El Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría (ICP) socializó este 3 de agosto ante la Comisión de la Verdad el informe “Víctimas del conflicto armado en Colombia en razón de su vinculación al sector productivo”, un trabajo que consolidó este centro académico desde 2019 y que recoge testimonios que dan cuenta de las afectaciones y los hechos victimizantes que sufrieron productores, comerciantes, emprendedores, empresarios, trabajadores, entre otras personas vinculadas al sector productivo en medio del conflicto armado. El Espectador conoció el documento de 149 páginas y reproduce íntegramente el testimonio de el conocido empresario Jean Claude Bessudo y el exministro de Agricultura Rubén Darío Lizarralde.
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La versión de Bessudo
Es muy corta la industria del turismo en Colombia. Este era un país totalmente desconocido hasta los años de 1960. No existía nuestra industria turística, eran muy pocos los viajeros internacionales que se aventuraron por Colombia. Éramos desconocidos a nivel mundial, y eso fue mejorando un poquito a partir de los años 1958 - 1960, en los que se creó la Empresa Colombiana de Turismo, que luego se transformó en la Corporación Nacional de Turismo. Empezamos a viajar a ferias internacionales, a hacer material, a dar a conocer el país; y digamos que nos iba aceptablemente bien, hasta diciembre de 1978. La toma del Cantón Norte tuvo cierta repercusión internacional. Luego vino la toma de la Embajada de la República Dominicana, que tuvo bastante alcance internacional por haber sido los embajadores quienes fueron ahí retenidos, secuestrados.
Aunque fueron significativos estos sucesos en la marca de país, luego Colombia se pudo recuperar. Aunque se esperaba que las cosas mejoraran para el país turístico, Colombia jamás se repuso de lo que significó la toma que hizo el M19 del Palacio de Justicia. Eso no cabía mucho en la imagen de nación en el exterior. Y esa fue una imagen reiterada: esa era la Colombia que conocía el mundo internacional. Sin embargo. la industria turística se fue reponiendo poco a poco de ese golpe, sobre todo con los Acuerdos de Paz.
Los Acuerdos de Paz en el exterior fueron asimilados, igualados a la paz. Y entonces volvió a renacer la industria turística en Colombia, por supuesto, con esos altibajos que son inherentes a la coyuntura nacional y afectan enormemente la imagen del país: los asesinatos de líderes, los falsos positivos, las matanzas, los problemas de derechos humanos. La industria turística es muy sensible a eso. Nosotros no hemos sido ajenos a esa coyuntura conflictiva. Hemos tenido que intentar hacer turismo entre los grupos armados, los tiroteos, las amenazas y las falsas acusaciones.
El problema en Gorgona
Comenzamos a promover el turismo en la isla de Gorgona, en el Pacífico colombiano. Le invertimos mucha plata. Recibimos una carta, si no me equivoco, del sargento o teniente Díaz. Tuve una conversación con un Teniente, pidiéndonos que cuando llegaran los turistas, diéramos una charla para cuidar a la gente del conflicto armado: “si oyen tiroteos, por favor apaguen la luz y métanse debajo de las camas”. Eso era ridículo. Si ellos creen que en esa condición es posible hacer turismo, pues estaban muy equivocados. Claramente no era posible pensar en la posibilidad de llevar turistas y tener que advertirles este tipo de cosas. Era un riesgo para todos, y se lo dije al entonces teniente, por lo cual, me contestó que si llegaba a suceder algo, yo era responsable tanto en el aspecto penal, como civil, de lo que llegara a ocurrir. Tiempo después, las FARC se tomó la isla de Gorgona. Había algunos turistas.
