Este viernes, la familia de Marina Isabel Ferrer recibirá, en una ceremonia, un pie calcinado que la Fiscalía pudo identificar como sus únicos restos. Ferrer fue a visitar en el Palacio de Justicia a una amiga el 6 de noviembre de 1985, cuando la guerrilla del M-19 irrumpió con fusiles a tomarse el edificio y luego el Ejército lo retomó a sangre y fuego. Hace 36 años, a los Ferrer les entregaron un cuerpo que, apenas en 2015, se supo que no era realmente de su madre, sino de una de las víctimas de desaparición forzada: Cristina Guarín. La hija de Marina Isabel, Sofía Velázquez Ferrer, habló con El Espectador de cómo ve esta entrega, que no es, de ninguna manera, un cierre.
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¿Qué sensaciones tiene frente a la ceremonia de este viernes?
Tengo tanta incertidumbre. Algunas personas me dicen: bueno, va a tener paz. ¿Cuál paz? A mí eso me da más incertidumbre, porque todavía no sé la verdad. Hay tantas versiones, que no sé a ciencia cierta cómo murió mi mamá. Me entregan los huesos de un pie, ¿qué paz me puede dar eso a mí?, me dicen que va a haber una notificación de la Fiscalía si encuentran otra parte del cuerpo. Además, las personas que originaron esto hoy viven su vida como si nada. Con mis hermanos estamos como entre: bueno, vamos a tener cerca por lo menos una parte, puede que más adelante nos entreguen más de ella, pero con esa duda quién nos va a decir alguna vez qué pasó.
¿Podría contarnos sobre su madre, quién era?
Mi mamá era ama de casa. Mis papás estaban separados, entonces ella, para ayudarnos, vendía zapatos, joyas. Ese día nos íbamos a encontrar en el centro porque iba a hacer una vuelta. Yo venía de la universidad y pensé que era mejor encontrarnos en casa. Cuando llegué a mi casa me encontré con la noticia de que ella estaba en el Palacio y no podía salir. Ella tenía una amiga que trabajaba allá, en el cuarto piso. La amiga, de hecho, no pudo entrar, mi mamá se quedó esperándola y ya no pudo salir. Mi madre era absolutamente especial. Sus hijos para ella eran todo. Era dedicada a sus hijos, a que estuviéramos siempre bien. Era la alegría de la familia.
Generalmente, las familias sienten felicidad en estas ceremonias de entrega. Pero en usted se nota como una desazón...
Llevo dos semanas llorando. Dos semanas tratando de escribir unas palabras para ella. Trato de enfocarme mucho en mi trabajo, porque tengo una tristeza inmensa. Tengo a mi mamá tan presente, nunca la olvido, ando con sus fotos en el carro todo el día y pienso: ¿tengo que conformarme con esto? Llevo 36 años llorándola. Recuerdo las últimas palabras de mi mamá, cuando me llamó del Palacio de Justicia y me dijo: ‘No puedo seguir hablando’. Me tiró el teléfono y no sé qué pasó con ella.
¿Cómo Petro puede hablar de justicia y de paz, cuando llevamos 36 años en que él no ha hablado sobre esto? Él no estaba en ese momento ahí, él estaba preso. Pero él sabía lo que iba a pasar. Él supo lo que pasó después y nunca hizo nada. ¿Cómo ahora se atreve a hablar de paz? No puedo creer que la gente no tenga memoria, que se les haya olvidado esto, entonces, ¿tiene uno que sufrir este tipo de cosas para que a uno no se le olvide? Quiero decirle: tanta paz que habla, pues hable sobre este caso, diga la verdad. Es que me siento como si no existiera para el Estado. Fue a mi mamá a quien mataron, nosotros no fuimos los delincuentes y siento que me han tratado así.
Estas entregas en otros casos son como el final de un proceso. ¿Cree que el trabajo de la Fiscalía ya terminó?
