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“Ningún incidente ha afectado mi gobernabilidad”

El director de la Policía, general Óscar Naranjo, desmiente versiones sobre una presunta ruptura entre él y los 12 generales que se retiraron cuando lo nombraron. Acepta su frustración por no haber logrado capturas importantes durante su época de dirección.

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Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
22 de enero de 2008 - 02:23 p. m.
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¡Quién lo dijera! La realización del sueño de Óscar Naranjo de ascender a la Dirección de la Policía Nacional le ha costado, al menos hasta el momento, la privación de uno de sus más anhelados trofeos: la captura de los grandes capos del narcotráfico y del paramilitarismo, quienes vienen siendo lo mismo.

Increíblemente, el oficial colombiano con mayor prestigio internacional por sus resultados en materia de Inteligencia, desde cuando se posesionó de la oficina de la institución que lidera a 140 mil uniformados hace siete meses, no ha podido presentarle al país la cabeza de ninguno de los nueve jefes de la mafia aún sueltos, pese a los millones de dólares que se ofrecen por cada uno.

Eso explica que este asunto se le haya convertido al general casi en una obsesión y que se declare “frustrado” por no haber llegado a ellos, mientras que, como simple director de la Dipol o de la Dijín, podía cobrar sus logros con inusitada frecuencia. Sin embargo, esa no es la única preocupación que añadió a su vida al arribar a la cúspide de la carrera.

Ahora debe pensar en términos más políticos que operativos; garantizar el éxito de la seguridad democrática en todos sus aspectos, incluso aquellos que tocan con la libertad de acción de los jefes de los partidos de oposición, de los líderes de las otras ramas del poder público y de los periodistas que se sienten, con razón o sin ella, presionados y vigilados por el aparato estatal; responder por el comportamiento de hasta el último de sus hombres; asistir a los debates del Congreso, no siempre favorables; defender a uno por uno de los altos funcionarios y lo de siempre: seguir entregando resultados al mismo tiempo que participa en toda clase de reuniones protocolarias, va a foros en las regiones, mantiene contacto con los más amigos y con los peores enemigos del gobierno al que sirve, etc., etc., etc.

No obstante mantiene la calma, aun para contestar las preguntas a veces molestas de El Espectador. Ha afinado sus respuestas con la diplomacia que ahora lo obliga, pero deja entrever cosas que, sin duda, servirán como tema de discusión y de diferenciación ideológica.

Cecilia Orozco Tascón.- Si La W y otros medios no hubieran sacado a relucir el tema del asalto a cuatro niñas en un paraje turístico de Chía y la violación de una de ellas, la policía y otras autoridades no hubieran reaccionado. ¿Usted qué responde?

General Óscar Naranjo.- Tres lecciones deja el caso Chía: una, la entereza de las jóvenes, que acudieron ante el Estado para denunciar lo sucedido; dos, la prontitud de los medios; y tres, la cooperación ciudadana, que permitió que la policía subsanara una falla inicial que se dio cuando un comandante local no le otorgó importancia al asunto. La verdad es que la amenaza a la seguridad ciudadana es dinámica y hasta hace poco el colombiano del común luchaba contra el homicidio y el secuestro, no obstante que existían unos delitos calificados de menores. Hoy, la situación ha cambiado y por eso la agenda de seguridad empieza a darles prioridad a las otras formas de delincuencia. En materia de criminología, es claro que las sociedades defienden, primero, la vida; segundo, los bienes, y tercero, la honra. Llegará el día en que en Colombia esté en el primer lugar el número de denuncias en defensa del buen nombre, o para atacar, por ejemplo, el acoso laboral.


C.O.T.- ¿Eso significa que la policía no le ha dado prioridad a los delitos comunes y a la seguridad de la calle porque este país es demasiado peligroso?

G.O.N.- Significa que una vez que vaya cayendo el telón de fondo de la guerra contra el narcoterrorismo, aparecerá la prioridad de proteger al ciudadano en su cotidianidad. La política de seguridad democrática ha entrado en la fase que el Gobierno ha denominado de consolidación, lo cual ha implicado, en los últimos meses, una transformación institucional en la policía que se refleja en el incremento del pie de fuerza, en la creación de departamentos de policía metropolitana con perfil urbano y en el establecimiento de una relación más cercana con el ciudadano.

C.O.T.- Con sus explicaciones pareciera que la política de seguridad democrática se concentra en perseguir a la guerrilla y que la delincuencia común todavía actúa a sus anchas.

