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Cuando la Fiscalía sacó de su escondite en una finca a Gabriel Bejarano en enero de este año, para capturarlo por la masacre de cinco menores de edad -todos afrodescendientes- en un cañaduzal del distrito de Aguablanca, una de las zonas más deprimidas de Cali, parecía estar segura de haber dado con la pieza faltante del rompecabezas: “Bejarano habría sido la persona que disparó contra las víctimas con un arma de fuego, al parecer un revólver calibre 38”, dijo el ente investigador recién se supo de la detención de este hombre, conocido también como el Mono. El hallazgo de su paradero, sin embargo, parece más bien la apertura de una caja de Pandora, a juzgar por las dos declaraciones que él mismo le ha entregado a la Fiscalía. (Escuche también: (Pódcast) “¿Quién los mató?”, la canción que salió de un cañaduzal)