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Este jueves se conmemoró en Colombia el Día de la mujer indígena, una fecha destinada a visibilizar las importantes luchas que las mujeres de los 115 resguardos indígenas del país han logrado y un espacio para recordar cuáles son las tareas pendientes que el Estado y la sociedad tiene con ellas.
De acuerdo con los registros del DANE, hay más de 900.000 mujeres indígenas que, en su mayoría, dedican sus días desde que son adolescentes a cuidar el ambiente, defender los derechos humanos y seguir siendo “guardianas de la vida y el territorio”.
Con ocasión de esta fecha, presentamos cuatro lideresas que han logrado sobreponerse a la violencia de género, los estereotipos y las brechas para edificar, ladrillo a ladrillo, un país donde ser mujer e indígena sea aplaudido y respetado.
Fany Kuiru
La lideresa huitoto, nacida en La Chorrera, Amazonas, es probablemente una de las primeras mujeres en lograr un título profesional y en ser escuchada en foros internacionales. A sus 61 años, Kuiru ha dedicado más de dos terceras partes de su vida a la defensa de los derechos de los indígenas del Amazonas a través del diálogo y la lucha.
Desde la academia y los atriles, Kuiru ha logrado que resuenen los pedidos de los indígenas amazónicos en los gobiernos del mundo, ya sea para hablar de cómo cuidar la selva como de tratar temas de género, justicia y bienestar para los pueblos de esa selva. Tanto así, que fue gracias a su activismo que, luego de la pandemia, Kuiru consiguió la creación de un fondo de US $10 millones destinado a la economía indígena.
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Kuiru es la coordinadora general de las Organización Indígena de la Cuenca Amazónica (Coica) y desde allí, ha comprobado que nisiquiera el “machismo rampante”, que ha sufrido directamente, ha impedido que las mujeres sean escuchadas y tenidas en cuenta para cuidar la selva y lograr que la justicia social llegue a las comunidades.
“Obtener poder y cargos donde ejercerlo es lo menos que yo pienso a diario en mi cotidianidad. Solo pienso en cómo mejorar a diario los pueblos indígenas de la Cuenca Amazónica y obtener logros para todos”, explica Fany.
Yalitza Aparicio
La actriz mexicana puso a hablar al mundo del cine sobre la importancia de que las mujeres indígenas tengan más presencia en los sets de grabación y en las salas de cine. Para ella, así como cualquier otro grupo social se ve representado en las pantallas, las mujeres indígenas también encuentran valioso que una de ellas tenga la atención de los reflectores y camine por la alfombra roja.
Su activismo ha logrado que Yalitza, a sus 30 años, se haya convertido en la primera mujer indígena en ser nominada a los premios Óscar, que condecoran las mejores actuaciones en el mundo del cine. Además, es embajadora de buena voluntad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para los pueblos indígenas y fue nombrada en 2019 una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista TIME.
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“Creo que, como mujeres, sabemos lo complicado que ha sido trazar nuestro camino en esta sociedad por la falta de oportunidades y por muchas cosas que aún faltan cambiar en las ideologías. Pero ahora, como mujeres indígenas, siempre hay un doble esfuerzo, porque no solo eres mujer, sino también indígena, y luego sucede que las personas abusan de este aspecto, porque dicen: ´Ah, es indígena, así que seguro no sabe´. Hay muchas cosas que sí te limitan”, explicó a este diario.
Rigoberta Menchú
Muchos han sido los logros que Menchú, una lideresa indígena de Guatemala, ha logrado en su vida. Hace tres décadas se convirtió en la primera mujer étnica en recibir el premio Nobel de Paz y, desde ese momento, siguió invirtiendo sus días en defender la tesis de que los indígenas, y sobretodo sus mujeres, tienen mucho que ofrecer a la paz, la justicia y el cuidado del ambiente en el mundo.
A sus 65 años, Menchú ha visto la violencia, la guerra, las agresiones de género, y siempre se ha plantado frente a esas vulneraciones para proteger los derechos indígenas en Guatemala y el resto de Latinoamérica. En 1981, tuvo que exiliarse en México para proteger su vida y evitar ser silenciada, pero desde allí siguió siendo altavoz para los indígenas guatemaltecos y las mujeres.
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En los últimos años, tanto en Colombia como en escenarios internacionales, como el She is Forum 2024, Menchú ha alzado su voz para hablar sobre paz, la violencia de género en comunidades indígenas y la importancia de que los gobiernos del mundo no solo escuchen a los pueblos étnicos, sino que los incluyan y trabajen articuladamente de acuerdo a sus costumbres ancestrales, como la justicia, por ejemplo.
“Es necesario que se tenga en cuenta a las víctimas de violencia de género de las últimas tres décadas; ellas han sufrido diversos tipos de violencia y escenarios donde se vulneró su vida, su familia y su dignidad”, aseguró a este diario.
Lucila Marcela Restrepo
Desde el resguardo indígena Hermeregildo Chakiama en Ciudad Bolívar (Antioquia), Lucila Restrepo se ha convertido en una defensora de la justicia étnica. Junto a otras seis lideresas, ha logrado plantarle cara a la violencia de género en un territorio donde históricamente ha habido maltrato, insultos, humillaciones, hostigamientos y violaciones.
“Yo soy diplomada en género, generación y familia. La mayoría de las compañeras también se han capacitado. Allí, aprendemos muchas cosas sobre el maltrato, las violaciones. Entonces de lo que aprendemos, una viene a multiplicarlo con las compañeras para que no sean violentadas y cómo pueden denunciar”, explica Restrepo, que aparte de lideresa es coordinadora del grupo de mujeres en el resguardo y también ejerció como fiscal desde la Jurisdicción Especial Indígena.
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En 2001, junto con otras mujeres que llevaban décadas sobreviviendo a la violencia de género y la impunidad de estas agresiones, se organizó y decidió que su activismo y liderazgo en el resguardo y el resto de la región estaría dedicado a no permitir que lo que sucedía en ese territorio se replicara sin consecuencias en las demás zonas indígenas de Antioquia.
Por ahora, las mujeres del resguardo embera del suroeste antioqueño trabajan para que todas puedan alzar su voz y denuncien. Saben que tienen derechos, aunque algunos de sus compañeros son críticos de la orientación que reciben las mujeres, “porque cuando una se da cuenta que tiene derechos y que mi pareja me tiene que respetar, el miedo es que ellas tengan herramientas para poderse defender”, explica.
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