Terminaron matando al Teniente con el que tuve esas conversaciones. Le dimos unas casas a su hija, una que tenía y otra que le apareció, le dimos unas casas a las familias. Con mucho pesar, nos tocó cerrar y Parques Nacionales también cerró la operación en Gorgona. Los efectos colaterales del conflicto en la industria del turismo En otro punto del país, pusimos un catamarán que parecía un Ferrari, toda una maravilla. Lo pusimos para poder llevar gente en forma cómoda a la isla de Malpelo. Ese catamarán costaba miles de dólares. Hubo bombas en Guapi, bombas en Buenaventura. Los grupos que teníamos, todos nos cancelaron, había mucho miedo de viajar por Colombia. ¿La rentabilidad de ese catamarán? Nula. Nos tocó mandar el catamarán a las Galápagos.
Luego compramos un aerodeslizador anfibio, para ir de Cartagena a Mompox, e incluso hasta más abajo, todo a través del Río Magdalena. Le dispararon en Zambrano, por los lados de los Montes de María; fuera el hovercraft, sacado de la circulación. También, en el año 2000, estalló un petardo en Cartagena. Los cruceros dejaron de ir a esa ciudad alrededor de 5 años. En San Andrés, pusimos un submarino turístico, más o menos en la presidencia de César Gaviria. Lo teníamos financiado, viajaban los pasajeros que pagaban tiquetes en Avianca, en ACES, en SAM. Nos tocó quitar el submarino porque dejaron de volar todas esas aerolíneas que mencioné.
La carátula de la revista Semana decía: “Estados Unidos va a invadir San Andrés”. Rumores de invasión nos sorprenden en San Andrés, con eso, ya no hay más vuelos, entonces no hay más pasajeros, no hay más submarinos. Eso se llama conflicto armado.
Las inversiones en Santa Marta y las supuestas alianzas con Jorge 40
En el Tayrona, el presidente Álvaro Uribe nos había pedido poner socios locales que quisieran administrar el parque, promocionar allí el turismo. Tratamos de poner el hotel Zuana, que es del grupo Bolívar. No se interesaron en el tema. Tratamos con el hotel Irotama, tampoco se interesó Héctor Díaz. Tratamos con la Cámara de Comercio de Santa Marta, dijeron que no tenían plata, entonces les propusimos: “bueno, pongan el 1% de la plata y les damos el 10% de la utilidad, pa’ tener algún socio samario”.
Nada de nada. Después, hubo una agencia de viajes local que dijo estar interesada en nosotros; el señor había sido alcalde de Santa Marta, era socio con su hermano y a nosotros nos pareció perfecto. No tenían la plata, pusimos la plata para ellos. Sin que lo supiéramos, pusieron socios ocultos, desde el gobernador del departamento, Trino Luna, hasta testaferros, Jorge 40. Entonces, cuando apareció una carta de Jorge 40 con sus huellas, pidiendo reembolso porque eso no daba lo que él esperaba, nosotros nos dimos cuenta. La plata que él les dio, ellos, los tales socios, la tal agencia, nunca entró.
Gelves Albarracín, alias ‘El Canoso’, tesorero, relacionista público, yo no sé qué sería él de los paramilitares, aparecía constantemente diciendo que yo había ordenado desalojar 500 familias. Que él se reunía conmigo para planear esos desalojos. Según él, éramos íntimos amigos. Y para saber que yo a él nunca lo había visto... Me cansé de esa situación, de esa falsa acusación. Le mandé al doctor Eduardo Montealegre Lynett un disquete con el noticiero, donde alias “El canoso” decía que nosotros cooperamos, pidiéndole el favor de investigar.
En vez de ordenar la investigación, me llegó un marconi -hacía 40 años yo no recibía un marconi- citándome a tal fiscalía con una doctora Pastrana, allá en Paloquemao, por acusación de calumnia. Lo raro es que yo no había puesto una denuncia por calumnia, yo había pedido una investigación. Todo el mundo me dijo: “no, no, no vaya, no vaya”. Y yo: “claro que sí voy, a ver de qué se trata”. Fui, y para mi sorpresa, me encontré con el señor Gelves Albarracín, alias ‘El Canoso’. Nos citaron a conciliación en la Fiscalía y fue muy interesante porque yo le dije al señor Gelves Albarracín:
-Tengo mucho interés en conocerlo. A ver, cuénteme, usted dice que se reúne mucho conmigo, ¿cómo se llega a mi oficina? Dibújeme mi oficina.
