En la selva ecuatoriana, entre las pertenencias de Luis Édgar Devia Silva, tal vez nadie le prestó atención a un rosario de pepas negras con las imágenes de Juan Pablo II y de la Virgen María. El propio Raúl Reyes le había confesado a un obispo colombiano que era el mejor recuerdo de su viaje al Vaticano en la época del proceso de paz del Caguán y que lo conservaba como una reliquia porque había sido bendecido por el Papa.
Tampoco se le dio trascendencia al hecho de que el Movimiento Jesusiano de Colombia -grupo creyente en las enseñanzas de Jesucristo mas no en la Biblia y cada vez con más seguidores en las zonas de conflicto- fue el primero que se acercó al Instituto de Medicina Legal de Bogotá a reclamar el cadáver del "canciller" de las Farc.
¿No se suponía que Reyes era comunista y ateo? Pues de un santo no se trataba (ver recuadro), pero sí tuvo un misterioso lado religioso, así las últimas veces que entró a misa hayan sido, una cuando fue a Buga a sacar la cédula y visitó la Basílica del Milagroso y la otra en la iglesia del Divino Niño, en El Doncello, Caquetá, antes de posesionarse como concejal comunista.
Algunos de quienes lo acompañaron a Roma, en febrero del año 2000, cuentan que durante ese viaje mostró un lado desconocido, incluso para sus "camaradas". Él y su entonces mujer, Liliana López, alias Olga Marín, llegaron a un hotel de la zona moderna de la capital italiana el 14 de febrero acompañados por los también guerrilleros de las Farc Iván Ríos, Simón Trinidad, Joaquín Gómez, Fabián Ramírez y Felipe Rincón, y por la comisión del gobierno de Andrés Pastrana, en cabeza del Comisionado de Paz Víctor G. Ricardo, y de los dirigentes Fabio Valencia Cossio, Juan Gabriel Uribe, Luis Carlos Villegas, Ciro Ramírez y Carlos Martínez Simahan.
"El milagrito"
No creían que fueran a ser recibidos en la Santa Sede, pero quien logró el permiso del secretario de Estado del Vaticano, cardenal Ángelo Sodano, fue el embajador de Colombia Guillermo León Escobar, filólogo y teólogo muy cercano a los purpurados, quienes son sus alumnos en la Universidad Gregoriana de Roma. El Papa Juan Pablo II no iba a recibir a un grupo de marxistas-leninistas por más proceso de paz que estuvieran adelantando en Colombia; sin embargo, designó a monseñor Giorgio Lingua para que los atendiera y escuchara "porque somos pastores de justos y pecadores". Lingua era el encargado de los asuntos hispanos y había sido secretario de la Nunciatura en Bogotá.
El encuentro se produjo a las 6:30 de la tarde en la Domus Santa Marta, el edificio adjunto a la Basílica de San Pedro, donde se hospedan aislados los 120 cardenales de todo el mundo cuando son convocados al cónclave para elegir Sumo Pontífice. En uno de los sótanos los esperaba, con sotana negra y una franja roja en la cintura, monseñor Lingua, quien les comunicó que sólo iba a escucharlos y a entregarles unos presentes del Santo Padre.
Joaquín Gómez rompió el hielo diciéndole a Lingua que con ese apellido no podía creer que sólo lo hubieran mandado a oír. Tanto guerrilleros como voceros gubernamentales explicaron los detalles del proceso de paz y el porqué de la gira europea. Las exposiciones demoraron algo más de una hora. Raúl Reyes dijo que veía en el Vaticano una importante instancia de respaldo al proceso. "Queremos que el Santo Padre nos dé la bendición y que nos ilumine para llegar a una verdadera reconciliación". Luego el embajador Escobar les entregó a cada uno el rosario bendecido por Juan Pablo II junto a documentos del Vaticano sobre paz y propiedad de la tierra.
Ninguno de los guerrilleros rechazó el regalo. Raúl Reyes guardó su rosario en el bolsillo superior izquierdo del traje de paño, mientras Joaquín Gómez se lo colgó con actitud creyente y pidió que le regalaran otros dos: "Mi abuela y mi compañera son católicas y me meto en un lío si no les llevo uno". Monseñor Lingua se los dio y prometió enviarles en forma periódica los documentos de análisis del Vaticano sobre la realidad mundial. Ellos le dejaron la dirección de la casa de paz en San Vicente del Caguán.
Salieron a las 8:00 de la noche, tan felices que fueron a celebrar a una trattoría. Luego de comer y cantar tangos al ritmo del coro de Iván Ríos, Fabián Ramírez y Simón Trinidad, terminaron en el Café de Colombia donde brindaron con grappa, aguardiente de uva destilada. A las 2:00 a.m., de regreso al hotel, atravesando la barroca plaza Navona -la misma de donde en la antigua Roma salió el cortejo, con carruaje de leña incluido, que llevó a Giordano Bruno, símbolo de la libertad de pensamiento, para ser quemado en la plaza Campo dei Fiori-, Raúl Reyes le dijo al embajador Escobar: "Estamos en el año del jubileo y queremos entrar a la Basílica de San Pedro".
