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Entre los miles de despojos, masacres, y desplazamientos que dejó el imperio paramilitar de Salvatore Mancuso en Córdoba, permanecía escondida, además, la historia de una promesa fallida. Se trata de la ilusión de tener una finca propia del campesino Priciliano Iglesia, a quien, en 2001, su patrón le regaló una parcela en el municipio de Puerto Escondido, a cambio de 23 años de fiel trabajo como jornalero. El sueño se desvaneció cuando hombres armados asesinaron a su patrón y se apropiaron de la finca. Después de 20 años, un juez de Restitución de Tierras le devolvió al campesino la finca Villa Cielo y lo declaró víctima de la avaricia de Mancuso.
Iglesia tiene 65 años y todavía vive en un municipio de Córdoba. Otro patrón le da trabajo como mototaxista, una labor que apenas le deja para comer y pagar el arriendo. No tiene casa, pensión y, aparte, un núcleo familiar. Si la vida fuese justa, desde hace dos décadas sería un hacendado más. Sin embargo, la misión paramilitar de apropiarse de tierras ricas para la ganadería y, aparte, funcionales como rutas de narcotráfico, lo obligó a deambular por Colombia buscando trabajo. Y a la espera de, por fin, ser el jornalero de su propia tierra. Cultivar el maíz, el arroz y el ñame que alimenten su bolsillo y, a la vez, su idea de una vida digna, feliz y tranquila.