La mansión francesa con la que el polémico anticuario, decorador y tesorero Santiago Medina soñó desde niño; la que se convirtió en la sede de la controvertida financiación de la campaña Samper Presidente que condujo al proceso 8.000; y de la que sólo pudo disfrutar durante 12 años de su vida, en los que no se midió en gastos para remodelarla y engalanarla con mobiliario europeo, invaluables piezas coloniales y cuadros originales de reconocidos artistas, entró en insospechado proceso de remate, lejano de la última voluntad de su tristemente celebre propietario plasmada en su testamento.
La mansión, que es patrimonio arquitectónico de Bogotá, por lo que es imposible dividirla o venderla por partes, se convirtió en la prisión donde Medina permaneció los últimos cuatro años de su existencia, pagando parte de los 64 meses a los que fue condenado por el delito de enriquecimiento ilícito en favor de terceros. La primera referencia que se tiene de la mansión en la Oficina de Instrumentos Públicos de Bogotá data del 7 de octubre de 1954, cuando la propiedad fue vendida por Jorge Salcedo Salgar a Federico Schorr, miembro de una respetada familia de origen alemán, cuyos descendientes luego de procesos de sucesión y el pago de hipotecas la tuvieron en su poder hasta 1987.
En ese año fue adquirida por Santiago Medina Serna por un precio de $5’000.000, lejano de los más de $3.000 millones del avalúo catastral que tiene en la actualidad, aunque su valor comercial es mucho mayor. En poder de Medina la antigua edificación, que se encontraba deteriorada y con la posibilidad de ser demolida para dar paso a una construcción más moderna, fue remodelada, decorada y amoblada durante dos años a un costo que los más modestos estimaron en cerca de $500 millones de la época. Como por arte de magia aparecieron en la mansión un piano que perteneció al presidente Marco Fidel Suárez (1918-1921), en el que Medina interpretaba bambucos; una pintura de dos metros del español Pedro de la Cuadra; un original del afamado pintor italiano Sandro Botticelli del siglo XV y una escultura de Édgar Negret, por sólo nombrar algunas de las obras que conformaban el mobiliario, del que también hacían parte vajillas francesas, espejos y antigüedades, tema en el que era experto su propietario.
Pero luego de trabajar por años en el sector privado como administrador de empresas, título que había obtenido en España, y alcanzar reconocimiento como decorador y anticuario, Medina comenzó una meteórica carrera de la mano de reconocidos políticos del Partido Liberal, que lo llevó a ser incluso tesorero de esa colectividad hasta el año 1989. A la par que crecían sus credenciales, comenzó a organizar fastuosas fiestas en su mansión, por la que pasó lo más granado de la sociedad bogotana de la época, incluyendo artistas, dirigentes políticos, hijos de presidentes y futuros jefes de Estado, verbigracia Ernesto Samper Pizano.
Precisamente, Medina se convirtió en el tesorero de la campaña de este último y no desaprovechó la oportunidad de utilizar su mansión para recaudar fondos. Allí se dieron cita industriales, empresarios, dirigentes políticos y hasta emisarios del cartel de Cali, como ocurrió con Eduardo Mestre Sarmiento, quien el 9 de junio de 1994 llegó con $1.500 millones enviados por los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela. Como colofón, diez días después se celebró una de las fiestas más concurridas de las que se haya tenido noticia en esa edificación, organizada en honor del recién electo presidente Samper, a la que fueron invitadas 70 personas y terminaron asistiendo casi 400.
Pero del destello fugaz del éxito, la pompa y el lujo, Medina pasó a los estrados judiciales, a la cárcel La Modelo y terminó sus días en su mansión, no sin antes repetir que Samper sí sabía que los Rodríguez Orejuela estuvieron detrás de la financiación de su campaña. Enfermo y agobiado por la insuficiencia renal que lo aquejaba y sabiendo que iba a morir sin terminar de cumplir su pena, el anticuario firmó y cerró su testamento el 28 de septiembre de 1998, tres meses y medio antes de que terminara su existencia.
Ante cuatro testigos el testamento fue abierto en la Notaría 20 de Bogotá el 3 de febrero de 1999. Aunque Medina fue claro hasta en la destinación de los muebles, ropa y enseres de sus propiedades, la mansión la dejó en poder de 20 personas, entre quienes incluso estaba su médico personal, un reconocido bionergético, famoso en programas de radio y televisión. La mayoría de ellos vendieron sus derechos, con excepción de dos, que aún son poseedores en la actualidad.
Esas dos personas, quienes dicen que no son millonarias, por lo que pidieron reserva de su nombre, junto a un tercero que compró derechos de los herederos originales, demandaron en 2002 por considerar que habían sido excluidos del usufructo y los millonarios recursos que ha producido la edificación, hoy en propiedad del consorcio Eaton College International y de la Fundación Colombia Paz como socios mayoritarios. La mansión ha sido alquilada para matrimonios, novelas, lanzamiento de productos y otros eventos comerciales. En 2004 la demanda fue aceptada y en septiembre del año pasado el juez 41 civil del circuito ordenó secuestrar y avaluar el bien con el fin de venderlo y reconocer los derechos de los demandantes.
Aunque estaba prevista para el pasado lunes, la diligencia fue suspendida, pero se llevará a cabo antes de un mes. Once años después del deceso del controvertido Santiago Medina, su mansión será vendida muy pronto, un lugar de leyenda por el que se colaron los ‘narcos’, se codearon los ricos y la política festejó a sus anchas. Muchos secretos no contados se irán con el remate.
Por Redacción Judicial
