Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Julio González fue el piloto número 49 —de los 103 que tuvo el Mirage en su historia— que tripuló este avión durante su permanencia como arma de guerra en Colombia. Fue en la década de los 80, cuando el narcotráfico irrumpía con su apogeo por los aires y eran continuos los vuelos de aeronaves transportando droga por todo el país. Fue la primera misión que recibió el teniente González: combatir el narcotráfico desde un Mirage.
“En alguna ocasión estábamos persiguiendo sobre Barrancabermeja un avión lleno de droga y nos dijeron que estaba a 40 kilómetros. Entonces disminuí potencia y velocidad, pero como era un avión tan rápido, pasé a la aeronave y me tocó devolverme. Al final lo obligamos a bajar”, recuerda González, hoy comandante de la Fuerza Aérea (FAC) y encargado de hacer el vuelo final del Mirage en Colombia. Los poderosos Kfir, una máquina similar y más moderna, pero de origen israelí, entraron a reemplazar la flotilla de los Mirage.
El general González hizo parte de ese grupo de “elegidos” que por décadas tripularon el Mirage, recorriendo las fronteras, combatiendo desde el aire y apoyando operaciones contra el terrorismo a lo largo y ancho de Colombia. “La preparación para volarlo era muy exigente. Mientras un avión comercial alcanza una velocidad de 800 kilómetros por hora, el Mirage puede recorrer 2.440 kilómetros en el mismo lapso”, dice el general González, y añade: “Arriba lo primero que ocurre es que la sangre se baja toda a las piernas y el cuerpo pesa tres veces más”.
A renglón seguido cuenta que “las piernas quedan muy pesadas, por eso nos ponemos un traje que impide que la sangre baje con tanta velocidad. Los párpados no se pueden abrir y para mover la cabeza nos toca ayudarnos con las manos. Por eso era que a los pilotos de Mirage nos entrenaban como a deportistas de muy alta competición. Desarrollar esa agilidad en tierra era lo que en últimas nos permitía pilotar con éxito el Mirage, una potente arma de guerra desde la cual descubrimos que era posible derrotar el narcotráfico y las guerrillas”.
Pero hay una misión que difícilmente puede olvidar a bordo del Mirage, y fue cuando datos certeros de inteligencia advirtieron que ingresarían armas, montones de armas, a bordo del famoso buque Karina. “La información era muy buena. Recuerdo que por esos días el mal tiempo imperaba. Los equipos de los aviones no eran tan sofisticados como ahora. Sabíamos que la ruta era el Pacífico y allá fuimos, pero las condiciones climáticas nos impidieron llegarle al Karina. Todavía pienso en eso, en qué hubiera pasado si lo hubiéramos detectado, pero nos dio mucha dificultad. Esa vez el clima jugó en contra nuestra y el Karina desembarcó”.
Cuando el general González se bajó la semana pasada del Mirage que voló por última vez, sólo pensé en una cosa: aquel conflicto desatado por el llamado Golfo de Venezuela o de Coquibacoa: “Todos los días patrullábamos, todos los días sobrevolábamos en alerta máxima. No sabíamos si habría agresión y éramos como una especie de centinela armado, listos para defender la frontera. No pasó nada y los Mirage, con todo y sus bombas y misiles, fueron trasladados a la guerra interna”.
A comienzos de los años 90, durante el gobierno de César Gaviria, un Mirage fue nuevamente protagonista de la historia reciente de Colombia. El gobierno ordenó atacar Casa Verde, el santuario y refugio de las Farc en el Meta. “Entonces yo pilotaba un A-37, pero uno de mis compañeros sí estuvo al frente del Mirage. La orden era tumbar ese techito verde. Si el Mirage no lo lograba, seguía yo. Pero el Mirage lo hizo y el mito se acabó”, dice el general González.
El comandante de la FAC no oculta que sintió nostalgia cuando se quitó el casco y el traje con el que pilotó por años el Mirage. Ahora la Fuerza Aérea entró en la era del Kfir, de los Arpías, de los Tucano y de los Súper Tucanos. En menos de seis años también saldrán de circulación los Hércules, porque ya se están fabricando los modelos KC-390, su reemplazo. Aunque el general González no sabe si para entonces seguirá al mando de la FAC, desde ya pidió hacer el último vuelo del Hércules. El Mirage voló durante unos 40 años en Colombia. Ahora será una reliquia y el alto oficial quiere contar la historia del avión que derribó naves transportando droga, que cuidó la soberanía y que acabó con el mito de Casa Verde.