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Los $8.500 millones que arrebataron unos escotes

Esta semana, la justicia impuso la mayor condena que se haya dado en el nuevo sistema acusatorio por secuestro extorsivo o paseo millonario: 42 años de cárcel.

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Carolina Gutiérrez Torres
16 de noviembre de 2007 - 06:12 p. m.
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Cuando conoció a las mujeres que lo golpearían, lo dejarían inconsciente y lo robarían, Jorge William Cárdenas estaba en Fiebre, un bar en el centro de Bogotá. Fueron dos, pero él sólo recuerda a una, Milena: la de cabello tinturado de rubio, ojos café oscuro, piel blanca y blusa negra. Esa noche bebieron media botella de ron costeada por ellas y, a eso de las 2:30 de la mañana, tomaron un taxi con destino a Teusaquillo, al apartamento de una de las mujeres, donde seguiría la fiesta.

“Pasamos la Avenida Caracas —relató 24 horas después a la Fiscalía—, subimos a Teusaquillo, llegamos al centro y ahí perdí el conocimiento”. Cuando despertó en una habitación desconocida, aún atolondrado y perdido, oyó lejanamente que le ordenaban: “hijueputa, si no entrega las claves de sus tarjetas de crédito lo vamos a matar”. Llegó la Policía, sin embargo, y se frustró el robo. Él sería llevado después en ambulancia a la Clínica San Rafael.

En cambio, Francisco* sí recuerda el nombre de las últimas dos mujeres que vio antes de perder el conocimiento: “Decían llamarse Carolina y Daniela”. Las conoció en el mismo bar, Fiebre, el mismo viernes 18 de agosto en el que Jorge Cárdenas cayó en el juego millonario del asalto. Francisco también abordó con ellas un taxi a la salida del bar, la operación fue igual, con iguales resultados, pero esta vez el destino sería una residencia en el barrio Restrepo.

También tomaron ron, pero él pagó la cuenta. Y, como Cárdenas, igualmente perdió el conocimiento. Quizá —declararía a la Fiscalía— porque las mujeres mezclaron algún aditivo en el trago para dormirlo. No era difícil sacar esa conclusión. Cuando recobró el conocimiento, agentes de policía lo llevaban a una ambulancia parqueada a la entrada de la misma casa donde Jorge estaba retenido. Él no recuerda cómo llegó a esa casa. Ambos fueron víctimas de las mujeres de Los Niches, una banda delincuencial especializada en secuestro extorsivo por 72 horas y paseo millonario.

Tres días antes, en la misma casa del sur de la ciudad donde Los Niches acostumbraban ‘alojar’ a sus víctimas, Luis Alejandro Peña recibió idénticas órdenes de los mismos hombres que utilizaban el mismo método de presión para obtener las claves de las tarjetas de crédito: fuertes golpes en la espalda y en el pecho. De esa noche, él sólo recuerda haber tomado un taxi para ir a su casa y, en la mitad del viaje, una sustancia líquida que le arrojaron en la cara.

Al día siguiente, 16 de agosto, cuando despertó, lo vigilaba un hombre alto de piel negra. Pero en un descuido del guardián, Luis Alejandro tomó un recibo del teléfono y lo guardó en su ropa interior. Después de desocupar sus tarjetas de crédito y robar su billetera, dos celulares y un reloj Cassio avaluado en $400.000, lo obligaron a subir a un taxi que lo llevó hasta Saludcoop, donde fue atendido.

Esa cuenta de teléfono llegó a manos de la Fiscalía, que identificó la dirección de la casa en el sur de Bogotá y, tras una rápida investigación, a los integrantes de Los Niches. El 19 de agosto los investigadores localizaron un taxi parqueado a la entrada de la casa y capturaron al conductor y a su acompañante: eran Marco Alexánder López Rodríguez y Carlos Arbey Castaño Alzate. El pasajero que iba en la parte de atrás era Francisco, el estudiante de ingeniería civil que perdió el conocimiento, un reloj Casio, un celular Samsung y unos tenis marca Adidas, por recibirles un trago a dos mujeres que “decían llamarse Carolina y Daniela”.

En el momento de la captura estaban en la casa Jorge Cárdenas y Yanín Cepeda, ambos “emburundangados”. Horas después contaron a la Fiscalía lo que les sucedió. “A Jorge le pegaron los dos tipos para que diera las claves y ahí fue cuando sentí los gritos de los que estaban en la parte de adelante del sitio donde nos tenían: ‘Pilas que la Policía llegó, abrámonos, abrámonos’. Después se escuchó que rompían unos vidrios de la puerta e ingresaron unas personas que dijeron: ‘Quietos. Policía. Todo mundo bocabajo con las manos en la nuca’. Y empezaron a registrar el lugar manifestando que eran del Gaula”.

Cinco mujeres fueron detenidas: Diana Milena Parra Hernández, su hermana Yuli Marcela, Diana María Pinzón Rocha, Angélica Hernández Garcés y una menor de edad de 17 años, 11 meses y 15 días. Los hombres capturados resultaron ser Aldo Fernando Pinzón Rocha —esposo de Yuli—, Jerson García Piedrahíta, Cristian Albeiro Herrera Mosquera, Marco Alexánder López Rodríguez y Carlos Arbey Castaño Alzate. Sus delitos: secuestro extorsivo agravado y hurto calificado. La pena: 42 años y seis meses, la más alta proferida por un juez dentro del nuevo sistema penal acusatorio.

Según la Fiscalía, en año y medio de ilícitas operaciones, Los Niches recaudaron una suma inverosímil: $8.500 millones. El método siempre fue el mismo: utilizaban benzodiacepina, una droga con efectos hipnóticos y amnésicos, los mismos que se le atribuyen a la burundanga, palabra de origen afrocubano que significa “bebedizo usado con fines delictivos”. Un brebaje que provoca pérdida de conciencia a los hombres que ya han perdido la razón y la voluntad por el trago y los escotes de las mujeres que suelen aparecer para continuar la rumba en cualquier apartamento de la ciudad.

*El nombre fue cambiado para proteger a la fuente

 

Por Carolina Gutiérrez Torres

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