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¿Quién era Carlos Horacio Urán?
Mi papá era un hombre muy alegre, muy apasionado con lo que le interesaba. Creo que amaba profundamente la vida y a sus hijos. Fue un padre muy cariñoso. Le gustaba la música y quería mucho a Colombia. (Vea: El Palacio y su justicia enredada)
¿Cómo fue su infancia con él?
Hay un recuerdo muy especial. Cuando yo era niña, existían unos esferos que se borraban y como yo era zurda, a medida que iba pasando se iban las letras y eso se volvía un desastre. Estando en tercero de primaria tenía que hacer una tarea eterna que era de fraccionarios y eso quedó hecho un horror. Y cuando me levanté a la mañana siguiente, él había recortado las hojas de cuaderno y había puesto los parches con los fraccionarios arreglados.
¿Cómo recuerda el día de la toma del Palacio de Justicia?
Ese día yo estaba en el colegio y no pensaba que pudiera pasar nada. Yo no sabía todo lo que había pasado antes: las amenazas, los sufragios. Después empezó a llegar más gente a mi casa, a tratar de apoyar. Fue como estar suspendido en el tiempo. Fue un miércoles. Ya el viernes, Luz Helena Sánchez, una amiga de mi mamá, y mi primo por fortuna lo encontraron en la morgue, porque si no, sería otro desaparecido.
¿Cómo fueron los días siguientes?
Nos vimos con mis abuelos en Uruguay y ya cuando empezó la rutina vino la falta. El primer año de un duelo es muy duro.
¿Fue consciente en ese momento de lo que pasaba?
En 2008 supimos que él había salido vivo, que lo torturaron, que mandaron desaparecerlo, y que lo asesinaron unos militares. Pero la verdad es que cuando la fiscal Ángela Buitrago pudo sacar esta conclusión sí sentí descanso, porque eso tenía sentido. Hasta entonces había sido una situación muy confusa.
¿Qué le pasó a él dentro del Palacio?
Sabemos que logró salir vivo. Probablemente lo montaron en una ambulancia y lo empezaron a torturar ahí, o llegó al Cantón Norte, a donde llegaron sus cosas, y ahí lo torturaron, pero cualquiera que sea el caso, volvieron y pusieron el cuerpo lavado en el Palacio de Justicia. Ese es el reporte de la morgue. Después lo dejan como un NN. Pero en las fotos del levantamiento tiene la mandíbula rota, tiene un ojo reventado, los dedos de una mano rotos y eso no pasó en el fuego cruzado. El tamaño de los balazos es de balas del Ejército y bueno, hay otras pruebas de balística que no puedo detallar.
Hay tres generales investigados por el caso de su papá. ¿Cuál es la responsabilidad directa de ellos?
El Ejército sabía que el M-19 iba a tomarse el Palacio de Justicia y (el coronel retirado) Plazas Vega estaba en el sitio. Hay grabaciones de un soldado diciendo, no sé cuál de ellos: “¿Pero vamos a seguir disparando? Hay civiles”, y otro dio la orden de seguir haciéndolo. Entonces, la responsabilidad de ellos es evidente.
¿Existe alguna razón por la que hayan “fichado” a su papá?
Mi papá estaba llevando casos de tortura de la época de Turbay Ayala. Mi papá hablaba de cómo se debía reformar la justicia, o sea una conversación que es vigente hoy. Entonces, era un personaje no grato para los militares.
Antes de conocerse los videos en los que aparece vivo, ¿habían podido investigar algo?
Nosotros no entramos a investigar, mi mamá quedó viuda de 38 años con cuatro hijas. Ella ya traía una historia de persecución, porque mi mamá fue universitaria durante la dictadura en Uruguay, a la cual sus hermanos se opusieron. No me imagino que sintiera las fuerzas de meterse en una pelea de esa envergadura. Después, hablando con la esposa de un magistrado, atábamos cabos y veíamos cómo los militares se dedicaron sistemáticamente a dividirnos dándonos versiones contradictorias y diciendo unas cosas de los unos y de los otros, y dividiendo el grupo de magistrados de los familiares de los desaparecidos de la cafetería. Además, todos insistieron en que había muerto en el fuego cruzado. Entonces, pues eso quedó así, aunque había rumores que indicaban otras cosas.
