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La amenaza de los "prostitutos del crimen"

El asesinato de Elsa Porto tiene conmocionada a Cartagena. En sus entrañas, la ciudad vive el asedio de las bandas criminales y sus sicarios.

El Espectador

06 de agosto de 2011 - 05:00 p. m.
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Al margen del turismo que sigue viento en popa y cuyos usuarios poco se enteran de lo que sucede en las entrañas de la ciudad, el miedo ronda hoy en Cartagena. Pero ya no es una amenaza que afecte sólo la cotidianidad en los barrios populares. Ahora la tensión se vive en los sectores exclusivos y es un secreto a voces que la mano de las bandas criminales es el detonante. El último capítulo de esta secuencia trágica, al parecer vinculado con los tentáculos de paisas, urabeños o rastrojos, es el asesinato de la esteticista Elsa Porto, perpetrado en la tarde del pasado viernes 29 de julio.

Ese día, un joven de unos 17 años, con acento antioqueño, ingresó al Be Medical Spa situado en el sector de Bocagrande y, fingiendo ser un cliente más, esperó su turno para ser atendido por la esteticista. Cuando Elsa Porto acudió hasta el sillón donde el individuo aparentaba leer una revista de modas, éste ratificó que se trataba de la dueña del spa y de inmediato le disparó en cuatro ocasiones con una pistola con silenciador. Después salió caminando sin afán y en la esquina del negocio abordó una camioneta blanca que lo esperaba.

El crimen conmocionó a la ciudad, no sólo porque se trataba de una de las dos hijas del fallecido y emblemático periodista deportivo Melanio Porto Ariza, sino porque su carisma la había convertido en una reconocida cartagenera, con relaciones de amistad en todos los estratos y muchos clientes entre sectores de la farándula y la cultura. Pero además de su destreza en tratamientos de última generación para adelgazar o manejo de imagen, con su estilo repentista y elocuente, era notorio su liderazgo cívico en el que no ahorraba comentarios.

Según sus allegados, a esa vocación por los temas sociales había sumado el año pasado su malestar por el influjo de las bandas criminales en la Ciudad Heroica, al punto de que eran públicas sus expresiones de que las autoridades tenían que hacer algo para frenarlas. Pero las reacciones no se hicieron esperar. Primero fue una ola de rumores para desacreditar su negocio, porque supuestamente se estaban atendiendo a beneficiarios de dichas bandas, y después vino una época de amenazas para que desistiera de seguir señalando a sus integrantes.

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A principios de este año, Elsa Porto acudió a la Policía y tres oficiales y un investigador judicial se encargaron de su caso. En pocas semanas concluyeron que las amenazas provenían de un reducto de la banda criminal de ‘Los Paisas’, que lidera Maximiliano Bonilla Orozco, más conocido con el alias de Valenciano. Quizá producto de este blindaje las presiones cedieron y, pese a que la famosa esteticista no dejó de afirmar que algún día iban a matarla, poco a poco bajó la guardia. El pasado viernes la sorprendió el asesino esperado.

Aunque los investigadores de la Fiscalía no descartan móviles pasionales, una retaliación de la delincuencia organizada por negarse a ser víctima de extorsiones o un ajuste de cuentas por las deudas y negocios de su pareja, en cualquier caso existe un contexto afín e inocultable: las bandas criminales están haciendo de las suyas en Cartagena y, entre sus negocios ilegales, está proveer sicarios para cometer homicidios selectivos. Uno de los oficiales que ha seguido el caso describió crudamente quiénes son los artífices de esta creciente violencia: “Los prostitutos del crimen”.

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Y luego describió lo que está sucediendo: “A imagen y semejanza de las oficinas de cobro que en su época inventó el capo Pablo Escobar para reinar en el mundo del hampa; con los mismos métodos con que Diego Murillo Bejarano, alias Don Berna, le dio forma a la tenebrosa ‘Oficina de Envigado’ para imponer tributos ilegales a todos los bandidos y multiplicar su red de extorsiones; del mismo modo las bandas criminales están tratando de consolidar su feudo en Cartagena”. Con un agravante: no se han limitado a penetrar los sectores populares.

Por el contrario, han buscado sus socios en los altos estratos de la ciudad, con el señuelo de los raudales de dinero para invertir en yates, lanchas, vehículos de alta gama o negocios públicos de esparcimiento. “Desafortunadamente hay jóvenes de muy buenas familias que se están dejando arrastrar por este camino equivocado”, agregó la fuente. En el fondo es el negocio de la droga, con las secuelas de violencia y corrupción que dejan a su paso el microtráfico, los embarques de estupefacientes y las millonarias utilidades del lavado.

