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Caso “Pipa” de Ávila: las mafias del narcotráfico que denuncia la Policía italiana

A raíz de la captura del exfutbolista “el Pipa” de Ávila en Italia por narcotráfico, la Policía de ese país denunció la existencia de una alianza entre narcotraficantes asentados en Países Bajos con colombianos. Así operan estas redes ilegales.

David Escobar Moreno

23 de septiembre de 2021 - 08:36 p. m.
Cargamento de más de 11 toneladas de cocaína que iba a Países Bajos y que fue incautado en noviembre de 2019 en Bélgica. Las autoridades dicen que la cocaína venía de Colombia. / Cortesía
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Uno de los primeros datos que entregó la Policía italiana luego de la captura del exfutbolista del América de Cali y la selección de Colombia Anthony el Pipa de Ávila por presunto narcotráfico, fue la de una alianza que existe entre colombianos y narcotraficantes asentados en Países Bajos para el tráfico de cocaína. La Policía de Nápoles indicó que hace dos semanas el exfutbolista samario entró irregularmente al país y fue detenido en la Plaza Garibaldi durante un control policial con dos narcotraficantes italianos con los que tuvo contacto hace dos décadas y por los que fue condenado en 2004 a 12 años de prisión por la justicia italiana.

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Mientras se conocen más detalles sobre el caso Ávila, El Espectador indagó sobre cómo operan las rutas del narcotráfico desde Colombia hacia Países Bajos, zona europea donde en las últimas tres décadas hubo un crecimiento de grupos criminales que hoy son uno de los principales retos en materia de seguridad para la Unión Europea. Fuentes de la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional (Dirán) explicaron que los contenedores con cocaína salen, principalmente, de los puertos marítimos en el Caribe colombiano y llegan, sin escala, hasta Países Bajos. Otras, menos usuales, entran por el estrecho de Gibraltar, hacen alguna parada en un puerto español, donde luego es transportada vía terrestre hasta el destino final.

Antes y después del "Pitufo" De Ávila, detenido en Italia por narcotráfico.
Foto: Il Mattino

Por ambas vías son claves los enlaces que las mafias marroquí-holandesas contratan o que ellos mismos conforman para que la cocaína llegue sin que las autoridades se percaten. En noviembre de 2020 fue detectada otra ruta usada para despistar a las autoridades europeas: las redes de narcotráfico colombianas usan puertos en Perú y Ecuador para evitar mayores controles de las autoridades antinarcóticos. Para finales del año pasado, en el puerto de Amberes (Bélgica), fue detenido un contenedor con 11,5 toneladas de cocaína que se dirigía a territorio neerlandés y que, según las autoridades belgas, el enorme cargamento que estaba avaluado en más de 450 millones de euros era de una red criminal colombiana.

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infografía Países Bajos
Foto: Archivo

Aunque las autoridades policiales hablan de varias estructuras que se arman de manera espontánea y por lapsos cortos, hay una que estaba bien identificada y en la que participaban grupos criminales de los delincuentes de más alto perfil tanto en Colombia como en Países Bajos. Se trata de alias Otoniel, máximo líder del Clan del Golfo, y Ridouan Taghi, conocido como Toto Riina holandés, quien dirige una mafia de origen marroquí conocida como los Ángeles de la Muerte. Este último grupo criminal tiene su poderío en Ámsterdam y el puerto de Róterdam, donde crecieron en los años noventa y se les relaciona con decenas de homicidios, entre ellos el del prestigioso periodista judicial Peter R. de Vries en julio de 2021.

La presión sobre la mafia europea aumentó en diciembre de 2019, cuanto Ridouan Taghi fue capturado en una lujosa propiedad en Dubái y desde entonces afronta un juicio por 11 homicidios en medio de una guerra que libró con otros grupos para quedarse con el negocio del narcotráfico en Países Bajos. Mientras el juicio arrancaba en Holanda, la alianza entre Otoniel y Ridouan Taghi quedó al descubierto en febrero de 2020, cuando fue capturado en Sabaneta (Antioquia) la mano derecha de Taghi, Said Razzouki, quien llevaba varios años prófugo de la justicia y tenía circular roja de la Interpol. Según lo que informó la Dirán de la Policía en ese momento, Razzouki tenía conexiones con el grupo de origen paramilitar Clan del Golfo.

