En menos de una semana las relaciones entre los gobiernos de Ecuador y Colombia pasaron del cielo al infierno y, a pesar de los lazos de hermandad entre los dos países, se rompieron las relaciones diplomáticas. Y cuando se esperaba que la OEA y la Cumbre de Río en República Dominicana iban a apaciguar los ánimos, hoy el enfrentamiento político y diplomático sigue causando tantas heridas, que restablecer la unión entre los gobiernos de las dos naciones hermanas parece una misión muy difícil.
Desde que fue elegido en noviembre de 2006 por el partido de izquierda Alianza País, muchos sectores en Ecuador y Colombia pensaban que el presidente Rafael Correa sería un hombre incondicional con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Sin embargo, desde el principio marcó distancia. Un hombre cercano a Correa se lo explicó así a El Espectador: “cuando Correa ganó las elecciones, dijo que Chávez era un militar con dinero y él era un economista globalizado”. Él quería hacer esa diferenciación. “Yo soy un intelectual”, agregó.
Por eso, a pesar de las diferencias, las relaciones entre el presidente Correa y su homólogo Álvaro Uribe funcionaban. De hecho, el pasado viernes 28 de febrero, hacia las cuatro de la tarde, el presidente de Ecuador llamó a Colombia para informar que eliminaría el requisito de pedir pasado judicial a los colombianos que ingresaran a su país. A la mañana siguiente, los mandatarios volvieron a conversar y, según expresó el propio Correa, “Uribe me comentó del operativo que estaban adelantando desde la madrugada y yo le ofrecí mi colaboración”.
No obstante, el domingo en la noche ya había operado el corto circuito. No sólo porque el gobierno ecuatoriano acusó a Colombia de violar su soberanía, sino porque el director de la Policía, general Óscar Naranjo, reveló que en el computador de Raúl Reyes se descifraron supuestos mensajes con ofrecimientos del ministro de Seguridad de Ecuador, Gustavo Larrea, en nombre del presidente Correa, para remover a mandos de la fuerza pública que fueran hostiles a la guerrilla en la frontera. Y también para que a la guerrilla se le reconociera estado de beligerancia.
El presidente Correa cambió de inmediato su agenda. Tenía previsto un viaje a Cuba y lo canceló. Después rompió relaciones con Colombia, acudió a la OEA, ordenó la movilización de 3.200 militares a la frontera y canceló el convenio de la Comisión Binacional firmado entre las Fuerzas Armadas de ambos países. En la noche, desde el Palacio de Carondelet, sostuvo que estaba haciendo gestiones para liberar a Íngrid Betancourt y once secuestrados y después se reunió con los más importantes periodistas de Ecuador, a quienes pidió solidaridad.
El martes emprendió un periplo por Perú, Brasil, Venezuela, Panamá y Nicaragua, arreciando en sus cuestionamientos contra el presidente Álvaro Uribe. Y al tiempo que el presidente Correa se la jugaba toda en el ámbito internacional en su denuncia contra Colombia, sus hombres de confianza, el ministro de Seguridad, Gustavo Larrea, y el presidente de la Asamblea, Alberto Acosta, afrontaban la crisis en Ecuador. En primer término porque el operativo militar despertó un enconado debate en la Asamblea, creando nuevas dudas entre los opositores del gobierno Correa.
En medio del debate, el integrante de la Asamblea Galo Lara le preguntó enfáticamente al ministro Larrea: “¿Es usted o no de las Farc?”. Fueron dos horas del ministro rindiendo explicaciones ante los 130 miembros de la organización, hasta que los asambleístas se consideraron satisfechos y expidieron una declaración de apoyo al gobierno ecuatoriano. Entre tanto, el ministro de Defensa, Wellington Sandoval, argumentaba ante el país que, en los últimos cuatro años, las Fuerzas Militares ecuatorianas habían destruido 117 bases de las Farc.
Un informe de la inteligencia militar de Ecuador conocido por El Espectador señala que entre 2007 y 2008 se hicieron 21 operaciones militares en la zona de frontera. Sin embargo, según los mismos documentos, la mayoría de estas acciones corresponden a pequeños refugios abandonados o a simples cambuches en que se decomisaron algunas armas e insumos para elaborar droga. Al respecto, el analista internacional Carlos Espinosa indicó: “es curioso que los campamentos de las Farc que se descubren, siempre estaban inactivos”.
