En la Policía, desde hace varias semanas rondaba por los pasillos el rumor que este 22 de diciembre se convirtió en hecho: la salida del general Óscar Atehortúa de la Dirección General. Al anunciar su retiro, con el alto oficial a su lado, Duque señaló que “el general Óscar Atehortúa ha sido un (oficial) de excelsas condiciones, de devoción y de trabajo arduo en la institución policial”. Destacó que “fue el primero de su promoción en 1985”, que trabajó en la lucha contra el narcotráfico, en la Dijín, y que se formó con el FBI en Estados Unidos. “Desde que empezó nuestro gobierno he trabajado con él de la mano”, resaltó el jefe de Estado.
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Atehortúa, como recordó Duque, fue el primer director de la Policía que nombró, en diciembre de 2018. El presidente dijo que por sus labores y las de los hombres bajo su mando murieron en combate hombres como Guacho -el jefe de un grupo de disidencias de las Farc en Nariño- o Cadete -otro líder de las disidencias guerrilleras-. Duque se mostró agradecido, pero la permanencia de Atehortúa en ese cargo se había empezado a enredar desde hace un año, cuando envió a vacaciones de más de 400 días al inspector general de la entidad, el general William Salamanca, luego de que se supiera que este investigaba un caso que lo comprometía.
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“Ya era hora”, “era necesario”, fueron las reacciones de dos altos oficiales que hablaron con El Espectador. Uno de ellos señaló que la pelea entre los generales Atehortúa y Salamanca era algo que no ocurría hacía mucho tiempo y que le hizo “mucho daño a la institución. No puede ser que dos de los altos mandos de la Policía estén públicamente dando ese espectáculo, el alto mando no aguantaba seguir en medio de esa tensión. Eso dificulta mucho nuestra tarea”. Atehortúa entrega el uniforme, pero tendrá que seguir enfrentando el juicio disciplinario que le abrió la Procuraduría por un contrato relacionado con 60 casas fiscales en Tolima.
Otra lectura que surge de este remezón anunciado por el presidente Iván Duque y el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, es que se trató de una solución salomónica a una disputa entre generales, pues Salamanca tampoco se queda en su cargo: lo relevará Jorge Luis Ramírez, quien hoy está a cargo de la Dirección Antinarcóticos. “No niego que Salamanca hizo muy bien en mostrar cuáles eran las cosas que andaban mal adentro, pero se sabía que las hacía con un fin último: llegar a la Dirección de la Policía. Eso generó que se ganara más enemigos aquí (en la Policía)”, estima una fuente de la Dijín que pidió anonimato.
Más allá de la disputa entre Atehortúa y Salamanca, lo cierto es que las indagaciones en la Inspección General de la Policía, que abarcaban asuntos mucho más allá de la presunta responsabilidad de Atehortúa en una serie de irregularidades, podrían ser una especie de hoja de ruta -al menos inicial- para el sucesor de este último. En reemplazo de Atehortúa llega un hombre que llevaba años perfilándose, con creces, para un día llevar las riendas de la institución: el general Jorge Luis Vargas, quien estaba a cargo de la Dirección de Seguridad Ciudadana. En esa hoja de ruta entran temas como las posibles anomalías en las labores de interceptación de la Policía.
Dos investigadores de la Policía que manejan casos de alto perfil cuentan que la llegada de Vargas a la Dirección es bien vista por la mayoría de los generales activos. “Él va a cohesionar al cuerpo de generales”, dice uno. Se trata de un alto oficial con hoja de vida intachable, cuyo único lunar, dice gente cercana a él, “es su mal genio”. Aunque fue algo cercano al general (r) Óscar Naranjo, exdirector de la Policía, la verdad es que el general Jorge Luis Vargas, con rigor y disciplina, se ha hecho a pulso, especialmente en inteligencia. “Es un duro”, le dijo a este diario otra fuente cercana a la Policía. “Fue el hombre detrás de los golpes a Raúl Reyes y a Alfonso Cano”, agregó.
A la Subdirección de la Policía llega Hoover Penilla, un hombre cercano al nuevo director de la Policía, pues fueron compañeros de curso (1987) y, por lo que le dijeron tres fuentes a este diario, mantienen una buena relación. También comparten que son hombres asociados a la inteligencia de la institución: en 1999, Penilla fue parte de la Dirección de Inteligencia y trabajó en las direcciones de Antisecuestros y Extorsión. En octubre de 2006, cuando Óscar Naranjo era director de la Policía, lo nombró en su primer cargo de dirección de primer nivel, como jefe de la Policía Fiscal y Aduanera, y en 2015 fue comandante de la Policía en Bogotá.
Con estos nombres a bordo, y otros nuevos, el presidente Duque ha decidido barajar sus cartas y comenzar de ceros en la Policía. En manos del general Vargas y de todos los demás está demostrarle al jefe de Estado si tomó decisiones acertadas o no.