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Leonidas Vargas Vargas dedicó su existencia a huirle a la muerte. En La Picota se ingresaron explosivos para hacerle un atentado. Intentaron envenenarlo. Este hombre, que fue la mano derecha del extinto capo Gonzalo Rodríguez Gacha (El Mexicano), mantuvo su suerte atada a la del país: estableció alianzas con la guerrilla, promovió el surgimiento de grupos paramilitares en Putumayo, se entendió con Pablo Escobar y originó una sangrienta guerra con el capo del cartel del norte del Valle Iván Urdinola. A pesar de estos antecedentes logró salir del país y se fue a España, en donde un sicario dio con su paradero, en una habitación de un hospital de Madrid, y con cuatro tiros certeros segó su vida.
Fue el fiel retrato del estereotipo de los narcotraficantes de la década de los 80: ostentoso y excéntrico. Patrocinó a reinas nacionales de la belleza, coleccionó finas joyas y obras de arte, compró pistolas de oro y anduvo en lujosas camionetas. En la hacienda Las Piedras, situada en el sector de Guaymaral, al norte de Bogotá, alias El Viejo construyó una inmensa piscina con la forma del croquis del departamento de Caquetá. Pero su dinero no fue suficiente para evitar ser encarcelado. Un texto anónimo que conoció la Dijín dio pie para su captura en 1993. Según se supo después, la carta la envió un hombre que también participó en la operación en la que murió El Mexicano.
Por años, Vargas y la justicia fueron pareja de un eterno baile. En 1983 estuvo procesado por corrupción de menores. Cuatro años más tarde fue detenido por porte ilegal de armas. En abril de 1987 y octubre de 1989 fue arrestado por homicidio y narcotráfico. Pero, cada vez que fue capturado, recuperó su libertad. Sin embargo, el 6 de enero de 1993 a las 3:00 a.m. fue apresado por agentes de la Dijín en un casino de Cartagena y el 14 de noviembre de 1995 fue condenado a 26 años de prisión. El 12 de octubre de 2001 dejó la cárcel de Itagüí por vencimiento de términos, pero a los cinco años fue capturado en Madrid por presentar un pasaporte venezolano falso.
La sentencia que recibió en 1995, proferida por un juez sin rostro, fue de 26 años de cárcel y una multa $5.332 millones. Este fue el primer fallo en contra de un temido jefe de la mafia en Colombia por el delito de enriquecimiento ilícito. Pero, tras los barrotes, Vargas siguió dando muestras de sus extravagancias. Y así como los juglares narraban sus vivencias de pueblo en pueblo, a lomo de burro y a ritmo de acordeón, El Viejo contó parte de su vida a través de corridos, en el trabajo discográfico Cuatro años de prisión, que él mismo grabó. “La justicia es muy dura en esta administración,/ la comparten con los gringos pidiendo la extradición,/ yo le digo al presidente; no se deje convencer/ y recuerde que su gente fue la que le dio el poder”, cantaba.
Cuando estaba en La Picota, Leonidas Vargas e Iván Urdinola, el extinto capo del cartel del norte del Valle, encendieron una sangrienta guerra. La pugna, según organismos judiciales, estaba relacionada con la posesión de unos predios ubicados en el Magdalena Medio y Córdoba. En marzo de 1997, una bomba estalló cerca de la celda de El Viejo. Atentado que, dedujeron los investigadores fue patrocinado por Urdinola y tenía como fin segar la vida de Vargas Vargas. El hecho causó tanto revuelo que el Gobierno consideró declarar el estado de conmoción interior y El Viejo fue trasladado a la cárcel de Itagüí siete meses después.
Según indicios, Vargas fue plagiado por el ahora desmovilizado grupo guerrillero M-19. En 1986, cuando estaba en su hacienda La Granja, hizo lo mismo el frente 13 de las Farc. Por su rescate se pagaron $35 millones. En cautiverio, Vargas hizo negocios y pactos con la guerrilla, a la que aportó inicialmente radios de comunicación de alta frecuencia y $20 millones.
