“No sé cuánto tiempo nos tomará regresar a la normalidad”: periodista ecuatoriana

Ana María Carvajal, integrante del colectivo Nos Faltan 3, pide justicia para el caso de sus colegas ejecutados por el grupo de “Guacho”. Lo mismo exige Ricardo Rivas, hermano de una de las víctimas de esta tragedia, de la que Ecuador aún no se recupera.

Diana Durán Núñez/Catalina Vargas Vergara
08 de enero de 2019 - 02:00 a. m.
El equipo de “El Comercio” fue secuestrado y asesinado en la frontera entre Colombia y Ecuador.  /AP
El equipo de “El Comercio” fue secuestrado y asesinado en la frontera entre Colombia y Ecuador. /AP
Foto: AP - Dolores Ochoa

Este año, las expectativas de los familiares de Paúl Rivas, Efraín Segarra y Javier Ortega (el equipo del diario quiteño El Comercio que fue ejecutado por el grupo de alias Guacho en abril pasado) están puestas en la justicia colombiana y ecuatoriana. Lo mismo ocurre con los colegas de los tres hombres que, ante la conmoción de sentirse por primera vez objetivos directos de la violencia, formaron el colectivo Nos Faltan 3. En Colombia, las agresiones contra periodistas se volvieron costumbre hace mucho tiempo. En Ecuador, el gremio lucha por no caer en esa misma trampa. Por eso, El Comercio mantiene en el cabezote de su página web la cintilla negra que recuerda la tragedia que los cubrió de luto.

¿Qué circunstancias facilitaron el secuestro de Rivas, Segarra y Ortega en el sur de Ecuador el 26 de marzo de 2018? ¿Qué omisiones o complicidades permitieron su traslado a territorio colombiano y posterior asesinato? ¿Qué funcionarios estatales se hicieron los de la “vista gorda” ante las acciones de Guacho o se beneficiaron de sus actividades de narcotráfico? Para estas familias, los interrogantes no cesan. El Espectador habló con Ricardo Rivas, hermano del fotógrafo Paúl Rivas, y con Ana María Carvajal, integrante de Nos Faltan 3, quienes, al unísono, insisten en que la muerte en combate de Guacho en diciembre pasado no significa para ellos justicia, como lo afirmó el presidente Iván Duque.

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Ricardo Rivas

Nueve meses después del asesinato de su hermano, Javier Ortega y el conductor Efraín Segarra, ¿qué ha pasado?

Las familias en Ecuador hemos pedido muchas declaraciones, peritajes y pruebas para que puedan ampliarse las líneas de investigación, pero la Fiscalía en Ecuador no ha dado ese paso, tal vez por temor a destapar cosas. Hemos pedido que se tome en cuenta todo el contexto de peligrosidad que ha existido en la zona, porque el secuestro no es un hecho aislado; es parte de una problemática que existe todavía en la frontera relacionada con narcotráfico y narcoguerrilla, pero la Fiscalía no ha querido indagar. Aquí hay muchos hechos que se relacionan entre sí y que no se han querido incorporar al expediente.

¿Como cuáles?

El bombazo de (la estación de Policía de) San Lorenzo, los chats que un alto oficial de la Policía tenía con alias Guacho, el tráfico de armas…

¿Y en el lado de la Fiscalía colombiana?

Es igual, solo se está averiguando sobre el cautiverio y el asesinato como tal, a pesar de que ya conocemos quiénes se atribuyeron los hechos. No se quiere indagar más allá para llegar a determinar posibles responsabilidades.

¿Por qué Ecuador no querría indagar?

Creemos que el gobierno no quiere reconocer su impericia e inoperancia. La Fiscalía de Colombia ya lo mencionó: el gobierno ecuatoriano no quiso realizar un canje de tres por tres, lo que llevó al asesinato de los periodistas. Eso es grave porque el presidente Moreno nos mintió a las familias, al pueblo ecuatoriano y a todo el continente con la “buena disposición” que decía tener para realizar un canje. No era obligación del gobierno ecuatoriano realizar un canje, pero sí lo era decirnos la verdad para nosotros tomar otros caminos. Estoy seguro de que hubiéramos traído con vida a nuestros familiares; hemos sido más operativos en cuanto a liderar esta investigación que el mismo gobierno y eso es lamentable.

