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Historia de una 'casa de pique'

El Espectador conoció cómo el clan Úsuga la desmembró por pertenecer a la Empresa.

Santiago Martínez Hernández
12 de octubre de 2014 - 02:00 a. m.
La ‘casa de pique’ queda ubicada en el barrio Alfonso López Pumarejo. En el inmueble había restos del cuerpo de Tatiana Parra y el machete con el que presuntamente fue desmembrada.  / Archivo particular
La ‘casa de pique’ queda ubicada en el barrio Alfonso López Pumarejo. En el inmueble había restos del cuerpo de Tatiana Parra y el machete con el que presuntamente fue desmembrada. / Archivo particular

La barbarie que ha reinado en el Valle del Cauca está lejos de terminar. Mientras en Cali los asesinatos tienen en vilo a esa ciudad, en Buenaventura la cruenta guerra entre bandas criminales sigue cobrando vidas y desplazando a la población. Y es que en los últimos meses las autoridades revelaron que en el puerto existía una macabra práctica de asesinatos: las ‘casas de pique’. Hasta el momento sólo se han logrado identificar cinco víctimas que fueron desmembradas y botadas al mar. El Espectador conoció en detalle uno de estos casos y cómo funcionaban estas casas del terror.

Hace 12 días la Fiscalía reveló que había capturado a siete personas, entre ellas tres menores de edad que estarían involucradas en el asesinato de Tatiana Parra Cuero y que pertenecerían al clan Úsuga. Advirtió que estos hechos hacían parte de la guerra entre el clan y la Empresa por el control del principal puerto del país —en este municipio entra y sale el 60% del comercio internacional de Colombia y mueve casi $2 billones al año—. No se trata solamente de manejar las rutas de narcotráfico, sino también de dominar el terreno fertil de las extorsiones.

El Espectador pudo conocer los pormenores de la investigación por el asesinato de Parra, un caso atroz que, además, evidencia la forma en la que funcionaban estas ‘casas de pique’ en Buenaventura. Parra, mejor conocida como Sol, fue torturada, ahorcada y desmembrada en el barrio Alfonso López Pumarejo. Según indicó el testigo principal de este crimen, uno de los tres menores de edad implicados —hasta el momento van siete capturados de los 11 sospechosos—, a Parra la mataron el pasado 23 abril porque, al parecer, colaboraba con la Empresa y había participado en el homicidio de alias Soldado, uno de sus compañeros.

Gracias a este testimonio, la Fiscalía les imputó a cuatro miembros de la organización los cargos de tortura, desaparición forzada, homicidio y concierto para delinquir. Se trata de Deyner Cáceres, alias Cofla, de 33 años y jefe de este reducto del clan Úsuga; Rolando Corrales, alias Zambo, de 18 años; John Anderson Castillo, de 23 años y conocido con el alias de Mellizo y John Edward Márquez Arboleda, alias Momia, de tan sólo 20 años. Junto a ellos también fue capturado alias Pempen, un menor de edad que fue identificado como otro de los líderes de esta red criminal.

Esta macabra historia se pudo esclarecer gracias a una llamada anónima que alertó a la Armada e indicó que Parra había sido llevada hasta una ‘casa de pique’ que quedaba ubicada en la calle Pescadito, de la Comuna 3. Cuando las autoridades llegaron al lugar de los hechos encontraron que en el interior del inmueble había rastros de sangre, restos de su cuerpo y el machete con el que la habían desmembrado. Minutos antes, hombres que intentaban limpiar la escena del crimen lograron huir.

Días después, por efecto de la marea, se encontraron en la playa otras partes del cuerpo que habían sido arrojadas al mar en bolsas plásticas llenas de piedras. El 25 de abril se halló la pierna derecha, un día después la izquierda y a los cuatro días el tronco. Los restos fueron enviados a Medicina Legal para realizar las pruebas de ADN y cotejarlas con Rosalba Cuero, la madre de la víctima que había denunciado la desaparición de su hija el mismo día que fue asesinada. El resultado fue un 99,9% de compatibilidad.

Tras identificar a la víctima y realizar una serie de pesquisas y entrevistas, la Fiscalía logró determinar que los presuntos autores de este crimen eran los hombres bajo el mando de Cofla, el jefe del clan Úsuga en el barrio Alfonso López Pumarejo. Pero la prueba reina fue el testimonio del menor de edad que relató con detalles cómo se engañó a Tatiana Parra para secuestrarla, torturarla y luego estrangularla con un lazo. Y quien dijo que después de su muerte la descuartizaron y la metieron en distintas bolsas para luego lanzarla al mar.

El testigo reveló los alias de todos los hombres que operaban en el barrio Alfonso López Pumarejo. Aseguró que los líderes eran Cofla y Pempen, quienes seguían órdenes de mandos superiores y distribuían los turnos de vigilancia para la distribución y venta de droga. Que les seguían en la línea de mando Zambo, quien manejaba las lanchas y participaba en el cobro de extorsiones; Momia, quien ejercía “actividades de combatiente” y participaba en desmembramientos, y Mellizo, quien realizaba acciones de sicariato y extorsiones. Añadió que los otros —Cabezón, la Rata, Cocoliso o Pillito, Morinay, la Chinga, Chespi, Lucho, Chagui, Cristian, Muerte, Fredy y Yépez— eran los centinelas.

El joven señaló que el día del asesinato, Pempen condujo a Parra hasta el barrio para tomar venganza por la muerte de Soldado. Aseguró que Pemen resultó herido por un arañazo en su cuello y que a Mellizo la mujer lo mordió en una mano. Asimismo, que tras ingresarla al inmueble, Cofla, Zambo, Mellizo, Momia y Pempen la torturaron y la ahorcaron con un lazo.

