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En la redacción de El Espectador permanecen, cada día más cargadas de nostalgia, piezas únicas del periodismo. Aquella página, coloreada en sepia, con la cual este diario anunció, el 17 de diciembre de 1986, que Guillermo Cano había sido asesinado. O la portada del día siguiente al atentado con explosivos, con la que, contra todo pronóstico, se anunció que “¡seguimos adelante!”. Pero, además, hay una reliquia especial. Escondido en el archivo, en medio de enormes libros marrones, sobrevive una pequeña cartilla verde. Se trata de la recopilación de las crónicas de fútbol que Cano escribió, que develan su amor por los deportes y las formas de trabajar el periodismo que siguen vigentes.
En contexto: Contra el olvido, en favor de la justicia y la verdad: el legado de Guillermo Cano