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El coronel Édgar Duarte, el mayor Elkin Hernández y el intendente Álvaro Moreno descansan desde ayer en el mausoleo que tiene la Policía Nacional en el cementerio Jardines de Paz, una edificación consagrada, precisamente, a otra víctima del conflicto armado que vive nuestro país y héroe de la patria: el mayor de la Policía Julián Ernesto Guevara, muerto en cautiverio el 20 de enero de 2006. Por su parte, el cuerpo del sargento José Libio Martínez yace en el cementerio de la población de Ospina (Nariño), su tierra natal.
Horas antes del entierro de los cuatro uniformados —asesinados el pasado sábado por el frente 63 de las Farc, al mando de Javier Yanguma, alias Orlando Porcelana—, se cumplieron dos sentidos actos religiosos en Ospina (Nariño) y en el Centro Religioso de la Policía en Bogotá. En la ceremonia, oficiada por el obispo de Ipiales (Nariño), monseñor Arturo Correa Toro, los familiares del sargento José Libio Martínez se despidieron del militar que cayó en poder de la guerrilla en la toma de Patascoy, en diciembre de 1997, y que fue salvajemente acribillado por la espalda el 26 de noviembre último.
“Le daremos el ultimo adiós a ese gran hombre y buen padre que desde la selva clamaba por ver a su hijo”, dijo ayer el profesor Gustavo Moncayo, padre del también suboficial Pablo Emilio Moncayo, quien durante 12 años y medio padeció la misma suerte del secuestro de José Libio. El dolor de este trágico desenlace seguía encarnándolo el pequeño Johan Stiven Martínez, ese niño de 13 años que aprendió a leer y a escribir animado por ese deseo simple de poder cruzarse cartas con su padre en la selva.
En Bogotá, en el Centro Religioso de la Policía, también se vivieron momentos muy conmovedores. Los familiares del coronel Édgar Duarte, el mayor Elkin Hernández, el intendente Álvaro Moreno y de los 13 uniformados que siguen en poder de las Farc lamentaron nuevamente la tragedia; con nostalgia vieron irse los ataúdes, las lágrimas escurrieron tantos rostros, y otras tantas manos les dieron el último adiós. Una sentida despedida más de este absurdo conflicto que sigue segando vidas a destiempo.
Después de la ceremonia religiosa se volvieron a escuchar críticas sobre el rescate militar de secuestrados. Diana López, prima del coronel Duarte, dijo resumiendo: “Nosotros nunca estuvimos de acuerdo con los operativos. Sabíamos del alto riesgo. Édgar expresó en varias ocasiones que este tipo de rescates era una sentencia de muerte para ellos”. Tampoco faltaron los llamados para que las Farc liberen de una buena vez a los 13 uniformados que siguen en cautiverio.
El comandante de las Fuerzas Militares, general Alejandro Navas, aseveró que los miembros de las Farc eran unos cínicos y que el comunicado que envió el pasado martes esa organización criminal echándole la culpa del crimen al Gobierno era ni más ni menos que “una burla a la sociedad”. Por su parte, la exsenadora liberal Piedad Córdoba defendió nuevamente la solución negociada al conflicto y rechazó el rescate militar.
Entre tanto, las familias de los secuestrados siguen implorando su pronto regreso a la libertad. Oran a diario, con una fe y esperanza que no parecieran derrumbarse, por la suerte de sus hijos en la manigua, porque resistan hasta que vuelvan a su seno, porque ansían que la tragedia se esfume y cese ya la horrible noche.