¿Se debe regular lo que publicamos en redes sociales?
A partir de un caso de violencia contra una mujer y el suicidio del agresor tras publicarse en redes la denuncia. Este capítulo, de la serie de pódcast La Zaga, aborda las discusiones sobre los límites de la libertad de expresión en redes sociales.
La Zaga
En los dos capítulos anteriores conocieron la historia de Juliana y Andrés. Después de un par de años de relación tóxica, Andrés tuvo dos episodios que quebrantaron su relación con Juliana: un momento de violencia física contra ella, al enterarse de que salía con uno de sus mejores amigos, y un intento de suicidio.
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En los dos capítulos anteriores conocieron la historia de Juliana y Andrés. Después de un par de años de relación tóxica, Andrés tuvo dos episodios que quebrantaron su relación con Juliana: un momento de violencia física contra ella, al enterarse de que salía con uno de sus mejores amigos, y un intento de suicidio.
Después del incidente, Juliana asistió a la URI de la fiscalía. Asegura que allí, por no tener pruebas suficientes, la desincentivaron de denunciar. Con el apoyo de un colectivo de amigas feministas publicó en Instagram lo sucedido. Su denuncia se viralizó y Andrés comenzó a recibir mensajes de odio. Algunos de estos mensajes amenazaban su vida y la de sus familiares. El joven, que tenía un historial de problemas psiquiátricos no tratados, se quitó la vida ese mismo día.
Lea los artículos anteriores aquí:
Parte 1: Violencia de género en tiempos de redes sociales
Parte 2: ¿Denuncia de maltrato o linchamiento virtual?
Les recordamos que, por petición de nuestras fuentes, una de las decisiones periodísticas del episodio fue cambiar los nombres de los implicados para garantizar su privacidad. Dejaremos links y recursos sobre maltrato en pareja, depresión y acoso virtual en la descripción de este capítulo.
Escuche el más reciente capítulo de la Zaga:
Cuando la denuncia de Juliana se volvió viral, muchos mostraron su apoyo de forma constructiva. Quince personas manifestaron que también habían sido víctimas de violencia por parte Andrés. Paralelamente, Andrés recibió mensajes de odio, en los que lo amenazaban a él y hasta aseguraban que su hermana debía ser violada.
Una de nuestras primeras entrevistas fue con Jimena Zuluaga, directora del Centro de Estudios de Periodismo de la Universidad de los Andes. Zuluaga estudia fenómenos de la comunicación en redes sociales e internet. La profesora explica que las redes sociales son fundamentalmente emotivas: “las opciones de interacción que nos dan las redes se basan en las emociones, me gusta, no me gusta, me entristece”, explica. Es un lugar donde el contenido que despierta más emociones es el más exitoso. Pero tiene una complejidad: no es la persona real la que está involucrada, sino una persona virtual.
Zuluaga también advierte que, aunque algunos fenómenos sociales de las redes parecen novedosos para las generaciones que han crecido con ellas, estos fenómenos masivos no son nuevos. “Los movimientos sociales han usado los medios masivos desde sus comienzos, pero últimamente se han magnificado por las dinámicas propias del internet: la rapidez y la gran cobertura”. Según Zuluaga, las interacciones de los usuarios con la red crean la necesidad de satisfacción inmediata, proporcionada precisamente por los likes y la cantidad de atención que recibe lo que se comparte, así sea agresivo o negativo.
Casos como el de Juliana y Andrés abren el debate sobre la libertad de expresión en plataformas virtuales. Hablamos con Juan Carlos Upegui, docente de la Universidad Externado de Colombia y experto en derecho constitucional y libertad de expresión. Upegui explica que la libertad de expresión está garantizada en el artículo 20 de la Constitución Política de Colombia, de la siguiente manera: “Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación”. Esto quiere decir que es un derecho de amplio espectro, que solo se limita en casos específicos como los discursos de odio, discriminación o amenazas de violencia.
En Colombia y, en general, en todo el mundo, el Internet ha significado un reto a la libertad de expresión. El debate sobre la regulación es global. Upegui explica que hay dos posturas sobre la regulación de la libertad de expresión en redes. La primera consiste en controlar minuciosamente la libertad de expresión en Internet, como se ha regulado el comercio electrónico, los derechos de autor, entre otras. El segundo camino es la no regulación estatal, que propone la autorregulación como una alternativa. Es decir, los usuarios son los que determinan el contenido que encuentran apropiado. Un ejemplo de la primera aproximación es la legislación alemana, que prohíbe contenidos alusivos al nacismo. La otra postura es la que ha liderado Estados Unidos, país que ha solido defender a ultranza el derecho a la libre expresión.
Para Upegui, el caso de Juliana, como el de muchas otras mujeres que denuncian a sus agresores en línea, está amparado por la libertad de expresión, ya que hay un desequilibrio de poder: las mujeres sufren una discriminación estructural por ser mujeres. Además, en muchos casos dependen financieramente de sus parejas o temen por su vida y, por lo tanto, se debe garantizar su derecho a expresarse por los medios que consideren necesarios. Más aún si ya han recurrido a medidas legales para defenderse. De todas maneras, Upegui advierte que no hay un precedente como el de Juliana y Andrés en la Corte Constitucional. “La Corte ha tenido unos 15 casos que tratan el tema de libertad de expresión en redes, pero nunca en el contexto de una mujer maltratada que denuncia a un agresor”.
La historia de Juliana y Andrés no culminó con la denuncia. También fueron protagonistas los usuarios que se manifestaron de forma violenta al amenazar a Andrés y acosar a Juliana. “Los mensajes de amenazas físicas no son amparados por la libertad de expresión”, enfatiza Upegui. En casos de amenazas sí hay precedentes jurídicos. Este año, por ejemplo, la corte suprema de justicia condenó a 38 meses de cárcel al twitero Francisco Andica Acevedo por trinar amenazas contra la periodista Vanessa de la Torre y el caricaturista Julio César González, conocido como Matador.
Para Juan Carlos Upegui, la clave está en aprender a utilizar las redes sociales de manera constructiva. “La utopía de Internet terminó destruida porque junto a lo bueno llegó lo malo de la sociedad no virtual”. Para él es fundamental trabajar en la pedagogía del buen uso de las redes, aprender cómo autorregular los mensajes no apropiados y bajarle el tono a las discusiones. De todas maneras, Upegui es consciente de que es una labor muy difícil: “la realidad es que aún no logramos este ideal de la autorregulación”.
La historia de Juliana y Andrés nos hizo cuestionar sobre la forma en la que nos estamos relacionando, tanto dentro como fuera de las redes sociales. Mientras sigan existiendo problemas estructurales como la falta de atención a la salud mental, la violencia de género y la ineficacia del sistema judicial, seguiremos conociendo denuncias de mujeres en redes sociales. La pregunta es: ¿qué vamos a hacer para que no se sigan repitiendo estas historias?
Queremos saber de ustedes. Pueden enviar sus opiniones al correo: lazaga@elespectador.com o a través de nuestras redes sociales @elespectador en Twitter e Instagram con el hashtag #lazaga. Recuerden esta Zaga es con Z. Si quieren conocer todos los archivos que acompañan este episodio pueden hacerlo en Elespectador.com