Entre dos cajas de cartón llenas de monótonos documentos institucionales, una foto percudida parecía no encajar. Eran cinco hombres elegantemente vestidos en un retrato de estudio sin fecha ni lugar, salvo los pequeños números escritos sobre cada uno y que en una carta adjunta permitían identificarlos. Eran los líderes de la huelga de las bananeras que en la noche del 6 de diciembre de 1928 terminó en la primera masacre del movimiento sindical en el país. Consciente del hallazgo, el historiador Kevin Coleman la puso sobre su escritorio, dudoso de qué hacer con un pedazo de la historia de Colombia cuando lo que estaba escribiendo era una tesis doctoral sobre Honduras.
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Años le tomó encontrar la excusa para embarcarse en la tarea de recoger pistas sobre ese retrato olvidado. El resultado es “Foto robada”, un documental producido por Señal Colombia RTVC junto a un grupo de creativos nacionales en el que desentierra la historia de violencia institucional detrás de la poderosa United Fruit Company en el país. La foto y el resto de documentos son ahora parte del acervo público preservado por la Universidad de Toronto en un proyecto de historia digital puesto a disposición de cualquier investigador en el mundo con acceso a Internet. El objetivo es conservar un archivo que estaba en peligro de desaparecer y el cual da cuenta de las historias eclipsadas que muestran el lado oscuro de las corporaciones multinacionales en América Latina.
En entrevista exclusiva con El Espectador, Kevin Coleman habló sobre el derecho a la verdad, la amnesia de las versiones oficiales y la importancia de una tragedia sucedida hace casi un siglo para los procesos de justicia y reparación en la Colombia actual.
El documental tiene un título muy sugestivo, ¿de dónde viene el nombre?
Se llama “Foto robada” porque un antropólogo que se llama Philippe Bourgois robó los archivos de la empresa. O los rescató, depende de tu punto de vista. Yo diría que los liberó, porque la empresa funcionó como un Estado totalitario que hacía lo que quería, exponiendo a los obreros a agroquímicos, segregado racialmente la fuerza laboral, derrocando gobiernos, como en Guatemala con Jacobo Árbenz en 1954. La empresa como entidad con mucho poder escribía la narrativa, lo que quería que la gente pensara, que estaba llevando progreso y modernidad, hospitales, escuelas, obras, ferrocarriles, puertos. Esa era su imagen. Entonces Bourgois liberó esos documentos para permitirnos conocer lo que realmente estaba haciendo la empresa. “Foto robada” es un título que nos invita a nosotros como ciudadanos a imaginar a través de esos fragmentos que se escapan de un archivo de poder todo lo demás que debe de existir y que nunca podremos acceder.
EE: ¿Cómo es la historia del robo?
KC: Philip Bourgois estaba haciendo su investigación de tesis en antropología para la Universidad de Stanford en California y estaba entrevistando a obreros de la United Fruit Company en Centroamérica. Después de hablar por varios meses con un viejo vigilante, éste le dice: “bueno, si te gustan las cosas viejas, ahí tenemos una bodega llena de documentos”. Entonces él se mete y encuentra cajas y no sabía qué hacer. Él ya había intentado consultar los archivos de la empresa que en ese entonces estaban en Nueva York, pero le negaron el acceso. Entonces empieza a robarse los documentos, los mete bajo su camisa, poco a poco, roba diez, quince, cada día y junta dos cajas de cartón que ahora tenemos en la Universidad de Toronto, las hemos conservado y las hemos puesto en Internet para cualquier investigador en cualquier parte del mundo, de manera gratuita y a perpetuidad. Es un contra-archivo.
¿Por qué un contra-archivo?
Porque el oficial está en la Universidad de Harvard, un archivo enorme de más de diez mil fotos que muestra a la empresa tal como quería ser vista. Si vas a buscar allí fotos de la huelga bananera de 1928, ¿qué vamos a encontrar? Fotografías sobre la violencia ejercida por los huelguistas. Pero nosotros como historiadores sabemos que la regla de oro es poner todo en orden cronológico. Si ves esas fotos y las fechas, te das cuenta de que la violencia ejercida por los trabajadores vino después del 6 de diciembre, la noche de la masacre, cuando se habían reunido en la Plaza del Ferrocarril de Ciénaga, esperando que sus negociadores regresaran y los militares matan no sabemos a cuántos. Ellos habían estado en huelga pacíficamente por muchas semanas y después de la masacre empiezan a quemar la casa de los ingenieros en Sevilla y los comisariatos (tiendas de provisiones de la empresa). Entonces el archivo oficial en Harvard es un archivo limpiado de toda violencia ejercida por la empresa. No tiene la foto de los cinco hombres.
¿Qué fue lo que vio en esa foto que nunca se olvidó de ella?