-Cómo era la mesa de mi oficina?
-Redonda
-Y, bueno, ¿cómo estábamos sentados?
-No, pues estábamos sentados, usted detrás de su escritorio...
-No, pues yo no atiendo en mi escritorio, excepto cuando hay temas de teléfono.
-Entonces, le dije: “no, la entrada es así, y la mesa es cuadrada, no redonda”.
El señor terminó reconociendo que ni me conocía y que nunca se había reunido conmigo. A raíz de algunas de las declaraciones, me citó la fiscalía y la fiscalía precluyó y terminó la investigación, archivó el tema. Gracias a eso, gracias a que me pusieron cara a cara con el señor Gelves Albarracín, no estoy en la cárcel hoy en día, y les puedo echar el cuento. Porque él certificó ante un fiscal que no me conocía. Las implicaciones del trabajo en la vida personal En el peor momento, tuve secuestrados entre 15 y 16 amigos. Tuve que estar metido, ayudar, ir a pagar… Lo que a usted se le pase por la cabeza, con el visto bueno de la Policía Nacional.
La decisión, junto con mi esposa, siempre fue quedarnos en el país. En algún momento, tuve que insistir en la investigación de tiquetes robados. Por lo general, los tiquetes robados en aquel entonces eran muy utilizados por el narcotráfico; y entonces recibí muchas llamadas de amenaza, y en algún momento me tocó despachar a mis hijos al tiempo, todos, donde mi hermana en París. Un tiempito. Y, pues, para que no me siguieran amenazando, dejar las investigaciones. Para el turismo, puede existir de los gobiernos la mejor voluntad del mundo. Por ejemplo, en el gobierno de Álvaro Uribe, se crearon las caravanas turísticas. Esas caravanas eran turistas con compañía militar. Sin embargo, el turismo en un ambiente militarizado a ultranza, no creo que sea bueno. Lo que necesita Colombia para su desarrollo es un imperativo moral, donde se enseñe a amar y respetar la vida.
La versión de Lizarralde
En esta historia, voy a hablar en nombre mío y no en el de la empresa. Me vinculé a INDUPALMA como asesor de la empresa, alrededor de los años 90. Más o menos, en el año 1993, tuve entre mis primeros retos, el de estar en una reunión con la Coordinadora guerrillera en Caracas. En esa reunión estaban el señor Alfonso Cano, el señor Iván Márquez, Antonio García, Francisco Galán y un senador del Valle del Cauca. Estuvimos reunidos aproximadamente cinco horas, y el objetivo de nuestra parte era advertirles que si ellos, a través del sindicato y de las negociaciones colectivas, continuaban presionando a la empresa, desaparecería, porque la situación económica de la empresa era débil. Nos vimos en la necesidad de valorizar activos para no entrar en proceso de liquidación. Esa fue la primera vez que la empresa se plantó frente a las presiones de la guerrilla.
Las presiones del entorno
En la región había muchas presiones simultáneas: estaban las guerrillas, estaban los paramilitares. Nosotros no entramos en conversaciones con nadie que no permitiera el gobierno. Cuando fuimos a hablar con la coordinadora guerrillera, pedimos autorización del Estado. Recuerdo que en la presidencia de Ernesto Samper, estaba el Ministro del Interior, Horacio Serpa, y el mismo sindicato me pidió que hablara con ellos para tratar de buscar un acercamiento con los paras y que se diera una negociación. Yo busqué esa reunión y hablé con el doctor Serpa, me dijo que estaban en negociaciones, pero que no se podía comprometer hasta que no se llegara a una situación de acuerdo.