¿Cómo llegaron esos videos en los que aparece vivo?
Lo publicó CM&, pero lo sacó una agencia española, luego de que encontraran la billetera de mi papá en una caleta del Cantón Norte. Mi mamá ahí empezó a empujar mucho para sacar las pruebas y en el archivo de la Sergio Arboleda, por alguna razón, había también otro material y la fiscal del momento (Ángela Buitrago) sí tenía toda la voluntad, todo el valor; terminaron echándola y amenazándola.
¿Ustedes recibieron amenazas?
No.
Después de 30 años, ¿cuál es la sensación que le queda?
Sigue produciendo dolor. Hace falta, pues se desbarató la casa.
Para usted, ¿qué fue lo más difícil de crecer sin su papá?
Mi mamá hizo todo lo que pudo, pero funciona distinto. La situación nos obligó a tener mucha independencia.
¿Cree que este capítulo tenga un cierre?
Pues hay dos posibilidades. La decisión es de cada familiar, porque no creo que se vaya a hacer justicia. No creo que vayan a condenar a los militares responsables de la muerte de mi papá, van a aprovechar la ley de justicia transicional y todos se van para su casa, eso va a quedar en la impunidad para siempre. Y para mí, la condena de la Corte (Interamericana) al Estado fue muy importante, porque hubo una institución que sí le dijo a Colombia: “Hombre, lo que le hicieron a esta gente no tiene nombre, eso no se puede repetir, sí hay unos culpables, sí los torturaron y sí les hicieron daño a sus familiares y ustedes, país, no han hecho nada para que eso se solucione, se mejore o haya una mínima reparación, no les ha importado nada. Se han encargado de mantener en silencio a esta gente durante 30 años”. Hubo alguien que se paró del lado nuestro.
¿Cuál cree que fue el papel de los medios de comunicación desde la toma del Palacio hasta hoy?
Los medios de comunicación tienen dueños con intereses, ¿entonces la gente qué hace? Ese día la ministra de Comunicaciones (Noemí Sanín) prohibió las emisiones en la radio y arrancó con la transmisión de un partido de fútbol. Sin embargo, me acuerdo de oír en la radio a (Alfonso) Reyes Echandía y después durante muchos años no mencionaron nada, pues los medios son los que tienen el poder de mover la situación de un lado para otro. Creo que en estos últimos años El Espectador ha hecho mucha fuerza por sacar información, pero en general los medios de comunicación también han cometido ese pecado. Es que no se puede matar gente, no hay justificación. Es curioso cómo sí están identificados, por ejemplo, los horrores de la guerrilla y no siempre están identificadas las responsabilidades de los ‘paras’. Es una monstruosidad. Tienen un poder enorme.
¿Qué significado tienen las palabras verdad, justicia y reparación?
No hay ningún interés en sacar la verdad. Se han dicho algunas verdades para hacer sentir a la sociedad que se está caminando en esa dirección. Justicia, hay interés en que se proteja en todo caso a los militares. En este caso no ha habido interés de hacer justicia: la jueza que condenó a Plazas Vega tuvo que irse del país, el secretario privado de Uribe fue a decirle que tuviera cuidado con su decisión. Y como las dos anteriores no se dan, pues muy lejos de reparar.
¿Qué fue de la vida de sus hermanas?
A mis hermanas no les gusta vivir en Colombia, consideran que es un país reaccionario. Una vive en Alemania y las otras dos viven en Estados Unidos.
¿Usted por qué se quedó?
Porque me casé con un colombiano. Yo viví más cerca de mi papá y soy la más colombiana de todas.