Esa alianza, después de la liberación, lo llevó a entregar armamentos a la organización subversiva, al igual que provisiones e información para ejecutar secuestros. Lo obtenido por la retención ilegal lo dividían en partes iguales, según establecieron las autoridades.
En 2004, la Fiscalía dictó una nueva orden de captura en su contra por narcotráfico, pues las autoridades lo señalaban como el propietario de una avioneta bimotor que fue interceptada en Honduras con 391 kilos de cocaína. Pero Vargas se dio a la fuga. En septiembre de 2004, luego de nueve años de batallas jurídicas, el Juzgado Primero Penal Especializado de Bogotá dispuso la extinción de dominio de 104 bienes suyos, ubicados en Bogotá, Medellín, Ibagué y algunos municipios de Antioquia, Cundinamarca, Tolima, Meta, Caldas, Bolívar y Caquetá. Hoy en día, la Dirección Nacional de Estupefacientes dice tener bajo su tutela 327 propiedades de este capo.
Entre éstas se encontraron apartamentos, casas, fincas, lotes, bodegas, parqueaderos y vehículos de diferentes marcas. Le fueron incautados ocho lujosos apartamentos en el norte de Bogotá, en Bocagrande (Cartagena) y El Poblado (Medellín). Según informaron las autoridades en ese entonces, este último inmueble sirvió para resguardar a Juan Pablo, hijo de Pablo Escobar, con el propósito de protegerlo de la guerra que el ex jefe del Cartel de Medellín libraba con el Estado. También hacen parte de los bienes intervenidos 10 bodegas en Bogotá, en el centro comercial El Dorado y el parque empresarial El Dorado, y otras en el complejo judicial de Paloquemao.
Hasta ahora no se sabe si su muerte fue debido a un ajuste de cuentas entre bandas del narcotráfico. Las autoridades madrileñas y las colombianas aún intentan establecerlo y esperan establecer la identidad de los asesinos por medio de las cámaras de seguridad del reconocido Hospital 12 de Octubre. Por el momento, sólo cuentan con el testimonio de la enfermera que encontró el cadáver de El Viejo y un paciente que estaba en la misma habitación. Vargas estaba internado en el centro médico por una afección pulmonar. La salud, desde siempre, fue su talón de Aquiles. En 1995, sus abogados intentaron buscar el beneficio de la excarcelación por una falla cardiaca y una úlcera sangrante que lo aquejaban. No pudo escapar de su pasado.
Hombre de las huestes de ‘El Mexicano’
En las investigaciones judiciales de finales de los años 80 y principios de los 90 se relacionaba a Leonidas Vargas como la mano derecha del desaparecido capo del cartel de Medellín José Gonzalo Rodríguez Gacha, alias El Mexicano, quien de esmeraldero pasó a ser uno de los narcotraficantes más temidos en Colombia. Oriundo del municipio de Pacho, Cundinamarca, El Mexicano abrió nuevas rutas del narcotráfico en asocio con Pablo Escobar, los hermanos Ochoa Vásquez y Carlos Lehder. Tras la gran ofensiva terrorista contra el Estado que buscaba evitar la extradición, en los años 90, las autoridades le dieron muerte en diciembre de 1989.
La desaparición de su hija
El 4 de julio de 1990, Erleny Vargas Joven (hija de ‘El Viejo’) y su novio, Fernando Ortiz Toledo, fueron secuestrados en Bogotá por desconocidos. Once días más tarde fueron hallados en una fosa común sobre la vía Fusagasugá-San Miguel (Cundinamarca). Los cuerpos tenían signos de tortura.
Nueve años después, recluido en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí, Vargas acusó públicamente al empresario esmeraldero Víctor Carranza de ser el autor de las muertes de Erleny y de Fernando. Se llegó a asegurar que, por cuenta de esta afirmación, Vargas y Carranza casaron una guerra a muerte.
Carranza, sin embargo, negó cualquier relación con el crimen y también manifestó públicamente que las acusaciones de Vargas eran “demenciales”. En ese momento se dijo, incluso, que el extinto jefe paramilitar Carlos Castaño fue quien tuvo que mediar en esta pugna.