“A mí solo me interesa que se limpie mi nombre y que la justicia diga: ‘sí, cometimos un error, él es inocente’”. Esta es la mayor convicción que mantiene en pie al exempleado del CTI, Gustavo Sastoque Alfonso, quien estuvo privado de la libertad durante 10 años y casi nueve meses por un crimen que no cometió. El exfuncionario fue condenado, con falsos testimonios, de participar el 25 de febrero de 1995 en el homicidio de Hernando Pizarro, hermano del líder del M-19, Carlos Pizarro. El pasado 5 de febrero, la Corte Suprema de Justicia anuló los fallos de primera y segunda instancia en su contra. Sastoque habló con El Espectador sobre lo que significó este primer paso y lo que falta para su absolución.
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¿Cuál fue su reacción cuando se enteró de la decisión de la Corte Suprema de Justicia de anular los fallos condenatorios de primera y segunda instancia en su caso?
Una hermana que trabaja en la Fiscalía, y que ha estado pendiente del caso, me llamó y me comentó que había salido la sentencia, pero no sabíamos el contenido. Entonces llamé a mi abogado y al procurador, porque la Procuraduría fue la que instauró la acción de revisión. Estábamos muy ansiosos, pero sabíamos que iba a salir bien. Había dos opciones: la nulidad del proceso o la absolución total. Al día siguiente notificaron al procurador y al abogado, y me llama este último a decirme: ‘Listo, salió la sentencia’. No salió lo que esperaba, que era la absolución, pero terminó siendo la nulidad que sirvió para que me quitaran la condena. Esa noticia también fue de mucha alegría y felicidad porque fueron 30 años luchando para demostrar mi inocencia.
¿Qué hace falta para que llegue la absolución?
Toca esperar que el juez que reciba el proceso tome la decisión de absolverme, que esperamos sea dentro de poco tiempo. El abogado dice que eso es rápido, pero no sabemos en cuánto tiempo porque todo ha sido muy demorado. Inclusive, este último fallo esperábamos que saliera en un año y se demoró más o menos tres.
¿Cómo fueron para usted esos casi 11 años en prisión detenido injustamente? ¿Qué pensaba? ¿Qué lo mantenía en pie?
Pensaba muchas cosas. Estaba muy desilusionado porque yo trabajaba con la misma justicia. Pensaba en cómo la misma institución en la que fui honesto y transparentemente después se ensañó contra mí por desviar investigaciones y encubrir delincuentes. El encierro fue algo horrible, estaba muy asustado porque empezando la condena yo conviví con guerrilleros, paramilitares, delincuentes comunes, y pues uno como funcionario de la Fiscalía, a esa entidad no la quiere nadie. También, a los dos años de estar en prisión, mi madre murió a causa de un derrame cerebral luego de que le dijeran que estaba en la cárcel. Eso fue lo más duro, porque ella ya no está aquí para saber que soy inocente. Pero Dios me dio mucha fortaleza y seguí adelante luchando con la ayuda de mi familia y de periodistas que nunca abandonaron mi caso.
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Usted recibió la libertad condicional en 2005 ¿Cómo fue ese giro? ¿Cree que recibió discriminación o prejuicios por su historia judicial?
Cuando salí de prisión no conseguí trabajo, así que monté un negocio de comidas rápidas cerca de la Iglesia del 20 de julio, en Bogotá. Ahí subsistí dos años hasta que me tumbaron el puesto porque iban a construir una ruta de Transmilenio. En ese momento quebré, y para el 2008 logré conseguir un empleo en el Fondo de Empleados de la Registraduría como mensajero, donde llevo 17 años. Obvio que he recibido discriminación en lo laboral. Uno sale bastante estigmatizado y traumado psicológicamente. Antes de todo esto yo era deportista. Me gustaba el fútbol, el voleibol. Ahora me han operado el apéndice, la vesícula, ruptura del talón de Aquiles. La justicia acabó con mi mamá, acabó con mis sueños, con mis proyectos, y con mi salud. Totalmente con todo. La justicia me fregó la vida. Puede que ahora se demuestre mi inocencia, pero el daño que me hicieron ya no lo reparan con nada.
Para su caso, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ordenó una investigación más profunda y una reparación ¿Qué ha recibido hasta ahora por parte del Estado?
La Comisión ordenó al Estado indemnizarme por daños morales y psicológicos. Con eso llegamos a un acuerdo y compré una casa para mi hija y mi familia. También la CIDH ordenó la nulidad del proceso y ordenaron que se me hiciera un estudio psicológico. Eso no lo han hecho. Mis sueños, mis proyectos, todo lo que tenía planeado ya quedó por el piso. Ahora tengo 57 años y en la época que me condenaron tenía 26. Ya lo que tenía planeado no lo puedo realizar por culpa de la justicia colombiana. Frente a la reparación, pues a uno le pueden dar dinero, lo pueden reintegrar, pero el daño que me hicieron ya no tiene cura. Queda la cicatriz y eso jamás se olvida. Solo me queda que ante la sociedad se limpie mi nombre, y esta es mi única meta y exigencia a la justicia.
¿Qué piensa de los ex-Farc que confesaron el crimen de Pizarro hace unos años ante la JEP?
Julián Gallo me dijo que en nombre de las Farc me pedían perdón por el daño que me habían hecho a mí y a mi familia, que yo fui una víctima de la guerra entre el Estado y ellos. Fue muy triste que después de 30 años vinieran a decir que yo era inocente. Yo no soy rencoroso, pero creo mucho en Dios y en la justicia divina. La gente que obra mal termina mal, y lo que fueron los testigos falsos, fiscales, jueces, y magistrados de la Corte Suprema de esa época jamás podrán dormir tranquilos. Ahora que se están enterando de cómo avanza mi proceso, todos los que se prestaron en esta farsa para dañarme la vida creo que no están tranquilos, ni lo estarán algún día. Es increíble que fiscales y jueces se presten para dañar la vida a un ser humano, solo por mostrar positivos, por buscar un ascenso o solo ellos sabrán si fue por dinero.
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Cuando piensa en estos 30 años de procesos judiciales, y todo lo que marcó su vida, ¿qué pasará cuando llegue su absolución?
Dentro de las otras medidas de reparación que dictó la CIDH fue un perdón público, y eso supuestamente se iba a hacer hace años, pero pienso: ¿De qué sirve un perdón público si sigo con esta condena a mis espaldas? No me parece algo lógico. Ahora que falló la Corte, pues si esperaría que llegue ese perdón público por parte de la justicia colombiana. Sin embargo, el daño que me hicieron ya nada me lo va a reparar, así me den plata y me pidan perdón. Pero la idea sigue siendo demostrar mi inocencia y que digan: ‘ese señor tenía toda la razón’, y que nunca nadie tenga que repetir esto que yo viví. En mi caso, a mí me condenaron con dos testimonios falsos, no había huellas, armas, nada. Yo le exijo a la justicia que limpie mi nombre, solo eso me mantendrá tranquilo.
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