“Si no se puede la ley de canje, tocará que algunos de la clase política acompañen a los soldados para que salgan en el canje. Si no se puede por las buenas, tocará por otros medios”. La frase es de Víctor Suárez Rojas, conocido por su nombre en la guerra: el Mono Jojoy. La pronunció en 2001, luego de la liberación de 323 hombres de la fuerza pública a raíz del acuerdo de Los Pozos, que firmaron la entonces guerrilla de las Farc y el gobierno de Andrés Pastrana para descongelar la mesa de diálogos del Caguán. El país vio con esperanza las liberaciones, pero pronto se supo que solo dejaron ir a los uniformados enfermos y a los soldados y policías rasos. (La historia del Bloque Sur de las Farc, según sus propios hombres)
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Las Farc eligieron mantener en cautiverio a medio centenar de oficiales y suboficiales para seguir presionando por el canje humanitario. Al mismo tiempo empezaron a mostrar su nueva ofensiva para sacar de las cárceles a guerrilleros presos: como el secuestro de centenares de uniformados no funcionaba para presionar el intercambio, su siguiente movida se concentró en el plagio de figuras políticas. Así se lo explicaron miembros del Bloque Sur de la antigua guerrilla a la Sala de Reconocimiento de Verdad de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP). La estrategia comenzó con Fernando Araújo, exministro de Desarrollo, plagiado en Cartagena el 4 de diciembre de 2000.
En junio de 2001, cuando cumplía una gira política en Nariño, corrió la misma suerte el congresista Luis Eladio Pérez. En un extenso documento elaborado por el bloque guerrillero, conocido por El Espectador, un excombatiente conocido como Ovidio Matallana relató su versión. El hombre, excomandante del segundo frente Mariscal Antonio José de Sucre, tuvo a su cargo al grupo que custodió durante dos años al político nariñense. Según su relato, después de hacerle inteligencia, localizaron su carro en un estadero en Ipiales (frontera con Ecuador) y varios hombres llegaron al lugar. Sin embargo, Pérez no estaba; entonces decidieron llevarse la camioneta y llamarlo después.
Le dijeron que querían entregarle el vehículo y hablar con él. Le enviaron unas coordenadas y, varios días más tarde, el congresista llegó a ese lugar con otras personas. “Yo envié una comisión al mando de Rubén y Armando a recibir a doctor Luis Eladio Pérez y su comitiva, con el mensaje de que yo lo esperaba para hablar en otro lugar. Sus acompañantes debían esperar tres días sin dar aviso a la autoridad y que, Luis Eladio no salía, ellos podían dar aviso. En esos tres días fue cuando nuestros muchachos lo retuvieron”, relató el excomandante, quien aseguró que fue el Mono Jojoy, miembro del secretariado de las Farc, quien autorizó el secuestro. (Luis Eladio Pérez dijo que el secuestro se debe también a la falta de presencia del Estado)
En total, quince guerrilleros lo custodiaron día y noche en una zona que quedaba a treinta minutos de la base militar de Los Alisales. Dos años más tarde, el secretariado ordenó su traslado al bajo Caguán y Matallana no supo más de él, hasta su liberación tras siete años en cautiverio, el 27 de febrero de 2008. “Ya en libertad, hace poco intenté buscarlo para pedirle perdón en forma personal, pero no fue posible porque estaba en medio de una ocupada agenda por el tema electoral, pero mi voluntad sigue siendo la misma, ir hasta donde me diga, pedirle perdón y agradecerle su actitud generosa de reconciliación, a pesar de lo sucedido”, concluyó en su relato.