G.O.N.- Los primeros cuatro años de seguridad democrática se centraron en el rescate de la seguridad rural. Lo que viene ahora es el restablecimiento del equilibrio entre lo urbano y lo rural. Adicionalmente, y a riesgo de ser infidente, confieso que todas las mañanas el Presidente me llama para cuestionarme porque aumentaron las lesiones personales o porque hubo algún hurto a residencias. Con esto quiero destacar que la política de seguridad democrática y la preocupación del Gobierno se mueven en los delitos de alto impacto y los llamados delitos comunes.

C.O.T.- Muchos ciudadanos no confían en las estadísticas. Usted mismo podría tener una visión distorsionada pues sus comandantes locales pueden mejorar las cifras para presentarle “falsos positivos”.

G.O.N.- El país dio un paso fundamental con el sistema penal acusatorio porque uno de los elementos vitales de ese sistema es la unificación de la recepción de las denuncias. En el pasado la policía, la Fiscalía y otros organismos llevaban su propia contabilidad de denuncias. Hoy está unificada y existe un esquema de verificación institucional de cifras. Éstas indican la disminución desde 2006 de varios delitos comunes. Sin embargo, debo decir que el número de denuncias sigue siendo bajo y que la brecha entre el delito real y el delito denunciado sigue siendo muy alta. Un ejemplo: la tasa de delitos contra el patrimonio económico que tiene Colombia, según las denuncias que se presentaron, es la misma tasa que tiene Finlandia. Pero desde el punto de vista de la policía, el adversario no está en las estadísticas sino en el delincuente.

Sobre las interceptaciones

C.O.T.- ¿Qué pasó con la Dirección de Inteligencia de la Policía después del remezón que se produjo por el escándalo de las interceptaciones?

G.O.N.- Lo que quedó claro es que hay responsabilidades individuales que todavía se están determinando, pero que no hubo un comprometimiento de la agencia en términos institucionales. Con posterioridad a ese incidente, nuestra prioridad ha estado centrada en garantizar a los colombianos que la función de inteligencia policial se cumpla con apego a la ley y a la ética, y se han diseñado mecanismos que garanticen su transparencia. En materia de resultados, buena parte de los éxitos del último semestre corrieron por cuenta de la Dirección de Inteligencia.

C.O.T.- ¿Cómo actúan los miembros de la Dipol hoy, después del escándalo que lo llevó a usted a la Dirección de la Policía Nacional?

G.O.N.- La Policía y todos sus organismos están interceptando comunicaciones fundamentados en decisiones judiciales. Hemos asumido como ejemplarizante el caso de la Dipol y nos ha llevado a la culminación de un proceso iniciado hace ya meses, de certificación con normas de calidad Icontec de los procedimientos de la Dirección de Inteligencia, porque entendemos que no basta con controlar la conducta, sino que es necesario perfeccionar los protocolos de actuación.


C.O.T.- ¿Cuál era la intención de quienes filtraron a la prensa las grabaciones irregulares de conversaciones telefónicas?

G.O.N.- La intencionalidad de los responsables de haber filtrado información sensible de inteligencia a un medio de comunicación tendrá que ser determinada por la investigación de la Fiscalía, pero no me cabe duda de que el responsable de este hecho era totalmente consciente del daño institucional que le propinaba a la propia central de Inteligencia. Este caso refleja que la información estuvo en manos de una persona no confiable y que obró con criterio perverso.

C.O.T.- ¿Se ha considerado la hipótesis de una venganza como móvil?

G.O.N.- Se han tejido varias hipótesis sobre la finalidad de la filtración. Una gira alrededor de una venganza personal. Según otra, se trata de una retaliación contra un superior de la Dipol por simple resentimiento frente a decisiones del mando. De acuerdo con un tercer supuesto, estaríamos frente a una estrategia conspirativa contra la institución.

C.O.T.- ¿Hubo interceptaciones ilegales o no?

G.O.N.- Me atengo a las explicaciones que me entregaron al momento de recibir la Dirección General para poder entender las razones por las cuales en las grabaciones filtradas aparecían personajes de la vida nacional que, como todos sabemos, no están vinculados a actividades al margen de la ley. No poseo, porque además no soy el investigador, elementos de juicio para determinar si hubo grabaciones ilegales o no.

C.O.T.- ¿Qué relación tiene con los generales que fueron retirados cuando usted fue ascendido a la Dirección?