Un día recibí una llamada de él diciendo que no había sido posible que pudiéramos llegar a esa posición para iniciar un proceso de negociación, de modo que no podían permitir un acercamiento con los paramilitares, y no lo hicimos. Todo lo que siempre hicimos fue con el visto bueno del gobierno. Como cuando fuimos a la Serranía del Perijá, también se pidió autorización del gobierno para ir a hablar con los guerrilleros y decirles que no se iba a pagar ni un solo peso, y que teníamos un compromiso desde lo económico y social con la región.
Luego de la reunión en Caracas, nos mandó a llamar la gente de la zona en el Magdalena Medio. Se tuvo una reunión con ellos. Ahí participaron personas como Manuel Cepeda, que era en ese momento Representante a la Cámara; Eduardo Umaña Mendoza, Gustavo Petro y algunos líderes guerrilleros de la zona. Por parte de la empresa, asistimos el entonces asesor laboral de la empresa, Julio Cesar Carrillo y yo a repetir lo sucedido en la reunión en Caracas: la empresa se ajusta o se acaba. Agustin Uribe Leiva, subgerente en ese momento de INDUPALMA, con quien estuvimos en Caracas, no asistió.
Y así, firmes, volvimos a la siguiente reunión. Además de las obligaciones prestacionales, salariales, pensionales, pedían llevar orquestas, darles estadía, dar vivienda a los trabajadores. Ellos no pagaban ni luz ni agua, ellos recibían su salario libre de todo, porque la empresa les daba hasta transporte. Tantas exigencias derivaron en el desgaste económico por esas convenciones colectivas. Entonces se les dijo: “no podemos más, o se encuentran negociaciones justas o esta empresa no tiene la posibilidad de seguir adelante”.
De esa reunión que tuvimos en Caracas con la coordinadora guerrillera, la empresa enfatizó en que no podía dar más y no iba a aceptar más presiones a través de negociaciones colectivas. Ellos, la guerrilla, lograron generar presión a través de ese mecanismo (Negociaciones Colectivas), más la extorsión que sufrió la empresa con el secuestro de Hugo Ferreira Neira. Hugo Ferreira Neira, quien fue gerente general de INDUPALMA, en la época del M-19, fue secuestrado por este grupo y estuvo en el mismo sitio donde tuvieron a José Raquel Mercado, hecho del cual ninguno de los dos se enteró en ese momento. Asesinaron a José Raquel Mercado, luego Hugo Ferreira fue liberado.
El M-19 en ese momento planteó que había secuestrado a Hugo Ferreira porque la empresa no estaba cumpliendo con las obligaciones laborales, y que si se cumplía con estas obligaciones, lo liberarían, cosa que no fue cierta. Ellos, inteligentemente, aprovecharon una discusión que se presentó entre unos contratistas civiles y la empresa, en donde estos contratistas que se contrataron para arreglar vías, drenajes, es decir, funciones temporales, recibieron la plata de la empresa y no se la entregaron a los trabajadores, y los trabajadores hicieron el reclamo. La empresa no se había negado, ni se iba a negar, al cumplimiento de sus obligaciones. Sin embargo, Ferreira estaba reclamando que ya había pagado. Eso lo aprovechó el M-19 para secuestrarlo. Desde ese momento, la empresa y sus directivos recibieron un golpe psicológico muy duro.
El sindicato nombró a Francisco Galán como el jefe de las negociaciones con nosotros. Poco tiempo después, Galán es detenido en la ciudad de Bucaramanga y eso altera profundamente el rumbo del sindicato. Perdieron la orientación, porque quien determinaba la estrategia como sindicalistas era Galán. Nosotros lo aprovechamos para buscar un acercamiento y entendimiento que les permitiera darse cuenta que no necesitaban intermediación y que se podían tener unas excelentes relaciones empresa-trabajadores, sin necesidad de un enrarecimiento político motivado por la guerrilla.