¿Un guerrillero hablando de jubileo y de entrar al recinto sagrado del catolicismo? El diplomático pensó que se trataba de un chiste y le advirtió, en broma y en serio: quien entra allí debe pasar por la Puerta Santa y eso implica arrepentirse para que le sean perdonados todos los pecados. La respuesta fueron carcajadas, pero enseguida Reyes insistió en que los guiara, porque querían conocerla "al detalle". Escobar citó a todo el grupo a las 7:00 a.m. en el obelisco de San Pedro y sólo aparecieron los guerrilleros, liderados por Reyes luciendo el mismo traje azul de la jornada anterior.
Confesión ni por el carajo
El embajador les recordó la opción de la confesión antes de pasar la Puerta Santa y la respuesta fue: "Ni por el carajo". Sin derecho a indulgencia divina, les pidió que al menos había que atravesarla con la voluntad firme de no volver a incurrir en los pecados cometidos. Más que una actitud de contrición, entre estos guerrilleros -que para ese momento sumaban 300 procesos judiciales en contra- hubo un silencio de desconcierto antes de pasar rápido bajo el dintel presidido por un cuadro de San Pedro con las llaves del reino de los cielos en la mano.
Asombrados se detuvieron primero frente a La Piedad de Miguel Ángel, siguieron con la famosa piedra roja donde se arrodillaban los reyes para ser coronados, luego pasaron a la pila bautismal (¡todos dijeron ser bautizados!), escucharon la historia de los restos del emperador Adriano, y donde Reyes más se demoró fue contemplando la escultura que hizo Antonio Canova para el sepulcro de los príncipes Estuardos. Una puerta etrusca que simboliza el ingreso a la eternidad, custodiada por dos ángeles desnudos con la antorcha hacia abajo, detalle en el que se fijó Reyes y que no todos los visitantes advierten: ¿Por qué tienen la antorcha hacia abajo? La respuesta: porque anuncian que ha llegado el momento de la muerte. (La muerte era un tema recurrente para Reyes luego del bombardeo a Casaverde, el 9 de diciembre de 1990, cuando él y los demás miembros del secretariado se salvaron de milagro mientras salían corriendo. Desde entonces repetía a diario: "Un guerrillero debe estar listo para morir en cualquier momento").
Olga Marín preguntó por los episodios de la princesa Matilde de Canossa y Reyes y Simón Trinidad insistieron en que les detallaran cómo se ejerce el poder pontificio desde Roma hacia el mundo católico.
Honores a San Pedro
Como hacen todos los turistas, a la estatua en bronce de San Pedro todos le tocaron los dedos borrados de los pies y se persignaron. De nuevo Reyes sorprendió poniéndose firmes y diciendo: "Honores al fundador de la Iglesia Católica". Y los demás lo acataron. No pareció un comentario irónico sino del bachiller del colegio Juan Bautista Migani, de Florencia, Caquetá, donde Reyes estudió con los misioneros de la Consolata, del niño que iba a misa con sus papás a las parroquias de La Plata (Huila) o El Paujil (Caquetá), del guerrillero que se interesó por la iglesia ortodoxa rusa mientras estudió en Moscú en 1986.
Raúl realmente se llamaba Luis, como su papá, como el santo que creció entre la guerra y murió en Roma atendiendo una epidemia de peste, como no le gustaba que lo llamaran aunque le parecía "interesante" haber nacido el día de San Jerónimo, que fue secretario del Papa Dámaso y traductor de la Biblia al Latín. Prefirió bautizar a su primer hijo con el nombre de Robespierre, el personaje de la Revolución Francesa que intentó crear una religión distinta al cristianismo que defendiera la inmortalidad del alma.
Mientras los demás detallaron el altar de San Pedro, la reliquia de la Santa Cruz, El paño de la Verónica y la cabeza de San Andrés, Reyes, muy informado, preguntó si podían bajar un nivel más a la tumba de Juan XXIII. "Porque fue el Papa revolucionario, el del Concilio Vaticano Segundo", explicó. (Reyes decía, citando al sacerdote Camilo Torres, que "si Jesucristo estuviera vivo sería guerrillero"). Se paró solemne frente a la lápida de mármol del Pontífice y Simón Trinidad habló en latín de la Encíclica Paz en la Tierra (Pachem in Terris). El embajador no terminaba de creer lo que veía.