G.O.N.- En términos personales mantengo la mejor relación con la totalidad de los generales que se retiraron para dar paso a mi nombramiento. En términos institucionales, lo que ha demostrado la Policía es una firme cohesión alrededor del mando. En estos meses no ha habido ningún incidente que haya afectado mi gobernabilidad interna. Tampoco se ha afectado a los generales retirados.

Nueva era

C.O.T.- ¿Qué cambió con su llegada a la Dirección?

G.O.N.- Se vive un clima en términos de confianza, de apoyo y de entrega a los propósitos que hemos trazado. Todos los policías han sido generosos y receptivos para asumir nuestras líneas de política interna. No obstante las dificultades y algunos incidentes que se han presentado, la expectativa de los ciudadanos sobre nuestro manejo desde la Dirección de la Policía sigue intacta. Creo que se empieza a percibir una institución más sensible a las angustias cotidianas.


C.O.T.- ¿Cuál es el lado negativo de su dirección?

G.O.N.- Tengo la frustración de no haberles ofrecido a los colombianos un resultado concluyente contra la mafia. Me hace falta la experiencia que periódicamente vivía como director de la Dijín cuando presentaba la captura de un mafioso o la incautación de millones de dólares cada semana.

C.O.T.- ¿Cuántos grandes jefes del narcotráfico y del paramilitarismo siguen actuando?

G.O.N.-. Permanecen libres siete criminales del narcotráfico y dos más de las bandas criminales. Por información que nos conduzca a la captura de cada uno de ellos, se está pagando hasta US$ 5 millones. Ahora estamos concentrados en su búsqueda y localización.

C.O.T.- ¿Admite que hay reagrupamiento de grupos paramilitares?

G.O.N.- Las bandas emergentes constituyen un fenómeno nuevo que no comporta una tendencia contrainsurgente. Se trata de organizaciones captadas por el narcotráfico y cuyo único interés es sacar provecho de ese ilícito. Hasta ahora sólo está demostrado que han participado en algunos casos de extorsión. Eso no quiere decir que no sean una prioridad criminal a la que hay que contener y eliminar con toda intensidad.

 C.O.T.- En concreto, ¿qué sabe de Vicente Castaño? ¿Usted cree que está muerto o no?

 G.O.N.- Para la autoridad policial no existen muertes mediáticas. Tratándose de criminales como Vicente Castaño, los esfuerzos de su búsqueda y localización no cesarán hasta que lo capturemos, o hasta que hallemos su cuerpo. La experiencia nos indica que el comportamiento histórico de los grupos de mafiosos, en el momento de la muerte de algún capo, arroja indicios evidentes. Cada vez que en Colombia muere un mafioso, hay una especie de feria del testaferrato, hay expresiones de júbilo del contrario y desde las entrañas de la organización a la que pertenecía aparecen voces de “arrepentidos” buscando apoyo en las autoridades para contar secretos y lograr con ello una especie de renacimiento a una vida protegida en Colombia o en el exterior. Que yo sepa, estos tres comportamientos no se han dado en el caso de Vicente Castaño.

C.O.T.- ¿Qué pasa con los denominados Los Mellizos?

G.O.N.- Ellos han sido habilidosos como grandes corruptores y han demostrado capacidad de adaptación. Fueron en sus inicios operadores del narcotráfico. Luego, se convirtieron en testaferros de un cartel. Después, compraron franquicia paramilitar. Más tarde fueron voceros políticos en el proceso de desmovilización. Y hoy, en la clandestinidad, tratan de organizar una banda criminal conocida como Los Nevados. Conocemos bien su tipología delictiva y por eso en el bajo mundo han llegado a ser mitificados como narcotraficantes invisibles. Pero lo que está probado es que ningún mafioso puede resistir la persecución estatal.

C.O.T.- ¿La Policía está lejos o cerca de su captura?

G.O.N.- Por la supuesta carta que ellos les han enviado a algunas personalidades nacionales y extranjeras explorando su posibilidad sobre un nuevo sometimiento al proceso de justicia y paz, concluyo que estamos llegando al fin. Se equivocan cuando piensan que pueden distraernos y que, bajo presión armada, pueden someter a comunidades que hoy no están dispuestas a aceptar su presencia. Los Mellizos saben que hemos estado cerca, pero prefiero presentar resultados concretos al país y no especular sobre este proceso de búsqueda.

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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