A finales de octubre de 2018, Luis Eladio Pérez acudió al llamado de la JEP para contar de viva voz los detalles escabrosos que padeció durante su secuestro. El político insistió en que nadie ha dimensionado y logrado entender el daño que sufrieron en cautiverio. “Nos encadenaban, emanaban todo su resentimiento contra nosotros. Burlándose cuando uno ya no daba más en las marchas, cuando uno cargaba unos veinte o treinta kilos: ‘O camina o lo fusilamos’”, relató. Lo que lo mantuvo vivo, a él y a la mayoría de secuestrados, fue el recuerdo y la esperanza de volver a ver a sus familias, aunque “estábamos más preparados para morir que para vivir”, agregó. El excongresista insistió que nunca recibió trato digno. (La versión libre que entregó el Bloque Oriental de las Farc sobre el secuestro)
El siguiente caso que relataron los antiguos miembros del Bloque Sur fue el de Rodrigo Turbay Cote. Antes de entrar en detalle, las Farc insistieron en su compromiso con la verdad y su tarea por acercarse a las víctimas, por lo que recordaron que, durante los diálogos de La Habana, Iván Márquez pidió perdón a la única sobreviviente de la familia Turbay Cote, Constanza Turbay, y reconoció que los crímenes perpetrados contra ellos fueron “un gran error”. La primera víctima fue Rodrigo Turbay, secuestrado en 1995. Luego, el 29 de diciembre de 2000, su hermano Diego Turbay Cote (hijo menor de la familia y entonces presidente de la Comisión de Paz de la Cámara de Representantes) su madre, Inés, y siete personas más cayeron asesinadas.
El crimen ocurrió cuando el grupo se movilizaba por la vía que de Florencia conduce a Puerto Rico, en Caquetá. Los bajaron de los automóviles en los que iban, los hicieron tirarse al piso y los acribillaron por la espalda. Aunque del resto de la familia el Bloque Sur no mencionó ni una frase, sobre este último hecho, el excomandante del frente 14 de las Farc, Fabián Ramírez, dio varios detalles del plagio, ocurrido el 16 de junio de 1995. El exjefe guerrillero explicó que, gracias a medios de comunicación local y a algunos informantes, la guerrilla sabía perfectamente la agenda del político.
Fabián Ramírez aclaró que él no participó del plagio y que su vinculación al caso fue un error de inteligencia, pues en una agenda de un excomandante figuraba como líder detrás del secuestro. Las autoridades lo señalaron a él, pero, según su versión, en realidad el operativo lo realizó Fabián Pateancha, del frente 15. Ramírez explicó que, para hablar de este caso, era necesario tener claro tres puntos claves que fueron determinantes para secuestrar a Rodrigo Turbay Cote. El primero fue la oleada de violencia en el Caquetá en la década de los 80, especialmente los crímenes que dieron paso al exterminio de la Unión Patriótica. (El secuestro y cautiverio de Ingrid Betancourt, según las Farc)
Para las Farc, en la zona se divulgó una campaña de desprestigio y violencia, y detrás de ella estuvo la emisora de la familia Turbay, La Voz de la Selva. “Allí se daban nombres de personas a quienes señalaban de comunistas y luego aparecían muertos, como es el caso del periodista Fernando Bahamón. El segundo motivo, agregó Ramírez, estuvo relacionado con investigaciones que en su contra tenía el parlamentario. Y el tercer motivo fue que, a partir del crecimiento de la violencia, en las Farc comenzó una campaña para responder las acciones violentas contra los integrantes de la UP y líderes sociales”, explicó la antigua guerrilla.
La intención, dijeron, nunca fue asesinar a Turbay ni nada similar. “Se le dio buen trato, incluso varios días después del secuestro, los camaradas que lo custodiaban ofrecieron conseguirle un libro. Él pidió La Biblia. A pesar de las diferencias religiosas y de creencias, se le hizo llegar. También se le permitió comunicarse con su madre en dos ocasiones”, narró la guerrilla que, como en los otros casos de secuestros en los que ha dado su versión, reiteró que siempre le dieron comida y medicamentos. Fabián Ramírez explicó que el secuestro lo realizó el frente 15, pero tiempo después, la custodia pasó a ser tarea de sus hombres. Y, luego, le pidieron al Secretariado que lo liberaran.