En contraste, otro documento del Ministerio de Defensa de Ecuador, referido específicamente a la operación en que murió Raúl Reyes, observó: “mediante contacto radial con el coronel Carlos Obando se manifiesta que existen dos ilegales de sexo femenino heridas, 15 muertos, 25 fusiles y material de intendencia. Además, según información de las heridas, el bombardeo fue en la madrugada y a las nueve horas fue extraído personal de policía por vía aérea”. Según el general Juan Méndez, ex jefe de inteligencia del Ejército, “el campamento se construyó por lo menos hace 15 días”.
En la calle
Más allá de los hallazgos, la crisis ha despertado en Ecuador un inusitado fervor nacionalista. En emisoras, periódicos y programas de televisión se ha cuestionado duramente la actuación del presidente Álvaro Uribe Vélez. Incluso, se han organizado marchas contra Colombia. Además, representantes de diversos sectores sociales, como maestros, indígenas, niños, jóvenes, empresarios, entre otros, se reunieron a mitad de semana con el vicepresidente de Ecuador, Lenín Moreno, en el palacio presidencial, y ratificaron su respaldo al presidente de Ecuador, Rafael Correa.
Además, el tema ha sido aprovechado para revivir las raíces históricas de las relaciones entre Ecuador y Colombia. Por ejemplo, según el historiador Jorge Núñez, “una revisión de la relación diplomática entre Colombia y Ecuador muestra que Colombia ha sido tan voraz como Perú”. Un asunto que pasa también por los hallazgos de petróleo. Desde los años 70, las compañías norteamericanas y canadienses encontraron petróleo en la provincia de Sucumbíos. Por eso, atraídos por el oro negro, empezaron a llegar a la región muchos colombianos. Entre ellos, miembros de las Farc.
Hoy, cuando las distancias entre los dos gobiernos son evidentes, más incertidumbres que realidades rondan el caso. Por ejemplo, la suerte de las tres guerrilleras aún no se define. El presidente Correa ya planteó que está pensando en indultarlas. Precisamente el jueves llegaron a Quito los padres de la presunta guerrillera Lucía Andrea Monett, quienes dicen que su hija era una estudiante de la Universidad Autónoma de México. “Estaba durmiendo y empezaron a caer bombas, cuando reaccioné estaba herida”, declaró la guerrillera.
Pero el caso se complicó porque en México se está indagando por la suerte de otros guerrilleros muertos en la incursión que, al parecer, son de esa misma nacionalidad y aún no hay claridad sobre qué hacían en Angostura, sitio del operativo. No obstante, según informó Marcelo Jácome, director de la morgue de Quito, la identificación de los cadáveres será también un asunto complicado en razón de su estado de descomposición, pero de estos resultados podrían surgir nuevos hallazgos en el caso.
A este factor se suma la vigilancia que ejerce la delegada de la Cruz Roja Internacional, Valeria Gamboni, por la aplicación del Derecho Internacional Humanitario por parte del Ejército de Colombia durante el operativo. También existe expectativa por los resultados que podrán tener en la OEA las pruebas que llevó el gobierno colombiano, que vincularían a funcionarios de Ecuador con las Farc. Según el ex presidente de Ecuador Alfredo Palacio, “la documentación es poco creíble, pero Colombia está en su derecho de presentarla”.
También existe expectativa frente al pronunciamiento que deberá hacer el próximo 17 de marzo la reunión de cancilleres sobre el espinoso caso. De igual modo, peritos de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE) retornaron a Angostura, donde se produjo el operativo militar, y el informe será entregado en los próximos días. En contraste, el sector empresarial ecuatoriano ha manejado con mucha cautela la crisis, aunque existe inquietud porque ya se empezaron a paralizar algunos contratos de suministro de energía.
Un asunto pendiente más: a raíz de la crisis, volvió a agitarse el tema de la definición de si continúa sus labores en Ecuador la base militar de Manta, apoyada por Estados Unidos. Muchos asambleístas ecuatorianos ya han dicho que si se comprueba participación de Estados Unidos en el operativo, inmediatamente presionarán la salida de la base del país. En el ámbito militar hay expectativa sobre el incremento del número de militares ecuatorianos enviados a custodiar la frontera con Colombia.
El próximo jueves, nuevamente los ecuatorianos marcharán contra Colombia, el presidente Correa seguirá insistiendo en que se condene a Colombia y las acusaciones recíprocas harán poco probable una solución a corto plazo. Lo cierto es que hasta hace una semana Ecuador y Colombia eran aliados históricos, comerciales y nunca habían llegado a una situación tan extrema, pero por causa de la guerra hoy están distanciados, acusándose ante instancias internacionales y enardeciendo a sus pueblos hacia una discordia incomprensible que nunca debió germinar.