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¿Se acabó ya esa “costumbre” de señalar como responsable al otro país?

Cuando inició este secuestro, el entonces presidente Santos indicó que todo había sido en Ecuador, que el disidente era ecuatoriano y que sus secuestradores eran ecuatorianos y en Ecuador decían que todo era en Colombia. Este juego de mandar las tres vidas de un lado al otro de la frontera ya lo conocemos y es lo que más indigna. No se puede jugar con tres vidas y ahora con sus memorias. El gobierno ecuatoriano lo que ha querido es posicionar la idea de que cuando llegaron a Colombia y fueron declarados secuestrados o rehenes, desde ahí empieza el secuestro. La planificación y el engaño mismo también es parte del secuestro y eso ocurrió en Ecuador.

¿Sirvió llevar el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos?

La CIDH, a través del equipo de seguimiento especial, ha hecho un acompañamiento técnico y muy profesional en las dos fiscalías. Sin embargo, hay que destacar que la documentación no ha sido de fácil acceso: tanto en Ecuador como en Colombia ha habido muchas reservas del caso y eso es importante evidenciarlo, pues la CIDH no ha podido avanzar en este tema. Confiamos en que el equipo de seguimiento especial ha hecho su trabajo y ha evidenciado varias falencias en el primer informe que se envió. Ellos emitieron un pronunciamiento contundente y un llamado de atención, sobre todo al gobierno ecuatoriano de ampliar las investigaciones y de cumplir los compromisos que se efectuaron en su momento.

¿Los gobiernos han acatado?

De parte de Ecuador no se ha cumplido, no se ha entregado la documentación correspondiente hasta el día de hoy. Nosotros oficiamos documentos para que sea anexado el expediente al Ministerio de Defensa y todavía no se ha entregado. El Ministerio del Interior ha entregado pocos documentos y la mayoría indica que están en el proceso de indagación. Sin embargo, cuando revisamos, ese proceso de indagación no existe. En el lado colombiano tampoco ha habido acceso a la información por parte del equipo de seguimiento especial, por lo que está en indagación. Hasta hace poco el Ministerio de Defensa colombiano, ante tanta presión, entregó un comunicado muy general sobre las peticiones que habíamos hecho. Tenemos más información gracias a las investigaciones periodísticas que las que adelantan las fiscalías. El otro punto incumplido es que no han abierto líneas de investigación nuevas para determinar posibles responsabilidades.

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¿Se sienten revictimizados?

Por supuesto. Es increíble ver como en el contexto de las audiencias públicas ni siquiera hubo una palabra (de los Estados) en función de la memoria y de llegar a la verdad.

Ana María Carvajal

¿Cómo nace el colectivo Nos Faltan 3?

El Gobierno había pedido no revelar los nombres de los chicos por seguridad, era un momento de mucha desesperación. Pero los periodistas que cubrían seguridad y los del periódico (El Comercio) sabíamos quiénes eran. En un chat de periodistas surgió el nombre “Nos faltan 3”. Decidimos empezar a pedir en Twitter y Facebook a los gobiernos que trabajaran por la liberación de los chicos. El primer plantón fue en la noche del 27 de marzo (un día después del secuestro). Luego hicimos vigilias diarias por un mes. Aportaron los diseñadores del periódico, los caricaturistas. Desde la comunicación, que es lo que sabemos hacer, trabajamos mucho para llamar la atención de la gente, que se solidarizara, y para sensibilizar a la gente que los tenía. Este colectivo voluntariamente empezó y voluntariamente continúa.

¿Siguen trabajando?

Sí. Seguimos yendo a la plaza grande cada 26 para continuar reclamando justicia y apoyar a las familias. Es un colectivo que nace de una tragedia, nunca habíamos vivido algo así. Habíamos sido solidarios con Colombia, México, pero lo veíamos como algo tan lejano... cuando nos tocó a nosotros, nos destrozó.

¿Qué propósito los mueve ahora?

