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La vida de Clariveth Ocampo, la lideresa que caminó por quienes no podían en Tuluá


La funcionaria de la Alcaldía fue asesinada en el mismo atentado en el que fue acribillado el concejal Carlos Arturo Londoño. Su historia quedó oculta, en medio de la crisis de seguridad que vive el municipio. Sin embargo, su hermano y compañeros recordaron su lucha de superación y su trabajó por la inclusión de los discapacitados en Tuluá. 


Jhoan Sebastian Cote Lozano


29 de abril de 2024 - 07:18 a. m.
Clariveth Ocampo./ Archivo particular.
Foto: Archivo Particular
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Clariveth Ocampo solía llegar a la Secretaría de Bienestar Social de la Alcaldía de Tuluá (Valle del Cauca) de una forma poco convencional, pero efectiva: por las mañanas amarraba su silla de ruedas a la parrilla de la moto de su hermano, Walter Ocampo. Él, al volante, arrancaba el vehículo y tiraba de ella en cortos viajes hasta su trabajo. Eran viajes con los que, cada mañana, Ocampo llegaba a tiempo para cumplir con sus funciones como coordinadora de asuntos para las personas con discapacidad de Tuluá, un trabajo que le permitía, metafóricamente, caminar por quienes no pueden, así como ver, escuchar, sentir y, como buena colombiana, reclamar. El pasado 19 de abril hizo su último viaje con su hermano.

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Entraba la noche de ese viernes cuando se escucharon disparos cerca de un coliseo en Tuluá, donde minutos antes el alcalde Gustavo Vélez había rendido cuentas por sus primeros 100 días de gestión. Sicarios que llegaron en carro balearon al concejal Carlos Arturo Londoño, quien falleció inmediatamente. Los asesinos también apuntaron contra Clariveth Ocampo, de quien no se ha esclarecido si también era objetivo del grupo delincuencial La Inmaculada, de la que se sospecha su autoría en ese crimen. Un grupo que, desde enero pasado, tenía bajo amenaza al concejal Londoño y tiene sudando frío a los comerciantes, extorsionados sin compasión.

“El lunes después del crimen hicimos un trabajo de sanación con el grupo psicosocial de la Alcaldía. La idea era que pudiéramos llorar y expresar nuestros sentimientos. Había frustración, dolor y mucho temor”, le dijo a este diario Robert Posada, secretario de Desarrollo Institucional de Tulúa. El despacho de Clariveth sigue vacío. O bueno, su hermano, Walter Ocampo, dejó una carta de manera simbólica para soltar su dolor. “Yo le decía: ‘Usted se convirtió en mi siamés y yo me convertí en su motorratón y auxiliar. Ella era de esas mujeres que mantenía con una sonrisa y que deja amigos en todos lados”, agregó Ocampo.

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Clariveth Ocampo no tenía arraigo en Tuluá. Nació en Palestina (Caldas) y a los nueve años le tocó desplazarse porque el volcán nevado del Ruiz no solo había borrado del mapa al municipio de Armero, sino también parte de la cuna de su familia. Llegó a Tuluá y se quedó en el barrio Maracaibo, hasta que a su padre se le ocurrió que podía construir desde cero una casa en el barrio Jorge Eliécer Gaitán, donde luego Clariveth se convertiría el líder social. En ese camino del héroe, tan descrito en la literatura, hubo un punto de no retorno: un embarazo que Clariveth perdió hace 15 años y por el que, aparte, perdió la movilidad de sus piernas. “Nos dijeron que fue un infarto de columna”, recuerda su hermano.

Ante una vida que quedó cuesta arriba, Clariveth respondió con una sonrisa. Al tiempo, su familia salió beneficiada por el programa Familias en Acción, lo cual despertó la curiosidad de sus vecinos. Para hacerles llegar la información, Clariveth los citaba en el parque y les entregaba un ABC sobre cómo lograr esos incentivos. Y entre reunión y reunión, fue dándose a conocer, mientras su hermano iniciaba un proyecto de escuela de fútbol en el barrio Jorge Eliécer Gaitán. Ese trabajo con la gente la inspiró a convertirse en madre comunitaria, una labor que desarrolló por más de una década y por la que también es recordada, además de su trabajo como presidenta de su Junta de Acción Comunal.

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Los Ocampo aprovecharon su popularidad para meterse en la política y acompañaron la campaña de Gustavo Vélez. Una vez electo, la primera y única opción para la coordinación de la población discapacitada fue Clariveth. Y trabajo era lo que tenía: “Sus funciones eran atender y solucionar las peticiones, quejas y los reclamos de la población con cualquier tipo de discapacidad. Ella los invitaba a su oficina y les enseñaba cómo realizar una tutela o cómo pedir sus implementos de salud”, explica Walter Ocampo. El secretario Posada, por su parte, recuerda haberla visto en todos los espacios sociales, pues ella quería trabajar para todos.

Carlos Arturo Londoño es el segundo concejal asesinado. El primero fue Eliecid Vargas, en cuya casa irrumpieron sicarios que lo asesinaron el 31 de diciembre pasado. Además, a principio de 2024, La Inmaculada amenazó públicamente al también concejal Henry Cardona y a seis líderes afros de la zona. El temor siguió aumentando, cuando, en febrero pasado, César Augusto Hernández, agente de tránsito de la ciudad, fue asesinado por sicarios en su casa. Su atentado fue el primero de dos que causaron crisis en ese municipio del suroccidente del país y llevaron a las autoridades a decretar toque de queda.

“Este problema es por tener presionadas a estas personas. Mandaremos una carta a la Unidad Nacional de Protección, pues los concejales han venido solicitando esta protección desde enero y se les otorgó a unas personas de manera transitoria, mientras otros no la tienen”, señaló la gobernadora Dilian Francisca Toro. Walter Ocampo le pide al Gobierno que no los abandone, pues “estamos a la merced de las bandas delincuenciales”. Posada alega que una ciudad no debe ser de interés nacional solo cuando los hechos criminales se toman los titulares de presa. “En dos semanas se va el apoyo y nadie se da cuenta”, concluye. Entre tanto, el auditorio donde trabajaba Clariveth Ocampo llevará su nombre por siempre, en honor a esta mujer que caminó por quienes no podían en Tuluá.

Por Jhoan Sebastian Cote Lozano


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