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El lazo entre el Clan del Golfo y la mafia marroquí-neerlandesa terminó de confirmarse en octubre de 2020, cuando las autoridades españolas desarticularon en la ciudad costera de Galicia una red narcotraficante liderada por Brain van den Berg, alias el Colombiano, y Faysal El Ouardani. Ambos, según las autoridades españolas, eran los enlaces del Clan del Golfo en Europa y tenían conocimiento de cuáles eran los contenedores que venían con los cargamentos de cocaína camuflados. Esta investigación también señaló que el capo de esta organización, al igual que Ridouan Taghi, se oculta en Dubái. Por ahora no se conoce su identidad.

El enlace con el cartel de Cali

En noviembre de 2020 apareció en el radar de las autoridades un antiguo enlace del cartel de Cali en Europa para el narcotráfico. Se trata de Mario Alfredo Halley, un ciudadano holandés de origen colombiano que desde los años 90 está metido en el negocio de la droga y que fue capturado en Marbella (España), como parte de una red de lavado de activos de narcotraficantes europeos a través del mercado de criptomonedas. Este diario contó en ese momento que Halley estuvo relacionado con el mundo del narcotráfico desde los años noventa y que ahora estaba al margen de la coordinación de cargamentos de cocaína y vivía en Delft (Países Bajos).

Halley no era una de las personas del cartel de Cali que más trascendió en las investigaciones y no se conoce públicamente su rostro. Durante los años del auge de los hermanos Rodríguez Orejuela (con Pablo Escobar y sus socios acorralados o ya muertos), esta mafia del suroccidente colombiano logró tener conexiones en Europa que, para ese momento, el cartel de Medellín u otro grupo narcotraficante nunca había tenido. Halley cayó en el radar de las autoridades en 1992, cuando funcionarios ingleses de aduana incautaron una carga de casi una tonelada de cocaína, el mayor cargamento decomisado en el Reino Unido hasta ese momento y en el que estaban implicados otros narcotraficantes de alto perfil.

Durante años, las autoridades europeas relacionaron a Halley con Luis Armando Quiceno Botero, alias Lucho Palmira, señalado de ser miembro del cartel de Cali. Este hombre fue capturado en diciembre de 1997 en la isla neerlandesa caribeña de Curazao y trasladado a La Haya, pues no tenía antecedentes penales en Colombia, pero sí estaba requerido por varios cargamentos que ingresaron a ese país entre 1991 y 1992 de la mano de Halley. Este viejo conocedor del bajo mundo en Europa ahora se encuentra preso en España como uno de los hombres que supo reinventarse en el delito y le pudo huir por algunos años a las autoridades.

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Uno de los socios de Halley, durante esos años y los 2000, fue Curtis Warren, un conocido gánster y narcotraficante de Liverpool y que también tenía conexiones en Dublín, Belfast y Ámsterdam. En 2005, el periódico “The Guardian” contó que Warren estuvo en prisión por la muerte de un compañero suyo en la cárcel de Hoorn en Ámsterdam, y que a su vez, cumplía una pena de ocho años de prisión por tráfico de drogas y porte ilegal de armas. Para ese momento las autoridades señalaron que Warren continuó delinquiendo en Países Bajos con el cartel del norte del Valle.

Mientras las autoridades indagan cuál sería el presunto papel del Pipa de Ávila en las complejas redes del narcotráfico, algunas con base en los Países Bajos, está claro que el exfutbolista afronta una pena de 12 años de prisión por delitos relacionados con producción y tráfico internacional de drogas con presuntos miembros de la familia Buonerba, de la Camorra napolitana, a finales de los años noventa y principios del siglo XXI. Por ahora, un abogado revisará su caso para establecer si existe un recurso judicial en la justicia italiana para apelar ese fallo.

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Por David Escobar Moreno

Periodista de la Unidad Investigativa en temas relacionados con narcotráfico, crimen organizado, ciberdelincuencia, delitos ambientales, corrupción y derechos humanos. @Josedem18jescobar@elespectador.com
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