“Luego de insistir, recibimos la autorización para la liberación, por lo que empezamos a prepararnos para esto. El 3 de mayo de 1997, empieza lo que nosotros creíamos era el camino a su libertad. Ese día (hubo) un primer accidente, en el que chocaron con una rama y por poco resulta muerto un guerrillero de los que lo custodiaban. Continuaron su camino y, más adelante, en el caño La Redonda con la desembocadura con el río Caguán, se presenta el fatídico accidente, causando la muerte al doctor Rodrigo”. Sin más detalles, la guerrilla señaló que se comunicó con sus familiares para que buscaran el cuerpo. Al día siguiente, lo encontraron en una orilla del río. (Farc prometen devolver la hacienda de los Turbay Cote)
Lo que sucedió en la caminata de su liberación, tras dos años en cautiverio, se supo tiempo después. El político dio un mal paso cuando cruzaban el río y murió ahogado. “Rodrigo Turbay no fue asesinado por nosotros. Sin embargo, por estar con nosotros, bajo la responsabilidad del frente 14, era mi responsabilidad velar por su integridad física y mantenerlo vivo y no fue así. Por este motivo asumo la responsabilidad de lo acontecido y pido perdón a su familia y las víctimas de Colombia entera”, concluyó Fabián Ramírez. Sin embargo, la versión de la hermana de Rodrigo Turbay es diferente. En agosto de 2014, en las páginas de este diario, la única sobreviviente de la familia relató que no creía que su hermano hubiera muerto ahogado.
“Las características de su cadáver no eran las de un ahogado, como tampoco coincidían la fecha ni el sitio del naufragio de la embarcación con la fecha y el sitio en donde estaba mi hermano, según informaciones de inteligencia. Y no quiero ahondar en el tema”, sentenció. Además de este caso, en su versión libre, la guerrilla también incluyó su versión sobre el secuestro de Armando Acuña, exconcejal de Garzón (Huila), ocurrido el 29 de mayo de 2009. De entrada, la antigua guerrilla aclaró que ni este ni otros secuestros perpetrados por el Bloque Sur fueron por petición de otros políticos que buscaban “deshacerse” de sus contrincantes, y que el de Acuña se hizo después de tres meses de inteligencia.
Su secuestro, aclaró la guerrilla, tuvo un carácter político que buscaba presionar al gobierno para que firmara la ley del canje humanitario. La estrategia para lograrlo fue similar a la que se usó en el secuestro de los diputados del Valle en 2002: llegar al Concejo vestidos de miembros de la fuerza pública. Su plan era secuestrar a más concejales, pero los guerrilleros no pudieron identificar quiénes eran. Minutos después de ingresar al edificio, escucharon disparos afuera del lugar. Y en medio de gritos y balas, solo pudieron reconocer y llevarse a Acuña.
Caminaron por la selva durante cuatro días hasta llegar al campamento. Pese a señalar que a Acuña siempre lo trataron bien, en este caso los exguerrilleros explicaron que sí usaron cadenas, pero por su seguridad y evitar un intento de escape. Además, agregaron: “Sin pretender justificar lo ocurrido, pero con la intención de dar una explicación, consideramos útil hacer una comparación a las detenciones por parte del Estado. El Inpec, una vez detiene a una persona, usa medios que garantizan que esta no se va a escapar o atentar en contra de quienes lo detienen. Esto, porque en el momento en el que intenten huir, pueden ocurrir disparos, en el afán de no permitir que esto ocurra y así pondrían en riesgo la vida”.
Además de querer saber si políticos, paramilitares o miembros de la fuerza pública participaron en su secuestro, Acuña preguntó por qué le quitaron su radio y por qué usaron grilletes. Las Farc le explicaron que todo fue por su seguridad. “El señor Acuña fue el único de los retenidos políticos que no fue enviado al Bloque Oriental. Por órdenes superiores, se mantuvo en cautiverio con la comisión que se encargó de su retención: la quinta compañía de la columna Teófilo Forero”, agregaron los excombatientes en su versión libre. Dos años después del secuestro, el 11 de febrero de 2011, fue liberado por gestión de la entonces senadora liberal Piedad Córdoba y la Comisión Internacional de la Cruz Roja.
En noviembre de 2018, Acuña le contó a la JEP la historia de su secuestro. Llegó a la cita con las cadenas que usaron las Farc durante su cautiverio. Él, como Luis Eladio Pérez, insistió en que nunca fue objeto de trato digno, pese a que esa es la versión que ha reiterado la guerrilla en todas sus versiones libres ante la JEP. “Todo allá era inhumano: estar con cadenas y amarrado a un palo es muy humillante (...) Uno deja de comer, dormir y llorar hasta que uno se va habituando a eso. Cuento todo este sufrimiento no por masoquismo, sino porque muchos no lo saben, y quieren a la guerra como si fuera un partido de fútbol”, relató Acuña.
