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Los bufetes boutique son una alternativa real en precio y en personalización del servicio. Aunque para muchos suenen como algo nuevo en el mercado del derecho en el país, son ya casi 10 años y cerca de 100 firmas las que hacen parte de una forma de trabajo que le ha traído una nueva dinámica y una mayor oferta al cliente.
La idea de estos bufetes, al igual que muchos otros comercios que comparten esta distinción de boutique, es la de ofrecer exclusividad, rapidez y atención personalizada a un costo más bajo.
Pero esto cómo se ve en el mercado colombiano. Las empresas nacionales solicitan cada vez más asesorías especializadas ya sea en coyunturas políticas, sociales o temas más económicos.
El primer ítem al que responden los casi 100 bufetes que hay en el país es trabajar temáticas específicas.
“En las firmas boutique se trabaja con personas con experiencia y especializados, no con abogados que comienzan a surgir en la vida jurídica”, afirma en diálogo con El Espectador Nicolás Carrero, abogado de la Universidad Libre y socio de Carrero & Asociados, una de las tantas firmas boutique que hoy existen en Colombia.
De acuerdo con el abogado tributarista, las consultas pasan a ser más rápidas y ágiles. Dentro de las especialidades más cotizadas, según Carrero, están: corporativo, tributaria, cambiario laboral y comercial.
Los grandes negocios, ya sean con multinacionales o entidades estatales, son acaparados por las grandes firmas, mientras que los boutique atienden temas de compleja resolución y que necesitan una atención permanente.
En temas comparativos, frente a los bufetes corrientes, los boutique están estructurados internamente de manera más horizontal y menos vertical, por lo que esa forma de servicio, de acuerdo con lo explicado por Carrero, garantiza una atención de abogados de mayor jerarquía.
Algunas de las firmas que se encuentran en este mercado de bufetes boutique son: Monroy Torres Abogados, Sampedro Riveros Abogados, Márquez Barrera Castañeda & Ramírez y Sanclemente Fernández Abogados.
Cada una de estas firmas le ofrecen a las empresas soluciones frente a temas específicos, que por ser más pequeños en cuanto a equipo de trabajo e infraestructura, permiten costos más accesibles para los diferentes perfiles de clientes, eso sí, sin dejar de lado la convicción del ahorro en los gastos innecesarios.
“El mayor costo en una firma es la mano de obra. Una firma plana se ahorra mucho al tener un solo profesional para decretar, hacer el proyecto, la asesoría y que debido a su experiencia no necesita a nadie que esté por encima y al que deba pedir autorizaciones ni asesorías. Es un servició más ágil y económico”, argumentó Carrero, quien además es contador público de la Universidad Libre, especialista tributario de la Universidad Santo Tomás y estudiante de MBA de la Universidad Externado de Colombia.
Según Carrero, la diferencia de precios al distribuir costos, por ejemplo, lo que sería el costo honorario por hora está sobre los $800.000 en una firma grande y tradicional, mientras que en una boutique el valor puede rondar por los $400.000. Hay que tener en cuenta que este tipo de firmas, al tener menos clientes, necesitan menos horas para resolver, lo que significa una reducción clara en honorarios para los clientes.
A pesar de las ventajas, el factor del que más adolece este tipo de compañías es la falta de visibilidad y de conocimiento por parte de los clientes, en especial sobre sus especialidades.
Aunque las firmas boutique reconocen la barrera para crecer en volumen de negocios, debido a que dentro de sus fortalezas se encuentra el de atender personalmente a sus clientes —y solo pueden hacerlo con un número limitado de ellos—, también cuenta la seguridad de que el alto grado de especialización jurídica que exige el mercado de hoy corresponde a una tendencia que seguirá en aumento.