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Mientras millones de colombianos permanecían bajo las medidas más estrictas de confinamiento para evitar contagios masivos de COVID-19, los grupos y las bandas narcotraficantes hicieron caso omiso a las restricciones y siguieron traficando o sellando pactos mafiosos para continuar abasteciendo al consumo de cocaína en el mundo. Uno de los focos del narcotráfico en Colombia este año y en los últimos ha sido el suroccidente de Colombia, en donde los grupos armados y narcotraficantes se disputan violentamente el control de los cultivos ilícitos y las rutas de salida de la droga con destino a Centroamérica, Estados Unidos y Europa.
El municipio que peor lo pasa, de lejos, es Tumaco, en donde el frente Óliver Sinisterra y los Contadores controlan y se disputan el negocio de la cocaína. Un tercer actor en disputa son las Guerrillas Unidas del Pacífico, a las que en octubre pasado la Armada les decomisó dos toneladas que iban a ser entregadas a un cartel mexicano. En ese momento, esa fuerza armada señaló que en lo corrido del año se habían decomisado 132 toneladas de cocaína. Como reveló este diario ese mismo mes, uno de los tres narcotraficantes que controla el envío de droga en esta zona es alias Cachano, un narco invisible que en el pasado trabajó con el cartel del norte del Valle y que está en la mira de la DEA.