El M-19 negocia con el gobierno, y, posteriormente, en esta zona se hace con el poder el ELN, recogiendo los espacios del M-19. El sindicato estaba permeado por el ELN y la empresa fue debilitándose económicamente frente a las peticiones de los trabajadores. Después de la liberación de Hugo Ferreira, obligaron a la empresa a recibir a todos los trabajadores que estaban con los contratistas civiles como trabajadores permanentes de INDUPALMA. También la obligaron a asumir los años anteriores de pensión de los contratistas. Así, la empresa tuvo que asumir la responsabilidad pensional de alrededor de mil dieciocho trabajadores.
La situación era insostenible para la empresa. Ahí comenzó el declive. De hecho, en la negociación colectiva siguiente, aprovechando que la empresa, económicamente, no era capaz de renovar sus cultivos, había suspendido un área de aproximadamente 3.000 hectáreas. Esa área, al llegar yo a la gerencia de la empresa, la reactivamos, pero a través de otro mecanismo: las cooperativas de trabajo asociado.
Indupalma y las cooperativas
En esa empresa había una relación entre la empresa con estas cooperativas. No fue un ejercicio de simulación laboral, sino de empresas constituidas por las mismas personas que trabajaban. Ellos mismos tenían sus gerentes y los cuadros directivos como lo exige el cooperativismo. Cobraban una especie de comisión, por la prestación de servicios, fueron ahorrando, comprando activos y fueron prestando el servicio de mano de obra y el servicio de activos a la empresa. De nuestra parte, sí recibieron una capacitación muy fuerte e importante, durante no menos de 15 años, y se fueron fortaleciendo como verdaderas empresas.
Nosotros volvimos los contratos de las cooperativas un medio de garantía para que los bancos las financiaran y comprasen camiones, boleadoras de fertilización, equipos y tractores que permitieran prestar un servicio de mano de obra más completo y recaudar más recursos. Luego cuando se volvieron propietarios de tierra, con mayor razón. Al día de hoy esos dos negocios que se llaman el Palmar y el Horizonte, son de ellos, y les dio mucho a esas personas que estaban fuera de esas posibilidades de tener una pensión, siendo estas organizaciones ese seguro. Además que son cultivos que se han valorizado y han permitido ampliar su radio de acción. En alguna ocasión, incluso, llevamos a algunos de ellos a ver el caso de una cooperativa en Mondragón en España.
Además conseguimos los créditos y con producción ellos pagaron, con eso les demostramos que podían ser autónomos y que no tenían que depender de la guerrilla o de los paramilitares, y que ahí podía crearse un espíritu diferente como el que se creó. También se crearon empresas de mujeres, la mayoría eran de hombres por lo que la actividad es fuerte, pero también hubo mujeres que tenían sus cooperativas, y se observó un desarrollo importante en la zona y muchos de ellos se alejaron de las conversaciones con estos grupos al margen de la ley, dándose cuenta que por ahí no era el camino.
Al final, varios formaron parte de un grupo de dueños de tierra y de cultivos dentro de ese proceso que la empresa fue llevando a la gente para que se volvieran más autónomos y ganasen más, no necesariamente en función del contrato de trabajo, porque la empresa no los podía continuar. Esa modalidad se había vuelto ineficiente y costosa para la organización. Este fue, entonces, un modelo espectacular, al cual se acogieron y de ahí surgió un sentido empresarial que se mantiene; además que se volvieron dueños de tierra, cultivos, maquinaria de equipo y fueron más empresarios que trabajadores. Por supuesto esto tiene una historia dignificante para estas personas, pero también tiene una historia triste.