Mis compañeros y yo, independientemente de nuestras actividades, fuentes o del medio en el que estamos, vivimos pendientes de lo que pase con los chicos. La mayor fuerza fue cuando estaban con vida y se podía hacer algo. Ahora buscamos la forma de apoyar la no impunidad. Hemos tomado mayor conciencia de lo grave que es el asesinato de periodistas, de lo que significa silenciar a la prensa. Hay estadísticas que dicen que nueve de cada diez casos de crímenes de periodistas quedan en la impunidad. Nuestra consigna es que el sacrificio de nuestros chicos sirva para que a otros no les pase. Que se asuman responsabilidades en cuanto a protección del derecho a la información que tiene la ciudadanía, y del derecho de los periodistas a ser protegidos por el Estado. Queremos que otros compañeros puedan seguir ejerciendo periodismo en paz.

¿Cómo reaccionaron ante la muerte de “Guacho”?

Las familias son las más indicadas para encabezar cualquier reclamo. En este caso, los familiares dijeron que no querían que esto terminara en otro baño de sangre, que la justicia no se medía por la sangre derramada. El lenguaje oficial es que Guacho fue “neutralizado”, “dado de baja en combate”, y no: fue asesinado, fue silenciado, y se llevó la verdad que podía revelar a través de la justicia y que podía ayudar a mejorar la seguridad tanto en Ecuador como en Colombia. Con la muerte de “Guacho” se cierra la posibilidad de saber sobre la filtración del narco en ambos Estados y neutralizar la amenaza a través de detenciones e investigaciones. En el caso de los chicos falta muchísimo por saber, por castigar.

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¿Qué recuerda del día en que se supo que sus compañeros de redacción habían muerto?

Fueron tres días de tortura. El primero, con el comunicado de la gente de Guacho donde anunciaban que los habían asesinado por una supuesta incursión armada del Estado colombiano. Había desesperación, angustia. Los conocíamos de hacía mucho tiempo. Cuando dijeron que no hubo incursión fue un alivio. Pero al día siguiente empezaron a circular unas fotos (de ellos tres ejecutados) que yo, hasta hoy, no he sido capaz de ver. Lo que hicimos algunos fue ir al lugar donde estaban los ministros y las familias convocadas para los comités de crisis. Fue una noche espantosa. Oíamos hablar a las autoridades y les gritábamos. Luego fuimos a la plaza grande y desde ahí escuchamos al presidente Moreno decir que “Guacho” tenía 12 horas para entregar pruebas de vida o habría incursión armada. Al otro día fuimos de nuevo a la plaza grande, gritábamos: “Nadie se cansa, hay esperanza”. Hoy, cuando paso por la plaza y pienso que esos gritos ya no son posibles, que ya no hay esperanza… es muy doloroso (se le quiebra la voz).

¿Qué les dejó esta experiencia?

Aprendimos a superar las diferencias, normales en cualquier relación humana, para trabajar por esta causa. Hicimos muchas cosas que no sabíamos que éramos capaces de hacer, porque nunca se nos había presentado una situación como esta. Nos mueve el sentimiento de amor por nuestros amigos y de indignación por lo que les pasó. Les prometimos no abandonarlos, no dejarlos solos, cuando los secuestraron. Y luego, que seguiríamos juntos por ellos y con sus familiares. Y aquí estamos.

¿Cambió algo en la redacción de “El Comercio”?

Es la peor tragedia que ha pasado en este periódico. Es algo para lo que uno nunca está preparado. Una crisis de este tipo ha sido muy difícil de manejar, con un impacto psicológico en los compañeros. Ha sido un aprendizaje para todos de cómo afrontar algo tan doloroso y seguir haciendo periodismo. En todos los puestos de trabajo tenemos letreros de “Nos Faltan 3”, “Nadie Se Cansa”, que nos recuerdan todos los días que ellos no están y no van a volver. Se han limado asperezas, lo importante ahora es estar juntos en la plaza, en las marchas, estar con ellos. No sé cuánto tiempo nos tomará regresar a la normalidad.

 

 

Por Diana Durán Núñez/Catalina Vargas Vergara

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