Como lo admitió recientemente el director de la Policía, general Óscar Naranjo, “las bandas criminales pueden convertirse en una amenaza nacional y por eso hacer concesiones a este fenómeno es peligrosísimo”. En el caso de Cartagena, en el contexto de la guerra abierta que libran ‘Los Paisas’, ‘Los Rastrojos’ o ‘Los Urabeños’, el asunto se está saliendo de control. La prueba es que hace unos meses circuló en las calles de Manga, Bocagrande, Castillogrande o Pie de la Popa un panfleto con una lista de nombres de personas por asesinar y varias ya están muertas.

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Desde hace un año otra sucesión de crímenes selectivos tienen estupefactos a los cartageneros. Por ejemplo, nadie sabe aún quién mató al comerciante David Gustavo Garay en agosto de 2010, en el barrio Lo Amador, a un costado de la avenida Pedro de Heredia. Lo único que quedó claro fue que sicarios motorizados lo balearon y también murió en el lugar el mecánico Geovanny Arias Ramos. Apenas un mes atrás había sido asesinado el comerciante Guillermo Baena y llegaba a 85 el número de víctimas por sicariato en ocho meses.

Tampoco está claro quiénes le quitaron la vida en octubre de 2010 al empresario Freddy Antonio Brid Calvo. Propietario de 12 busetas de la ruta al sector de Ternera y residente en el barrio Manga, Brid Calvo fue atacado cuando se movilizaba en una camioneta y esperaba que el semáforo ubicado en la entrada al barrio San Fernando cambiara a verde. En el episodio resultó herido su conductor Alfonso López Domínguez. Desde ese mismo día la hipótesis que se manejó fue que el homicidio obedeció a venganzas por narcotráfico.

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Por esos mismos días cayó asesinado en Barranquilla José Fernando Ramírez León, de quien inicialmente se dijo que se trataba de un comerciante, pero luego trascendió que era un activo integrante de la banda ‘Los Paisas’, en su sucursal de Cartagena. Conocido con el alias de Marlborito, desde 1996 tenía registros judiciales en su contra y múltiples entradas a la cárcel de Ternera. El día que lo mataron salía de un lavadero de carros y corrió para evitar el ataque, pero un menor, de no más de 15 años, lo alcanzó y le propinó siete tiros.

En enero de 2010, Ramírez ya había sido objeto de un atentado en Cartagena. Huyó a Barranquilla porque se rumoraba que sicarios de la banda ‘Los Rastrojos’ lo perseguían con saña. Era público que la gente en el barrio Manga de la Ciudad Heroica lo conocía, pero callaba por miedo. Sin embargo, como se dijo en aquellos días, sus desmanes se habían convertido en tema infaltable en las reuniones sociales. El eco de su muerte quedó retratado en un titular de prensa que resumió un sentimiento popular: “En Manga vuelven a dormir en paz”.

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Pero la racha de crímenes selectivos no paró. A las 9:30 de la noche, del 21 de diciembre de 2010, en la pizzería La Playita, ubicada en el barrio Pie de la Popa, dos sicarios que se movilizaban en una moto acribillaron a tiros a Néstor Francisco Ayola Mulford, de 37 años. Alcanzó a ser llevado a la clínica Cartagena del Mar, pero llegó muerto. Entre sus pertenencias la Policía encontró un revólver calibre 38. Su padre dijo que siempre portaba el arma para defenderse de algún ladrón. Nunca quedó claro quién lo mató.

De alguna manera, esta sucesión de asesinatos, así como el atentado cometido contra Miguel Vianor Mackenzie, conocido como Sisi, o los ataques a Jairo Conde o Raymundo Morales, perpetrados por esos mismos días, llevaron a las autoridades a concluir que tienen una relación en sus móviles. Al parecer, forman parte de una cadena de delitos que están afectando la cotidianidad en Cartagena, sin que las autoridades hayan podido desvertebrar las redes de asesinos, la mayoría procedentes de otras regiones del país.

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Ahora el estupor regresa por cuenta del asesinato a sangre fría cometido por un adolescente contra la empresaria Elsa Porto. Un crimen que de entrada tiene desconcertadas a las autoridades por la habilidad del sicario. No sólo calculó sus movimientos para que las cámaras del spa no captaran su rostro, sino que se dio el lujo de apartar él mismo la cita con la esteticista en las horas de la mañana, volver al caer la tarde, esperar pacientemente, asesinarla sin inmutarse y luego salir caminando, porque ese día se realizaba la jornada sin moto.

