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'Un nuevo triunfo para la comunidad LGBTI'

En la decisión que condena al DAS por la muerte de un hombre en Antioquia el alto tribunal recordó que dos personas del mismo sexo pueden constituir una familia.

Juan Sebastián Jiménez Herrera
30 de julio de 2014 - 08:58 p. m.
El Consejo de Estado reabrió la polémica sobre el concepto de familia. / Archivo
El Consejo de Estado reabrió la polémica sobre el concepto de familia. / Archivo
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Mientras en la Corte Constitucional se discute desde hace varios años sobre la posibilidad de que las parejas homosexuales adopten, el Consejo de Estado acaba de emitir un fallo que reitera que dos personas del mismo sexo pueden constituir una familia.

En una sentencia del magistrado Enrique Gil Botero, conocida por El Espectador, el Consejo de Estado señaló que “el matrimonio y —principalmente— la familia han dejado de ser unas instituciones ancestrales estructuradas sobre conceptos eminentemente biológicos y religiosos; al contrario como lo demuestra la historia, son fenómenos o procesos dinámicos o vivientes que han evolucionado con el paso del tiempo para transformarse o mutar en organismos sociales que pueden presentar diversas manifestaciones, estructuras o integraciones”.

Y agregó que “en esa medida, la familia podrá estar constituida —a modo simplemente ilustrativo— por un padre y una hija, o por una madre soltera con su respectivo primogénito, o por la tradicional decisión libre y voluntaria entre un hombre y una mujer de hacer vida conyugal, o por la decisión libre y voluntaria de dos personas del mismo sexo que se profesan amor y desean realizar vida conyugal”.

Este pronunciamiento hace parte de una sentencia en la que el Consejo de Estado le ordenó al DAS indemnizar a los familiares de Luis Enrique Alzate Gómez —asesinado por un agente de esa entidad el 18 de enero de 1997— y reconoció entre los indemnizados a Lucía Zuluaga Alzate, hermana de crianza de Alzate, bajo el argumento de que no por ser tal dejaba de ser su familiar y de sufrir con su muerte.

Al conocer de este histórico pronunciamiento, Mauricio Albarracín, director de la ONG Colombia Diversa, recordó que ya en una ocasión el Consejo de Estado se había pronunciado a favor del matrimonio igualitario y aplaudió que la jurisprudencia reciente de este alto tribunal “reconoce las familias conformadas por parejas del mismo sexo y se une a la Corte Constitucional en garantizar la igualdad y la protección de estas familias. Esta decisión del Consejo de Estado es un espaldarazo a la protección de los hijos de las parejas del mismo sexo y a la plena protección de estas familias. Este es un nuevo triunfo judicial de las familias y de las personas LGBT, quienes más temprano que tarde tendremos igualdad de derechos familiares”. A lo cual agregó: “Queda muy poco de ese Consejo de Estado controlado por el procurador. En el Consejo existen voces democráticas y coherentes con la protección de los derechos de todas las personas sin discriminación”.

Por su parte, el abogado Germán Humberto Rincón Perfetti, reconocido defensor de los derechos de la comunidad LGBTI, indicó que “la justicia de nuestro país avanza en la protección de la realidad social, es decir, el reconocimiento de la familia social (la cual va más allá de la familia biológica como hermanos(as), padres, primos, tías, abuelos y demás) para integrar el amor como elemento fundamental en el reconocimiento de derechos y dentro de ello a las familias diversas, como las parejas del mismo sexo. No se puede tapar el sol con discursos conservadores que niegan la realidad y el reconocimiento legal de estas muchísimas formas de expresión”.

Familia y matrimonio

Aprovechando el debate generado por cuenta de este caso, el magistrado Enrique Gil Botero sostuvo que la familia no depende “inefablemente del matrimonio, sino que más allá de la existencia de un contrato o vínculo formal, nace de la decisión libre y voluntaria entre dos personas que de manera consciente asumen la existencia de lazos de solidaridad, apoyo, cariño, amor y convivencia que generan cohesión entre ellos, al grado que pueden procrear, adoptar o asumir la crianza de hijos o hijas para acogerlos dentro de la misma” y que, de la misma forma, esta no es “de forma horizontal sino también a nivel vertical, es decir, no sólo surge de los vínculos naturales y jurídicos entre dos personas heteroafectivas u homoafectivas, sino que también puede surgir a nivel monoparental (uno de los padres y un hijo(a)), o puede ser analizada de forma extensiva, es decir, la que integran abuelos, padres, hijos y nietos (consanguíneos o de crianza)”.

Por ello hizo un llamado —que bien parece dirigido a los sectores que se oponen al matrimonio igualitario— a “superar los atavismos que hacen nugatorio el derecho de las personas de cualquier clase, raza, orientación sexual, etcétera, a conformar de manera libre y autónoma familia, para dar paso a una protección efectiva y garantista que respete los derechos de las personas en un verdadero y real plano de igualdad, es decir, la posibilidad de constituir una familia con el ser que se quiere con el fin de proteger a los hijos biológicos, adoptados o de crianza, en un panorama de solidaridad y apoyo mutuo permanente”.

En 2006, el Pontificio Consejo para la Familia del Vaticano, presidido en ese momento por el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo (ya fallecido), sostuvo que “el acto unitivo del hombre y la mujer no puede separarse de su dimensión connatural, que es la procreación, la cual hace posible la paternidad y maternidad responsable. Sólo desde esta base personal se comprende la moralidad conyugal”, casi dando a entender que la familia —que para el catolicismo se compone de un hombre, una mujer y los hijos, nunca de dos hombres o dos mujeres y sus hijos— es para procrear niños.

En una orilla muy distinta, el magistrado Gil Botero sostiene que “la noción de familia en la modernidad ha sufrido un cambio de paradigma para abandonar su existencia y fundamentación en la relación biológica y genética, para apoyarse en el apoyo mutuo y en el concepto de amor. De modo que, aunque la familia se haya iniciado como un fenómeno biológico, como unidad reproductora de los primates, ha venido a ser un fenómeno social, algo más cercano a unidades de colaboración, cooperación, apoyo, y fraternidad, es decir, más como una orden monástica o un gremio de artesanos, que a su propio antecesor remoto”.

 

jjimenez@elespectador.com
 

Por Juan Sebastián Jiménez Herrera

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