El testigo manifestó que Cofla filmó todo con su celular para demostrarles a sus jefes que habían cumplido con la orden de asesinarla. Reveló que los encargados de desmembrar el cuerpo fueron Pempen, Momia, Cabezón, Muerte, Fredy y Yépez. Mientras que los anteriores realizaban su tarea, Cofla y Morinay empacaban en distintas bolsas plásticas las partes del cuerpo de Parra. Cuando terminaron de descuartizar a la víctima, Cofla se encargó personalmente, junto a Pempen, Morinay, Chagui, Cristian, Chespi y Lucho de botar los restos en alta mar.

Esta impactante historia es tan sólo el relato de uno de los tantos crímenes que se han cometido en las ‘casas de pique’. Personajes como Fanny Grueso, alias Chily —fue capturada el pasado 25 de agosto en Chile—, dueña de una de estas casas que queda ubicada en el barrio San José en Buenaventura, tendrán que rendir cuentas ante las autoridades sobre los múltiples y escabrosos asesinatos que tienen atemorizados a los pobladores del puerto desde años atrás. Mientras algunas autoridades desmienten que existan inmuebles específicamente destinados para desmembrar personas, la Fiscalía asegura que está tras la pista de más ‘casas de pique’ que quedan ubicadas en distintos barrios de bajamar en Buenaventura.

* La violencia en el puerto

Desde hace décadas ‘ narcos’, ‘paras’ y guerrilleros se disputan el ser los amos de Buenaventura. Primero fueron narcotraficantes y guerrilla. Luego, en el año 2000, aparecieron los paramilitares y, bajo el mando de Hébert Veloza, alias H.H., crearon el bloque Calima. El 11 de mayo de ese mismo año, las autodefensas impusieron su poder y anunciaron lo que sería el régimen del terror. En el corregimiento de Sabaletas masacraron a 11 personas, las desmembraron y desplazaron a otras 2.500. Con su llegada, empezaron a surgir pequeñas bandas que controlaban los barrios y el microtráfico.

Tras la desmovilización del bloque Calima quedaron algunos reductos paramilitares y se conformaron bandas criminales, como la Empresa —que funcionaba al servicio de los Rastrojos—. Esta organización se apoderó de todas las rutas del narcotráfico y del control de los barrios. Su régimen del terror se vio amenazado en 2012, cuando los Urabeños —hoy clan Úsuga— quisieron tomarse el puerto a bala y a machete.

Empezaron a aparecer nuevos jefes de la mafia. El principal, Orlando Gutiérrez, alias Negro Orlando, un hombre que desde muy joven se movió en el mundo del narcotráfico al trabajar para los carteles de Cali, norte del Valle y, además, tener vínculo con la Oficina de Envigado y los hermanos Úsuga. Fueron estos últimos quienes le dieron la tarea de apoderarse del puerto, no sólo por su rentable negocio sino por la posición estratégica. Sus principales aliados desde ese momento fueron Héctor Mario Urdinola, alias Chicho, y Greylin Fernando Varón, alias Martín Bala. Los tres hombres empezaron a ser protagonistas de la violencia en el Valle del Cauca.

Una oleada de asesinatos se empezaron a vivir en Cali y Buenaventura. Uno de los episodios más recordados fue la masacre de 10 personas ocurrida en los primeros días de enero de 2013 en la vía al mar. Según las autoridades, los asesinatos de miembros de la Empresa habrían sido ordenados por los jefes de los Urabeños. Quince días después de ocurridos los hechos empezaron a caer varios de estos jefes, y el primero fue Chicho Urdinola. El siguiente fue el Negro Orlando, quien fue capturado en Cali el 3 de mayo de 2013. El último, Martín Bala, fue arrestado días después en Bogotá, mientras compraba una moto Harley Davidson y se recuperaba de un atentado del que había sido víctima.

Tras la caída de los máximos jefes de los Urabeños, la guerra con la Empresa en Buenaventura se intensificó, a tal punto que autoridades como la Defensoría empezaron a prender las alarmas —esta entidad desde 2008 ha emitido siete alertas sobre la situación en el puerto—. Mandos medios empezaron a disputarse el control de la región y macabras prácticas, como los desmembramientos, empezaron a ser comunes para desaparecer a sus enemigos y no dejar rastro. El Espectador realizó un reportaje en 2013, en el que denunció la existencia de casas en las que se descuartizaban personas.

A pesar de que esta situación era un secreto a voces, autoridades locales del momento negaron su existencia y le solicitaron a este diario rectificarse. Sin embargo, en marzo de este año, la Fiscalía anunció que ya tenía pruebas de que en los barrios de bajamar se estaban descuartizando personas. Hasta el momento, según indicó el director de Fiscalías Seccionales y Seguridad Ciudadana, Luis González, el CTI ha establecido que este año se han perpetrado cinco homicidios bajo esta modalidad.

Agregó que 26 personas, entre ellas 10 menores de edad, que pertenecen tanto a la Empresa como al clan Úsuga, participaron en estos asesinatos. El primer caso reportado fue el de Carlos Andrés Angarita, quien fue torturado y desmembrado el pasado 12 de abril en una de las denominadas ‘casas de pique’. Otra de las víctimas fue identificada como Ferney Guaitoto, quien fue asesinado por, supuestamente, haber sostenido una relación sentimental con una de las mujeres de los jefes del clan. Dos lancheros también fueron descuartizados el pasado 26 de julio. La barbarie sigue acechando a Buenaventura, sus pobladores no esperan otra cosa que el fin de esta larga noche.

 

 

smartinezh@elespectador.com

@santsmartinez

 

 

Por Santiago Martínez Hernández

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