La persecución de los sindicalistas
Recuerdo que en una oportunidad, mataron a un sindicalista, luego a tres presidentes del sindicato (un expresidente, y dos presidentes en ejercicio) en dos meses. Ellos nos citaron y me acusaron por medio de una carta por el asesinato de su gente. Yo les recibí y contesté la carta diciendo que lo que ellos estaban haciendo al responsabilizarme de esos asesinatos, de líderes sindicales, era encubrir a quienes eran los verdaderos asesinos y estaban desviando la investigación hacia personas que no tenían nada que ver con ese proceso de violencia que se estaba viviendo ahí. Fue una carta que envié con copia a las casi 30 ONGs que ellos habían citado inicialmente, la mayoría de ellas europeas. Ellos se desconcertaron con la respuesta de la carta y con la responsabilidad que yo les daba por desviar el señalamiento de los responsables de los asesinatos.
Cuando mataron a estos líderes sindicales, en una guerra muy fuerte entre el ELN y los paramilitares, salieron unos líderes y se fueron de la zona rumbo a la Costa, porque sabían que eran elenos y los iban a matar, aunque figuraban como líderes sindicales. Dejaron a una persona encargada de la presidencia, que no era del grupo de confianza de los elenos, pero que era del sindicato y lo nombraron presidente. Esta persona vino a mi llorando, diciendo que lo habian obligado a aceptar la presidencia del sindicato, y eso era practicamente una pena de muerte, él lo sabía. Yo le dije: “No se preocupe. Usted no tiene que salir a decir que es el presidente ni salir a arengar o echar discursos.
La empresa lo respeta como presidente del sindicato, la empresa se va a reunir con usted, tendrá una relación con usted para que represente a sus trabajadores y nosotros lo vamos a proteger”. Y así lo hicimos. Creo que eso nos fue dando ese espacio frente a los trabajadores, porque se dieron cuenta que no estábamos contaminados y que nosotros manteníamos fundamentalmente una posición empresarial, y lo que queríamos defender era a la gente y a la empresa, que cabíamos todos. Al mismo tiempo, tuvimos un intento de secuestro a unos trabajadores que, gracias al apoyo del ejército, lograron liberar a uno de forma inmediata, otro a las cuatro horas y el último a las 24 horas. También dos secuestros: el primero, de tres funcionarios que estuvieron por varios meses en la Serranía del Perijá.
Incluso, quien era mi asesor en materia laboral, subió donde ellos porque nos citaron. Nosotros, como sabíamos que lo que se planteaba en la empresa públicamente se transmitía inmediatamente, mandamos el mensaje de que no se iba a pagar nada. Que esas personas secuestradas eran unos profesionales por el esfuerzo de sus padres. En el caso de uno de ellos, su madre no sabía ni leer ni escribir; los de otro, su padre y su madre eran profesores. Creo recordar en una vereda pequeña del Caquetá, personas trabajadores; y el otro, era de padre campesino, que tenía una pequeña tierra. Por ende, a los tres se les educó con un esfuerzo enorme.
Lo que nosotros hicimos fue apoyarlos con ayuda psicológica: un sacerdote, ex secuestrados, familiares de personas que habían sido secuestradas, prepararon psicológicamente a estos padres para el momento en que la guerrilla los llamara a que fueran a hablar con ellos. De igual forma, también los recibimos y les dimos acompañamiento psicológico y moral, para que ellos pudiesen seguir adelante y manejar de mejor manera la situación. Nosotros les pagábamos todas las llamadas telefónicas que tuviesen que hacer a donde fuera, sus desplazamientos y, sin necesidad de recalcar, los profesionales siguieron ganando su salario como si estuviesen trabajando. De modo que les dimos todo el apoyo. Logramos que la guerrilla los liberara.
En algún momento, nos advirtieron que asesinarían a uno de ellos, con la justificación de que él estaba vinculado con los paramilitares e iban a hacer justicia, cosa que no fue cierta. En estas comunidades, mucha gente que está en la guerrilla y en los paramilitares tienen familiares por todas partes. Este agrónomo que estuvo detenido, su mujer era como cuñada, o prima, de la señora de un guerrillero, y gracias a esa conexión, se logró demostrar que este muchacho no tenía ningún vínculo con los paramilitares, que lo que estaban era ejerciendo una presión e iban a cometer una injusticia, para que así lo liberaran.