Es una foto con cinco hombres vestidos con sacos y corbatas, afeitados, limpios, con un fondo negro infinito de un estudio clásico. Evidentemente llegaron al estudio pidiendo que el fotógrafo los retratara. Quizás esa ropa fue prestada, porque los fotógrafos siempre mantenían corbatas y sacos. No sé. Pero Raúl Eduardo Mahecha (centro de la foto) tiene un bolígrafo en el bolsillo, o sea que es un hombre letrado de origen campesino que luego fue soldado con el ejército Conservador en Panamá antes de meterse en la cuestión sindical. También está Erasmo Coronel, que usa un corbatín y era uno de los negociadores de los trabajadores. Lo interesante es que es una foto de mucha dignidad y sobre la emulsión se reescribe el sentido. (El general) Carlos Cortes Vargas (quien dio la orden de disparar) tenía la misma fotografía en sus memorias publicadas en 1929, para identificar a los líderes obreros. El gerente Thomas Bradshaw escribió la palabra “out” (fuera) sobre Erasmo Coronel y Bernardino Guerrero, y explicó en una carta adjunta que habían matado a Erasmo en Sevilla y Bernardino fue encarcelado. Es decir, el gerente y el general cambian el uso de la foto. Un retrato de ellos como ciudadanos colombianos, compañeros y amigos, una foto de mucha dignidad, se vuelve una foto de vigilancia, una especie de reconocimiento facial, para identificarlos y eliminarlos.
¿Esto era común también Centroamérica?, ¿cómo compara el caso colombiano en ese contexto?
En Honduras, incluso en Guatemala, la empresa tenía tanto poder que funcionó casi como un Estado dentro de otro Estado, por eso las llamaban “las repúblicas bananeras”. En Colombia, el caso era distinto, pues el país tenía una economía mucho más variada, más fuerte, una capacidad económica más grande que la de los países centroamericanos. La empresa sí tenía poderío en la zona de Santa Marta y el Magdalena, pero no se extendía al país entero. Y esa diferencia es clave.
¿Entonces por qué en el caso colombiano vemos una violencia desproporcionada con la masacre?
La clase obrera colombiana tenía un nivel de organización mucho mayor que la clase obrera en Honduras o en Guatemala debido el movimiento petrolero en Barrancabermeja y otros sitios. A principios de los años 20, incluso Raúl Eduardo Mahecha estuvo ahí metido en esas huelgas petroleras. La clase dominante tenía cierto temor que esta vez el movimiento sindical podría lograr sus objetivos en las plantaciones bananeras. Y había algo de cierto, los obreros bananeros estaban muy bien organizados, los comerciantes de la zona se solidarizaron con los huelguistas, incluso los militares tenían miedo de que los soldados hicieran lo mismo, porque eran hermanos, eran de la misma región. Entonces trajeron tropas de otros lugares del país para evitar ese acercamiento. Esa solidaridad entre las clases sociales hizo que el Estado y la empresa reaccionaran de una forma muy brutal, por el temor a que el movimiento podría crecer.
La primera masacre del movimiento obrero en Colombia es desatada por la United Fruit Company, la misma compañía que casi un siglo después, bajo el nombre de Chiquita Brands, es sentenciada en la Florida por financiar y patrocinar paramilitares en contra del movimiento sindical en otra región del país. ¿Cómo entender esa conexión entre pasado y presente?
Hay una continuidad que no podemos ignorar, las mismas prácticas con diferentes actores. ¿Cómo es posible que un objeto en un supermercado, tan bonito como es el banano, amarillo, perfecto, sin manchas, se vincule a una matanza o a fuerzas de ultraderecha? Por eso nosotros tenemos la obligación de investigar y tenemos el derecho a la historia, no a los mitos generados por la empresa. La amnesia estaba estructurada, el olvido sobre la masacre estaba programado, y eso es violencia archivística. Porque si vas a Harvard, solamente ves violencia ejercida por los obreros, la empresa inventa otra historia y la masacre parece un mito. Pero no fue un mito y por eso los documentos liberados son importantísimos porque establecen que hubo coordinación entre la empresa y los militares.
¿Qué importancia tiene una historia que sucedió hace casi un siglo en medio de tantas masacres que han sucedido desde entonces?
La Guerra Fría en América Latina no comienza en 1954 en el golpe en Guatemala. La masacre de 1928 en Colombia fue claramente parte de la Guerra Fría. A los huelguistas los tacharon de comunistas, enemigos del Estado bajo la doctrina de la seguridad nacional. Ahí está la semilla. Ir más atrás, a 1928, nos permite ver cómo el Estado y la empresa se negaron a negociar unas demandas justas, legales, respaldadas por las leyes y la soberanía de Colombia, y eso instaló un mecanismo violento para resolver los problemas que cerró la vía a las reformas legítimas y al diálogo.
El documental incluye muchas voces de los descendientes de los trabajadores masacrados o que vivieron la huelga, ¿qué dicen ellos sobre esta tragedia, se busca una reparación?
Yo creo que lo primera sería restablecer el derecho a la verdad, saber lo que pasó. En el documental entrevistamos a varios trabajadores y trabajadoras bananeros sobre lo que sabían de la masacre. Solo una sabía, los demás no. Alguien dijo: “ah, eso pasó cuando yo tenía seis años”. O sea que ella confunde lo que pasó en 1928 con una masacre más reciente. Esa confusión deja que el ciudadano sea manipulado por intereses que no le convienen. Por eso estos archivos son propiedad de ellos, son propiedad de nosotros, son documentos civiles.
¿Cómo puede la gente consultarlos en Internet?
En Visualizing the Americas. Lastimosamente no está todavía en español. Pero lo vamos a hacer. Dentro de esa página, está United Fruit Company Papers, documentos de la empresa en inglés y algunos en español, como recortes de los periódicos de la época.
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