
De acuerdo con sus testimonios, las guerrillas les exigen ir los fines de semana a los campamentos, encargarse de cocinarles a las tropas, y en las noches a ser sus esclavas sexuales.
Foto: Éder Rodríguez
En su desesperación por encontrar trabajo, Daniela*, una madre cabeza de hogar, se topó con un anuncio en internet que parecía la respuesta a sus problemas: una oferta para hacer aseo en una casa de familia en Tibú (Norte de Santander), con un pago generoso. Sin pensarlo mucho, llamó al número y una mujer amable le aseguró que todo era seguro. No obstante, al llegar, no la esperaba la mujer con la que había hablado, sino un hombre que decía ser su hermano. Su destino no era una casa, sino un campamento rodeado de hombres armados. La obligaron...
Por Valentina Gutiérrez Restrepo
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