Para nada. Es que no tengo ninguna certeza. La Fiscalía es como: estos son los pasos que hay que seguir en este tipo de situaciones, y es un caso cerrado para ellos. ¿Y nosotros con qué verdad quedamos? Cuando estuvo aquí la Fiscalía en 2015, le decía al fiscal: explíqueme, el Palacio se quemó, eran unas temperaturas altísimas, ¿cómo es que encontraron un cuadro del pantalón de mi mamá y un pedazo de zapato con sus deditos ahí, si todo estaba calcinado? ¿Cómo los pusieron en ese cadáver que supuestamente era ella? Él decía que no tenía cómo resolver esas dudas.
No, necesito que investiguen. Necesito tener verdad para que mi vida tenga un poco más de tranquilidad. A mi mamá tienen que mirarla como el ser humano hermoso que era, que la terminaron matando y nadie hace nada, nadie habla de eso. Me negaba a que ella estuviera muerta. La esperaba. Me negaba a mudarme de la casa porque sé que en cualquier momento va a llegar. Después de que en 2015 nos tomaron las pruebas de ADN y nos vinieron a decir que sí es ella, decía: “No puedo seguir esperándola”.
¿Podría hacernos una línea de tiempo de lo difícil que ha sido identificar a su madre?
La toma inició el 6 de noviembre de 1985. Empieza la búsqueda el 7, 8 y 9. El domingo la encontraron. Fui a Medicina Legal y solamente vi una cantidad de bolsas con cadáveres calcinados. Cuando abrieron la bolsa donde supuestamente estaba mi mamá, recordé que ella me dijo en la llamada: “Estoy debajo de una mesa, hablando contigo”. Cuando me mostraron los restos, vi que la pierna y el muslo estaban pegados. Pero no podía decir que fuera ella Y nos lo aseguraron. Salí corriendo, fui al carro donde estaba mi tío y le dije: “Esa no es”. Iba al cementerio, pero nunca tuve la certeza de que estaba visitando a mi mamá. En 2015 no nos consultaron para la exhumación. Solo nos avisaron: encontramos esto. Ahí dijeron que había un trapo rojo en el cadáver. Mi hermana y yo no lo vimos. Debe ser un pedazo de la falda de Cristina.
¿Después de 2015 se desarrolló alguna relación con la familia de Cristina Guarín?
René (hermano de Cristina Guarín) me llamaba y me decía: ‘nosotros vamos a ser unidos siempre, porque ellas estuvieron unidas mucho tiempo’. Ese era como el sentimiento. Estuvimos hablando un tiempo y hace años no he vuelto a hablar con él. Nunca me imaginé que esto nos fuera a pasar, que fueran a estar ellas dos allí. Él siempre sintió como esa cercanía y me decía que iba a estar ahí cualquier cosa.
En 2019, la Fiscalía dio unas declaraciones polémicas, de que en el caso del Palacio no había desaparecidos, sino cuerpos mal identificados, ¿qué opina?
Hace 36 años no había pruebas de ADN y era muy complicado identificar los cuerpos en el estado que estaban, porque los vi, pero han debido tomarse un poquito más de tiempo, que no ocurriera esta locura. No sé si en alguna de las muchas cajas con huesos que me dijeron que hay en la Fiscalía habrá otras partes de mi mamá. Hubo muchos manejos indebidos: llegaron a lavar el Palacio y se llevaron muchos restos.
Varios militares implicados ahora están en la JEP, entre ellos algunos que ya estuvieron presos. ¿Cómo ve el trabajo de la JEP?
Para mí es una burla. O sea, sigo siendo invisible. Ellos supuestamente pagan sus cosas allá, pero no siento justicia y la JEP no ha hecho mayor cosa en mi caso. Sigue la misma impunidad total. Ni siquiera nos miran. Con el Informe Final de la Comisión de la Verdad, pensaba: ¿dónde estamos nosotros? No porque piense que es más importante, sino porque es un caso muy difícil. Es como si nosotros no existiéramos. Para mí la JEP, la Comisión de la Verdad, es impunidad. Mientras tanto, Plazas Vega vive en Estados Unidos, ¿con qué preocupaciones?