Los secuestros de Armando Acuña, Rodrigo Turbay y Luis Eladio Pérez son los que con más detalles relataron las antiguas Farc ante la JEP. También dieron algunas pistas sobre lo que sucedió en cuatro episodios que se volvieron un símbolo, no solo del horror de este crimen, sino de la presión por lograr un canje humanitario. Se trata de los casos de Consuelo González de Perdomo, Orlando Beltrán, Gloria Polanco y Jorge Eduardo Gechem. Sobre todos estos, la guerrilla aclaró que nunca participaron sus contradictores políticos, que todo se hizo con inteligencia propia y que no se trató de una campaña para acabar con el Partido Liberal. Además, que el factor que los cuatro tenían en común era que se trataba de blancos fáciles, pues contaban con poca seguridad. (“En las redes me decían que me había autosecuestrado”: Consuelo González ante la JEP)
Por la naturaleza del Bloque Sur, conocido como el ala militar y estratégica de la guerrilla, todos los secuestros fueron perpetrados por sus hombres, pero el cautiverio se le delegó al Bloque Oriental. El cambio de guardianes se dio, principalmente, porque por la época de los plagios el Bloque Sur estaba asediado por continuos operativos de la fuerza pública. Sobre los cuatro casos, la desmovilizada guerrilla pidió perdón, explicó que todo estuvo enmarcado en su intención de lograr un intercambio humanitario y expresó que no puede dar detalles, pues quienes los sabían ya murieron y su excomandante más importante, Hernán Darío Velásquez, más conocido como el Paisa, salió del proceso de reincorporación en abril del año pasado y regresó a las armas junto a Iván Márquez y Jesús Santrich.
Los cuatro excongresistas ya le dieron a la JEP su versión del secuestro en unas audiencias marcadas por su tristeza, recuerdos dolorosos y en compañía de sus familiares. “Lloré las 24 horas del día. Lloraba porque no sabía el desenlace, porque me angustiaba y me dolía profundamente el dolor de mis hijas. Me dolía más eso que mi mismo dolor”, contó Consuelo González. Jorge Gechem, por su parte, explicó que lo “hicieron sentir como en los peores campos de concentración (...) En mi secuestro, cada momento que las Farc propiciaban asesinatos a colombianos inermes y de bien, reaccionaba en mi interior y exclamaba con desesperación: ¡En manos de quién estamos secuestrados! Y me respondía solo: de unos asesinos”. (Hay hermetismo en compañeros que tienen verdad en Huila: excomandante de Farc)
“Aún conservamos las huellas de la tortura y la humillación”, expresó Orlando Beltrán cuando fue su turno de hablar ante la JEP. “Como gran cosa, el Mono Jojoy reapareció cuatro años después (en 2006) y como gran noticia dijo que iba a sacar unas pruebas de supervivencia para que nuestros familiares supieran que aún no estábamos muertos. (Jojoy) lo veía como un gran acto de humanidad. Dijo también que había tomado la decisión de que nuestros cuerpos no los entregarían a nuestras familias. Con esta tortura psicológica imposible resistir tanto tiempo. Sin embargo, se hizo”, agregó el político.
Consuelo González de Perdomo
Las Farc relataron que la excongresista fue plagiada en la vía que conduce de Pitalito a Neiva. Los guerrilleros tomaron el control del carro y se dirigieron a la zona en donde se ordenó ubicarla en un primer momento. “El desenlace de este caso ocurre el 10 de enero del 2008 dentro de un acto unilateral de la organización. Estas decisiones, correspondieron a una política del secretariado, que buscó mostrar nuestra voluntad por llegar a un acuerdo frente al tema del canje. La mediación de la exsenadora Piedad Córdoba y el expresidente Hugo Chávez fue indispensable para lograr esta liberación”, señalaron las Farc en su versión libre.
