocen el terreno. “No podíamos estar en desventaja”, agregó la fuente.
Los soldados profesionales, al mando de los generales Luis Eduardo Pérez, comandante de la Brigada 13, y Jairo Herazo, de la Quinta División, se pusieron al frente del operativo con una misión adicional a la protección de Cundinamarca: detener a los guerrilleros que iban rumbo a Bogotá y, de paso, capturar al Mono Jojoy. Incluso, más allá de sus pretensiones originales, llegar a las entrañas del secretariado de las Farc. Los generales Pérez y Herazo se “mudaron” a San Juan del Sumapaz y concentraron su operación individualizando sus objetivos principales.
Se sabía que Bernardo Mosquera, alias Negro Antonio, dirigía parte de la avanzada y que José de Jesús Guzmán, alias Gaitán, oficiaba en la retaguardia porque a sus 59 años ya no podía avanzar velozmente. Con toda seguridad Jojoy estaba cerca, pero era necesario romper el cerco que lo protegía. A 3.800 metros de altura no era fácil seleccionar objetivos y en las centrales de inteligencia se recibían informaciones más puntuales sobre sus instrucciones. Además, detectaron el despliegue de guerrilleros desde el río Duda y una estribación conocida como El Tamizal.
Los combates
Los generales Pérez y Herazo, previa autorización del Comando del Ejército, dieron la orden de salirles al paso. Tropas de los batallones 6, 9, 28 y de la Brigada Móvil 21, en un combate que duró dos días, lograron bloquear y desarticular el frente 25, enlace entre el Bloque Oriental y el Bloque Central, especie de guardia personal de Alfonso Cano. Pero faltaba más. A medida que las tropas avanzaban, los combates se concentraron en la parte alta del Sumapaz, paso obligado de los guerrilleros: “A 3.800 metros me informaron que un soldado había muerto”, comentó Herazo.
Y también le comunicaron que diez guerrilleros habían sido dados de baja y 13 más capturados, dentro de los cuales estaba Bernardo Mosquera Machado, alias el Negro Antonio. A esas alturas de la operación, el general Herazo podía darse por satisfecho, pero los combates siguieron porque alias Gaitán, el hombre comisionado de “reconquistar” a Cundinamarca, no aparecía por ninguna parte. El 1º de marzo, a las 4 y 30 de la tarde, los oficiales que dirigían los combates se comunicaron con el general Herazo y le dieron su parte de victoria.
El anillo de seguridad de alias Gaitán había sido neutralizado y una guerrillera de nombre Tania estaba herida. El intento guerrillero de apoderarse de los principales corredores geográficos de Cundinamarca había fracasado y la Brigada Móvil 3 del Ejército adelantaba la segunda fase de la operación para contraatacar a la guerrilla y penetrar hasta el corazón mismo del secretariado de las Farc para seguir tras las huellas del Mono Jojoy, que huía como lo hizo la columna de la guerrilla que tuvo que dar marcha atrás a la orden de Cano.
En la contraofensiva, pisándole los talones a los guerrilleros de regreso a su punto de partida, los oficiales de inteligencia captaron una información desconcertante, pero aún más incitante: el Mono Jojoy y sus hombres utilizaban cavernas para esconderse de los bombardeos. La idea era localizarlas y la Fuerza de Tarea Omega las encontró en la región de La Macarena. Se dice que hay por lo menos 20 más en el Guaviare. Según conoció El Espectador, antes de que finalice este mes, serán ocupadas por el Ejército.
De la misma forma ya está claro el siguiente objetivo: la captura del ex vocero de las Farc en los diálogos de paz en San Vicente del Caguán, Carlos Antonio Losada. Según el Ejército, desde hace dos semanas lo tienen ubicado en el municipio de Uribe (Meta). De 45 años y ex militante del Partido Comunista, no hace parte del secretariado de las Farc, pero es un candidato inminente a integrarlo. De hecho, hoy es el vocero de las Farc para hablar del intercambio humanitario.
El Ejército sabe que, como lo hizo meses atrás, Losada está huyendo. Detrás suyo avanzan las brigadas que capturaron al Negro Antonio y descubrieron los refugios subterráneos del estado mayor del Bloque Oriental. Los mismos que dieron de baja a Mariana Páez y a Gaitán, que hacían parte de la avanzada de Jojoy y que respondían las órdenes de Alfonso Cano. Apenas la cuarta parte de una ofensiva que ya tiene otro objetivo claro: cerrarle el paso a la guerrilla en su intención de volver a acercarse a Bogotá como lo hizo en el pasado.
Los militares saben que Alfonso Cano reforzó su seguridad y aunque se busca circular la especie de que ya cruzó las fronteras, todo parece indicar que sigue en Colombia. Los oficiales de inteligencia militar siguen en alerta y saben que ya dio su contraorden: luego de la muerte de sus ases y de la captura del Negro Antonio, su obsesión es Bogotá y de paso recuperar el terreno que perdieron en Cundinamarca.
Pero la decisión de las Fuerzas Militares es también muy clara: van detrás de Alfonso Cano y el Mono Jojoy. La orden del comandante del Ejército, general Óscar González, es inquebrantable: “Hay que seguir en la zona de combate”.