Según ha trascendido, por su personalidad abierta y su sentido social, Elsa Porto tenía acceso a los jóvenes de los barrios populares e incluso los aconsejaba para que no se involucraran en asuntos de narcotráfico. Hay quienes dicen que esas relaciones fueron mal interpretadas. Pero también corre la versión en Cartagena de que su esposo Jairo Salvador, 15 años menor que ella, no andaba bien en sus negocios, que su vínculo conyugal pasaba por un momento crítico y que extraños individuos rondaban a la pareja con propósitos ilícitos.

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Lo cierto es que el asesinato de Elsa Porto parece haber tocado fondo en el ambiente de una ciudad que se resiste a dejarse doblegar por el crimen organizado. La prueba es que esta misma semana, frente al Museo Naval de Cartagena, decenas de habitantes de la ciudad, en especial de los altos estratos sociales, adelantaron una manifestación de protesta y de homenaje en su memoria, que concluyó demandando justicia y verdades frente a lo sucedido. La Fiscalía tiene el reto de esclarecer, no sólo este sino los demás asesinatos en serie.

Por lo pronto, oficialmente las cifras dicen que entre enero y julio de 2011 se han presentado 110 casos de asesinatos en la ciudad amurallada. En 2010, en el mismo período, la estadística llegó a 138. Es decir, una disminución del 10%, que constituye un avance pírrico. La mayoría de las víctimas están entre los 16 y 29 años, y en los estratos altos, por crímenes cometidos por sicarios, oscilan entre 30 y 40 años. Cualquiera sea la causa, al menos está claro que en los siete meses del año han sido capturados 53 miembros de bandas criminales.

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Las alarmas están prendidas y el asesinato de la propietaria del Be Medical Spa tiene sorprendidos a los cartageneros. La alcaldesa Judith Pinedo prefiere esperar resultados de las investigaciones, pero es consciente de que se requieren esfuerzos entre sociedad y autoridades para evitar que el problema crezca.

Entre tanto, los miles de turistas que acuden al Corralito de Piedra van y vuelven sin interesarse mucho sobre lo que sucede, entre ellos quienes disfrutan del Mundial de Fútbol Sub-20, que se inauguró en Cartagena la misma noche que mataron a Elsa Porto.

Las alianzas y el control del territorio

En un intento por realizar una radiografía de las llamadas bacrim, la Corporación Nuevo Arco Iris hizo un estudio que sostiene que hay tres grandes redes de grupos armados concentradas en cuatro regiones del país. Una de estas alianzas es la que existe entre ‘Los Rastrojos’, ‘Los Paisas’ y Érik Vanegas, alias Sebastián, en Medellín, llamada ‘Los Confederados’, que delinquen en algunas regiones de Antioquia y la Costa.

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La segunda es la red liderada por ‘Los Urabeños’, las ‘Águilas Negras’ y ‘Los Gaitanistas’, con fuerte presencia en las costas del golfo de Urabá, Córdoba y en el corredor que va desde el sur de este departamento hasta la frontera con Venezuela. A esta red estaría asociado Maximiliano Bonilla, alias Valenciano, quien tiene una guerra a muerte con alias Sebastián, por el control del crimen organizado en Medellín.

La tercera red está liderada por el Ejército Revolucionario Popular Anticomunista de Colombia (Erpac), cuyo control se concentra en los Llanos Orientales. Sin competencia en la zona, el Erpac mantiene una alianza con ‘Los Urabeños’.

Bacrim, la delincuencia organizada

Sin ideología o interés político, las bandas criminales han consolidado alianzas y se han conformado con miembros de todos los grupos armados ilegales y organizaciones delincuenciales del país, con el fin de dominar el narcotráfico y sus rutas estratégicas. Con división del trabajo criminal, los roles delictivos dentro de la estructura de las bacrim están definidos: en la zona rural hay grupos armados encargados de custodiar cultivos de coca y disputar rutas, a la vez que hay redes criminales, financiadas directamente por la organización o que hacen parte de ella, a quienes se les encomienda la comisión de homicidios, extorsiones y el contacto nacional o internacional para el trafico de estupefacientes.

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Este comportamiento “multicriminal”, a los ojos de los conceptos establecidos en la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, refleja con preocupación el perfil mafioso de las bacrim colombianas y su influencia en todo el mundo.

Por El Espectador

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