En el caso del otro secuestro, el ejército persiguió y presionó mucho a la guerrilla, lo que contribuyó a su liberación. Es decir, mientras yo estuve en la gerencia, nunca pagamos algo. Jamás dimos un centavo, nosotros argumentamos y mostrabamos que el proyecto que teníamos era un proyecto de fortalecimiento de región, de la gente y que no se dio dentro de los métodos tradicionales y dentro de una convención colectiva en donde solo estaban matando la empresa y el empleo que esta generaba. De hecho, en estos momentos está en proceso de liquidación, porque no aguantó más la presión del sindicato frente a las obligaciones económicas y laborales que tenía la empresa.
Los trabajadores tenían, además, presión por parte de los paramilitares: las cooperativas de trabajo asociado estaban constantemente amenazadas porque no aceptaban la extorsión. Si lo hacían, yo dejaba de trabajar con ellos. Los bajaban de los buses, los azotaban, los insultaban. En una ocasión, Carlos Castaño se interesó por unos búfalos que nosotros teníamos cerca a La Gloria, Cesar; se me acercó una persona a negociar los búfalos, y yo dije que no. Al otro día, mandé a traer los búfalos de La Gloria a San Alberto, Cesar.
Ellos se dieron cuenta, interceptaron los búfalos en los camiones, los bajaron, se los llevaron, y se los robaron. Ni la policía, ni el ejército, ni las entidades, creyeron que nosotros no habíamos dado plata, a nadie. Muchas veces, lo que sucede es que las empresas no dan plata, pero le dan a las familias para que éstas paguen, cosa que nosotros no hicimos, solo dimos apoyo a las familias y no cedimos a la extorsión.
Implicaciones en la vida personal
En algún momento, siendo este un caso personal, una gente fue a mi edificio por mi hijo, y gracias al equipo de seguridad que yo tenía, se reaccionó rápidamente y se logró que esta gente que iba por mi hijo, que aparentemente eran del ELN, salieran y se frustrara este suceso. Fueron momentos bastante difíciles que tuvimos que sortear nosotros frente a la guerrilla del ELN. Pero también, más o menos hacia el 2008-2010, los paramilitares me mandaron a amenazar, porque yo no permití que las cooperativas de trabajo asociado les pagaran a ellos una cuota que ellos decían que era de seguridad, y no lo permitió diciendo que si yo llegaba a saber que alguna cooperativa pagaba esa cuota, no volvía a contratar con ellos.
Entonces ellos sabían que lo que yo decía, lo cumplía, ya que me conocían desde antes de ser gerente y entendían que se podían quedar sin trabajar por pagar esa extorsión llamada “seguridad”. Entonces me mandaron a decir que no me “tiraban abajo” porque los 19 años que trabajé allá, iba con la fuerza pública y por eso no podían enfrentarse contra ellos, pero que cuando yo llegase o saliera en la avioneta, me iban a tirar. Tuvimos que hacer unos anillos de seguridad alrededor de la pista para que no quedara al alcance de ellos y para que un disparo no impactara la avioneta. De modo que esa fue una situación compleja, pero mantuvimos una posición férrea.
En una empresa como la nuestra, con 10.000 hectáreas, económicamente fuerte, con alianzas y apoyo de la fuerza pública y el Estado, pudimos salir adelante. Sin embargo, con todo este apoyo, tuvimos una presión grande por parte de la guerrilla y de los paramilitares, en casi, yo diría, 20 años de la vida de la empresa. Fueron muy fuertes y duros, no solo para la empresa, también para la región y la vida de muchas personas. Hoy tenemos una empresa debilitada por todo eso, está en proceso de liquidación, porque, definitivamente, una empresa no puede resistir toda la vida una presión descontrolada en términos económicos.