Hellen Zharick Arroyabe, de 9 años, sobrevivió a una de las peores masacres en el Valle del Cauca. Hoy lucha para volver a salir bien librada, esta vez de un cáncer linfático que desde hace nueve meses ha sido atendido con negligencia. La Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) asegura que son cientos de casos similares y hace un llamado para que las víctimas del conflicto armado tengan prioridad en el sistema de salud.
El 10 de octubre de 2001, antes del mediodía, llegaron varias camionetas forasteras a los municipios de La Alaska y La Habana, en el Valle del Cauca. Parecía que necesitaban ayuda. Los campesinos, inocentes, se acercaron y accedieron a subirse a los furgones, pues les dijeron que necesitaban personas para empujar un camión que se había quedado enterrado en el barro. Del primer lugar se llevaron a 18; del segundo, a otros 7. La cuota también incluía niños.
Pero cuando bajaron no había ningún camión. Los obligaron a arrodillarse antes de darles muerte con ráfagas de fusil y ametralladoras. La investigación, aún en curso, señala que los victimarios eran miembros del bloque Calima de las Autodefensas.
Hellen y sus padres estaban a unos cuantos metros del lugar de donde se llevaron a los inmolados. Se salvaron, como dice la madre, Mereida Orozco, “de puro milagro”. Sin embargo, la tragedia los persiguió por años, pues los habitantes de la zona huyeron despavoridos y la economía se vino a pique para los que quedaron allí, a sabiendas de que una vida de desplazados sólo les traería más amargura.
Ocho años después llegó la enfermedad disfrazada de un dolor abdominal que desbarataba a la niña y le impedía comer. Lo peor fue que los primeros galenos en verla le recetaron medicamentos contra los parásitos. Al fin, por medio de una radiografía, se dieron cuenta de que en su abdomen se alojaba una masa maligna. El 5 de mayo de 2009 le diagnosticaron cáncer linfático, es decir, que ataca los ganglios linfáticos, distribuidos por todo el cuerpo y encargados de la creación de células blancas.
Aunque en los meses venideros Hellen siguió su tratamiento de quimioterapia, en noviembre tuvo una recaída: el cáncer había alcanzado su médula espinal. Nuevamente, las órdenes para el procedimiento médico se dilataron entre trámites y trámites, por lo que Mereida decidió interponer una acción de tutela en contra de su EPS Caprecom. El 2 de diciembre el juez emitió un fallo en el que ordenaba que Caprecom debía garantizar que Hellen recibiera los exámenes y medicamentos oportunamente.
“Pero seguimos teniendo problemas. En Distripacífico, la farmacia de Caprecom, se demoraron un mes en entregarnos un medicamento para la quimio de la niña”, denunció Orozco.
Las cosas empeoraron la semana pasada cuando llegaron a la Fundación Valle del Lili (Cali), donde deben hacerles una prueba al papá, mamá y hermano de Hellen para determinar si alguno de ellos es compatible para donarle la médula espinal. Aunque tenían la orden de Caprecom para el procedimiento, la Fundación les aclaró que la EPS debía pagar primero. Una vez más “nadie asume la responsabilidad, se tiran la pelota unos a otros”, opinó Élmer Montaña, coordinador de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación del Valle del Cauca, quien está asesorando a esta familia.
Este diario ha tratado de comunicarse con Caprecom y no ha recibido respuesta. En otras ocasiones la entidad le ha respondido a la familia que nunca le ha negado nada a la menor. No obstante, este es un problema de negligencia. Según Montaña, la idea no es volver a una tutela para que Hellen sea tratada oportunamente y aumentar sus esperanzas de volver al colegio, de crecer, de vivir.
Asimismo, el coordinador de la CNRR asegura que de las 17 mil víctimas en el Valle del Cauca, la mayoría necesita atención médica especializada y en pocos casos pueden acceder a ella de forma ágil y efectiva. Por eso, hizo un llamado para que las víctimas del conflicto armado tengan atención de salud de forma preferencial: “El país tiene con ellas la deuda de ubicarlas en el primer renglón de la agenda pública”.
Mientras tanto, Hellen sigue soportando las duras sesiones de quimio y radioterapia. Espera con paciencia los demorados exámenes y medicamentos. Cuando tiene fuerzas, colorea libros de personajes animados. Sus padres están desempleados, pues tuvieron que dejarlo todo en La Habana, porque es en Cali donde su hija debe ser atendida. El tiempo sigue corriendo.