De vuelta a la Plaza de San Pedro, les señaló los apartamentos pontificios y la ventana desde donde habla el Papa. Reyes confesó: "A veces lo vemos los domingos por televisión", aunque olvidó que la mitad de los 26 pronunciamientos que Juan Pablo II emitió sobre Colombia tuvieron que ver tácitamente con la violencia guerrillera, especialmente con ataques a poblaciones y secuestros. Se dice que Reyes fue quien bautizó estos últimos como "pesca milagrosa", no por el episodio de la Biblia sino porque la pesca con carnada era su hobbie preferido.
La última parada del recorrido de tres horas fue para ver a la Guardia Suiza, los 250 soldados que custodian las entradas a la Santa Sede. Los guerrilleros no ocultaron su sonrisa por la pinta amarilla y púrpura -con pantalones bombachos- de los vigilantes pero quedaron impresionados al enterarse de que son entrenados por militares y agencias internacionales y de que se sienten orgullosos de ser el "ejército mercenario del Papa".
Salieron dichosos de haber conocido el poder del Vaticano frente a la dimensión del cura de pueblo que ellos frecuentaban. Pasaron al almacén Soprani, compraron estampitas y medallitas y luego Reyes entró al exclusivo Ecco y reapareció con un talego con el eslogan "zapatos para vivir".
Días después el secretariado de las Farc envió un mensaje de agradecimiento al Vaticano y destacó que el viaje había fortalecido el papel facilitador de la Iglesia en el proceso de paz. Sin embargo, una vez rotas las conversaciones en el Caguán y convertido el presidente venezolano, Hugo Chávez, en su mediador, el papel de la Iglesia pasó a segundo plano luego de que la Curia fuera vetada en el vecino país. "No más curas", dijo el propio Reyes desde el mismo día que siguió por televisión la elección del nuevo Papa, Joseph Ratzinger, y en las zonas de influencia de esta guerrilla se desató una persecución de religiosos. Lo paradójico es que en octubre de 2004 el gobierno de Álvaro Uribe les propuso a las Farc que enviaran sus voceros a la Nunciatura Apostólica para negociar un acuerdo humanitario y el propio Reyes rechazó la mediación de la embajada vaticana. ¿Por qué? La explicación podría estar en una de las conclusiones del filósofo francés Voltaire sobre la guerra: "Cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invocar solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo".
¿Para excomunión?
"Raúl Reyes" tenía 121 expedientes judiciales en su contra, 57 por homicidio, 26 por terrorismo, 25 por rebelión, 4 por secuestro y 9 por lesiones personales, aparte de 14 condenas. Entre los delitos "religiosos" por los que se le investigó figuran: El asesinato de monseñor Isaías Duarte Cancino (2002); el secuestro del Obispo de Zipaquirá, monseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal, y del párroco de Pacho, Desiderio Orjuela (2002); el asesinato a manos de las Farc del pastor Héctor Peña Bernal, en la vereda Puerto Amor de la zona de distensión (2002), y el 14 de junio siguiente en la inspección Campo Hermoso, jurisdicción de San Vicente del Caguán, del pastor José Vicente Flórez, religioso del movimiento Misionero Mundial, baleado en pleno culto. El 4 de agosto de 2002, en la inspección Campo Hermoso, de San Vicente del Caguán, se acusó a hombres bajo su mando de asesinar a Abel Ruiz, pastor de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia.
Otros procesos en su contra incluían la muerte de un niño de 14 años (2002) en Vista Hermosa, Meta. El cadáver fue cargado con tres kilos de explosivos y entregado a un conductor para atentar contra un retén del Ejército. Por ese hecho la cúpula de las Farc, los que quedan vivos, fue condenada esta semana a 39 años de cárcel. En 2001 fue Reyes quien públicamente le negó al niño Andrés Felipe Pérez, enfermo terminal de cáncer, su última voluntad: encontrarse con su papá, un cabo de la Policía secuestrado por las Farc. "No es el primer niño que muere de ese mal", dijo. Ese año fue condenado por el secuestro y asesinato de la ex ministra de Cultura Consuelo Araújonoguera. También como autor intelectual del secuestro de todos los políticos, soldados y militares que permanecen en poder de las Farc desde hace diez años y del asesinato de los 11 diputados del Valle del Cauca (2007). Fue procesado por el secuestro y homicidio de nueve excursionistas en la zona de Puracé (Cauca) en febrero de 2001. También por el secuestro (1995) y posterior muerte del ex congresista Rodrigo Turbay Cote y luego por el asesinato del congresista Diego Turbay Cote, su mamá y cuatro personas más el 29 de diciembre de 2002. Igualmente figura en los expedientes de la masacre de Bojayá (2002), en la que perdieron la vida 119 personas, en el del secuestro y asesinato (2003) del gobernador Guillermo Gaviria, el ex ministro Gilberto Echeverri y 8 militares, así como en el del atentado terrorista contra el Club El Nogal, en Bogotá, que cobró la vida de 36 personas.