Jorge Eduardo Gechem
Sobre este caso, la guerrilla argumentó que se ordenó su secuestro por su perfil como canjeable. La inteligencia para lograr su cometido tuvo que ser precisa, pues involucró el secuestro de un avión en pleno vuelo, que se volvió la gota que rebosó la copa para el gobierno Pastrana, el cual ordenó el fin de la zona de despeje en febrero de 2002, tras este plagio. “El viaje del exsenador presentó una oportunidad para nuestras tropas de desviar su destino y llevarlo a nosotros. Logramos que en el vuelo ingresaran dos miembros de la guerrilla, quienes fueron los encargados de ejecutar la acción. Los otros integrantes de la columna designados para el operativo se encargaron de preparar la vía para el aterrizaje del avión”, señalaron las antiguas Farc en su versión.
Despejaron de árboles, arbustos, pasto y otros obstáculos la vía. “El camino creado nunca fue minado, ni hubo explosivos cerca. Esto, puesto que el aterrizaje de un avión puede detonar los explosivos, lo que implica un riesgo para la operación, la tropa, los civiles y el propio retenido. Una vez la aeronave llega al lugar destinado, se procede a retener al señor Gechem, quien es llevado al lugar que se dispuso, y poco tiempo después enviado al Bloque Oriental. Al igual que con la señora González de Perdomo, su liberación se dio en una acción unilateral por parte de nuestra organización, decidida por el secretariado”, explicaron los excombatientes.
Gloria Polanco
El operativo que llevó a su secuestro duró un año en planeación y tuvo el aval del Secretariado. “A diferencia de los casos narrados anteriormente, la retención de la señora Polanco ocurrió en las acciones realizadas en el edificio de Miraflores en Neiva, Huila. La naturaleza de esta retención era económica, pues teníamos conocimiento que en dichas residencias habitaban personas cuyo patrimonio superaba el millón de dólares. Buscábamos recursos en esta ocasión, no personas para incluir en el canje”, explicaron. Ocurrió el 26 de julio del 2001. Se usaron treinta unidades de la columna Teófilo Forero, con dos volquetas que lograron ingresar al lugar.
Además de Polanco, la guerrilla retuvo a sus dos hijos, menores de edad, y a otras ocho personas. “Es importante aclarar que nuestras normas establecían la prohibición de retener menores de edad, por lo cual nunca fue nuestra intención llevarnos a sus hijos. Sin embargo, y en un acto natural de toda madre, la señora Polanco insistió en ir con los menores. En el apuro de la acción, accedimos para garantizar el éxito del operativo”, señalaron. Durante su cautiverio, Polanco fue elegida representante a la Cámara y fue así como su retención económica se convirtió en política. De nuevo, las Farc relataron que no podían dar más detalles de lo que pasó con sus hijos, pues quienes lo saben, ya murieron. Ambos fueron liberados casi dos años después. Mientras Polanco estaba en cautiverio, en diciembre de 2005, las Farc asesinaron a su esposo, el exsenador Jaime Lozada.
Orlando Beltrán Cuéllar
Sobre este caso, la guerrilla se limitó a decir: “Nos encontramos en la labor de reconstruir el momento de su retención, lo cual ha sido difícil en tanto quienes se responsabilizaron de este operativo no se han podido ubicar. Sin embargo, las razones de su retención no son distintas a las manifestadas anteriormente: en razón de su perfil político, fue retenido en cumplimiento de la orden impartida a todos los bloques, frentes y columnas de la guerrilla, para poder presionar el canje humanitario. Continuaremos trabajando en la reconstrucción de este caso, con el fin de satisfacer las demandas de verdad de las víctimas y trazar un camino hacia la reconciliación”.
Para acabar su versión libre, las antiguas Farc insistieron en su compromiso con la verdad y la implementación del Acuerdo Final, y reiteraron su petición de perdón a las víctimas de estos hechos. “Finalmente es indispensable hacer una última aclaración: pese a nuestro compromiso y voluntad que siempre se encamina a investigar sobre los casos expuestos anteriormente para aportar verdad detallada y exhaustiva, manifestamos a la Sala y a las víctimas que contamos con una gran dificultad: quien conoce en detalle todo lo ocurrido frente a estas retenciones es el Paisa, nuestro jefe durante la guerra”, concluyeron los excombatientes. Un hombre cuyo paradero certero es hoy una incógnita para las autoridades colombianas.